PERSPECTIVAS: Lo que es de mí en México


El último artículo que escribí para esta revista (¿Qué hubiera sido de mí en México? VozEd año3.núm1) hablaba de mis pensamientos, dudas y preguntas ante la visita que haría a casa: Cd. de México. Deje muchas preguntas sin responder: ¿Qué será de México, como nación, hogar, familia o amistades? ¿Cómo estarán mis amigos? ¿Qué será del futuro político y económico del país? Ahora recién tengo oportunidad de contestarlas.

Primero que nada.  El artículo es una opinión personal sobre mi persona y los míos. En cuanto al tema nación, trato de entenderlo y entender datos y datos que nos bombardean en los medios.  Recibí muchos mensajes y comentarios sobre el artículo. De los datos y el tema económico nadie comentó nada, y todos hablaron sobre la subjetividad, sobre las emociones que mostraba.  Se sabe que soy mal escritor, eso no disculpa la dureza con la que puede haber escrito y expresado mis ideas que a muchos molestaron, sin embargo, no está muy lejos de lo que quise decir.

Así pues entremos de lleno. Del futuro político y económico del país la situación va igual que siempre, saliendo al paso.  Hay que hacer muchas reformas que no se han hecho, no sabemos cómo competir y no se invierte en ventajas competitivas.  Insisto, de esto nadie dijo nada, nadie entro en debate, nadie me dijo estás mal, estás bien o no estás… y, al parecer, casi todos los que me escribieron están de acuerdo conmigo.

Así pues ¡al tema movedizo! Pongámonos como carne al cañón. Me imaginaba a mí (el clásico: tengo unos amigos) gordos, pelones, chimuelos, con niños por todos lados y lo peor, con una vida gris, triste, infeliz. Esta frase me da risa.  La saque de una película de Pedro Infante, “Escuela de Vagabundos”, y no me imaginaba a nadie en particular. En el artículo comentaba: “No sé el porqué de esta imagen. Creo que es porque si yo no hubiera salido [de México] probablemente estaría así: casado y con dos hijos, gordo y pelón.”  Todo esto lo justificaba con mi incapacidad de hacer cosas distintas a las que se esperaban de mí. Al parecer no solo me pasaba a mí, sino es una característica del mexicano. Terminaba el artículo utilizando palabras de Octavio Paz: “’…el mexicano es una persona de mascaras’. Incapaz de decir y actuar sin pensar en lo que va decir la sociedad.”

Como muestra representativa de la afirmación de Paz me puse yo. Hacía lo que se esperaba de mí.  No todos mis amigos hacen esto [lo que se espera de ellos], y no todos son tan blandengues, los hay con carácter. Los hay que hacen lo que les viene en gana.  En realidad no esperaba ver a mis amigos chimuelos y pelones, tal vez alguno que otro sí, gordo.

Sobre mis amigos, los hay de todos colores y sabores: casados, felizmente casados. Amargamente divorciados, otros felizmente divorciados.  Los que buscan novio/a y los que buscan esposo/a. Los que van por su doctorado y los que dan gracias de haber salido de la escuela en la preparatoria.  Los hay que buscan más niños, sí, ya tienen varios, y los que no quieren ni niños, ni pareja, ni compromisos.  Los hay que quieren otro trabajo y los que no quieren cambiar.  Unos se cambiaron de religión, otros han descubierto lo que es la fe.  Los hay flacos y los hay gordos.  Los hay con una que otra operación, con la calva reluciente y otros con el pelo hasta los tobillos.  Algunos son felices, otros no.  Algunos quieren seguir por donde van, otros no. Algunos están llenos de color, otros son por muy feo que se escuche: están grises.

¿Los hay gordos? Sí, ¿chimuelos? No (menos mal), ¿con niños? Sí, ¿hay algunos tristes? Sí.  Bien, hay de todo, pero ¿y cuál fue el problema?, ¿por qué tantas quejas?  Ya dije que la escritura es mala, así como la redacción, pero parece que uno deja de ser del agrado de la gente si la imagen que se da del mexicano en general no es buena, ¿y si no se puede dar una buena imagen, y si realmente es negativa?, es más, ¿y si no quiero?

Las imágenes y pesimismo con el que hablaba de México vienen de mis experiencias.  Poner distancia, separarse por un momento de la cultura en la que viví y verla desde afuera, analizarla y compararla con otra -las comparaciones son odiosas, eso ya se sabe- da otro enfoque. El artículo, me escribieron, es “indignante […] y simplemente leer que eso es lo que piensas de un país que aunque con sus problemas y muy fuertes, es el lugar que te dio la oportunidad de ser lo que eres, me da gusto que no estés aquí.”.

Otra de las respuestas que me escribieron decía:  “¿Qué concluimos ese día?: [la persona que me escribía había llevado el artículo a su círculo literario para que se opinara sobre él], tres cosas: que seguramente con la emoción de regresar a México […] lo llevó a escribir semejante cosa (en resumen: estaba emocionalmente afectado en ese momento), la segunda que indudablemente pasaba por una crisis de ‘malinchismo’ severa y la tercera, que su nueva visión del país estaba bastante influida por la interpretación de otros acerca de lo que pasa, algo así como mirar a través de un cristal que distorsiona.” Cristal distorsionado hay, lo curioso es que no es por medios extranjeros, que poco hablan de México, sino de conversaciones particulares, medios nacionales y blogs de mexicanos en Internet. En general contrastaba mis experiencias con las de  otros, por lo tanto la distorsión la da la subjetividad, seguramente algo de esto lo explica el “síndrome de Ulises”, igual y no.

Vivo fuera pero quiero que México salga adelante.  Me gustan los mariachis y el tequila.  Leo todos los días la prensa nacional.  Hablo con sus lectores (pocos hay que leen comparado con el total de gente), me siento orgulloso de los (pocos) triunfos de los deportistas.  Quiero áas investigadores mexicanos… ¿Malinchismo? Igual y si. Emocionalmente afectado?  Seguro.  Fue en este viaje que me reencontré con la ciudad.  Fue recién, después de cinco años, que vi que se puede vivir como a mí me gusta, las posibilidades que ofrece la “bella, revoltosa, juerguista, incomparable” Cd. de México son muchas… también sus problemas. ¿El saldo es positivo? De momento para mí no. Probablemente esté afectado, eso da igual.  El pesimismo no venía de las experiencias de mis amigos sino de las mías propias.  Que me los imaginara grises es pesimismo, sí.  Que no todo es lo que digo es verdad, para mí lo es.  Pero para opiniones los colores.  Hay quien me escribió: “Mal, muy mal, si piensas así, qué bueno que no estás aquí, (…) porque probablemente estarías casado con dos hijos, gordo y pelón”. Continuó diciendo “que mal que pienses eso (gordos y pelones) de los que nos quedamos a hacer nuestra vida aquí, (…) te doy una noticia, yo por mi parte soy inmensamente feliz, soy exitosa en mi trabajo, la remuneración que obtengo por él es ‘muy’ buena, vivo muy a gusto. Ni con mucho me acerco a aquello que tú piensas de los que vivimos en este hermoso país, que bueno que no estás aquí.”

Hay que recalcar el “muy”. Las comillas son de ella.  Me alegro que ella sea una de las personas que no están ni gordas, ni calvas, ni chimuelas. ¿Pero, y por qué no puedo tener una opinión crítica con el país y su situación, simplemente porque “es el lugar que te dio la oportunidad de ser lo que soy”?  No creo que por eso no pueda ser crítico.  Este es a lo que se refiere Octavio Paz cuando dice que somos un pueblo de mascaras.  Ocultamos, por acción, omisión o ignorancia, lo que somos.

Así pues, seguiré hablando de mi México y de mí en México, lo que creo y opino sobre él y los míos.  Si por eso perderé amigos, lo siento, espero recuperarlos algún día.  Días después una de mis más feroces críticos me escribió: “…lo que yo considero el mal empleo de la palabra malinche” pero es preciso decir que ”todos tenemos algo de ese comportamiento, ahí me ves a mí, definitivamente prefiero el producto extranjero que el nacional…”.  Ya lo creo, éste es un comportamiento común, donde se prefiere lo exótico sobre lo conocido. No tienen que ver con nacionalismos, ni con agradecimientos al país que me vio nacer, cosa que en el artículo tampoco tiene cabida porque no digo: ¿Por qué no somos como tal o cual país?, simplemente digo: somos así, ahora a mejorar.

Por último quiero acabar no sin decir que se han puesto los pelos de punta. A tal grado llega la presión social de “tener” que hablar bien de México, que parece casi censura, copio un trozo del texto de una respuesta que le hicieron llegar al editor de la revista: “México no es sólo eso [que decía el artículo], al menos eso lo creen muchas personas, y te vuelvo a decir, que inclusive extranjeros. Así que si te escribieron para puterate, seguramente tenían razón… como editor responsable tú decidiste publicar, ¿o no?”. Entonces, ¿si un artículo le gusta al editor pero cree que lo pueden putear por publicarlo, no debe hacerlo?  Al parecer la edición cree distinto, ¡cosa que se agradece!