trece animales una noche

Todos conocemos mitos que ponen a los animales como remedos incompletos de lo humano. Está el bíblico lugar común de la serpiente. Repasando otras mitologías, veremos que también son zoológicos de quimeras. Ranas y conejos en la luna. Osos que son antepasados finlandeses. Ruiseñores que son princesas atenienses.

'Duchamp Relâche', de Marcel Duchamp y Brogna Perlmutter representaron 'un cuadro vivo' (1924)

‘Duchamp Relâche’, de Marcel Duchamp y Brogna Perlmutter representaron ‘un cuadro vivo’ (1924)

Sin embargo, existe un mito acuñado por los indios la extinta tribu Ijamadí, que habitó en tiempos más serenos la selva del Ecuador, quizá más valioso para nuestra visión de lo humano:

«Sucedió que una noche, cuando ni los montes ni los astros eran tan lejanos, hubo un alboroto terrible en los matorrales. Oráculos en forma de ceiba y brujas con frondosas faldas escucharon uno a uno a los trece animales que, alarmados, querían contar lo que acababan de ver entre las hojas. Sacudida de terror, comenzó la serpiente:

—¡Pobre criatura! Reptaba en dos patas, con las otras dos al aire.

—Eran antenas —replicó la hormiga—. Se sacudían como las de un insecto alarmado.

—¡Ay y esos bramidos! —chilló el loro—. ¡Gemía como si quisiera decir algo!

—Idiotas: esa cosa era un señuelo —aseguró en su rama el jaguar—. Ocultaba detrás de sí una bestia horrible. Seguramente nos espía ahora mismo.

—¿Será que era en realidad una jauría revuelta? —se preguntó la cucaracha.

—O una alucinación. No era real eso que vimos, no era nada —el tunche susurró antes de volar.

—¡Parecía un río desbocado! —replicó el cardumen de pirañas.

—¡O una liana perdida! —la libélula batió—. ¡Rumiaba como si estuviera colgado de su propio cuello!

—Vamos: era sólo una enorme bola de tierra rodando —aseveró el escarabajo —. En verdad no era nada extraordinario.

—¿No lo viste encender un sol sólo soplándole a dos palos? —se tapó los ojos el capibara.

—¡Incendio! ¡Realmente el animal era un incendio! —lloró una luciérnaga.

—Dudo que estuviera del todo cuerdo —reflexionó el mono.

—Es nuestro deber ayudarlo —finalizó la araña—. La selva es peligrosa y él se veía frágil.

Oráculos y brujas deliberaron. Resolvieron crear una bestia espontánea, lo más parecida a las atrocidades narradas por los trece animales, para hallar al animal extraño. «¡Búscalo!», le ordenaron a la criatura artificial, a la que llamaron «hombre». Esa pobre criatura vaga todavía buscando a otra quimera, a aquel remedo incompleto de lo que vieron trece animales una noche».~