Tengo la cabeza llena de imágenes inútiles…
Una cabeza llena de recuerdos, imágenes ¿inútiles?
TENGO LA CABEZA llena de imágenes inútiles, los cuernos al sol de un caracol en la punta de una rama, un atardecer cantando con las monjas en el patio del colegio, un pacto de silencio entre corazones rotos hecho por las compañeras del salón, un guiño de mi madre en el cumpleaños de mi padre, una estatua de arena desmoronándose lentamente frente al mar Caribe, el vertiginoso vaivén sin gravedad ni miedo en un columpio, las mariposas adornando la pared de mi habitación.
El rítmico sonido de un tambor en medio de una plaza semidesierta, una bandera tricolor rasgada y olvidada a media asta. El primer beso o el octavo beso de una persona ahora sin nombre. La punta afilada de un lapicero trazando una ecuación en un cuaderno con olor a nuevo. Las teclas de marfil de un piano heredado en el que perdí muchas horas. Una alfombra con olor a humedad en la que mis codos se rozaron llenado un álbum de postales de ciudades imposibles de pronunciar.
Un sable encima de la chimenea, una estación de radio, una canción flotando siempre en el aire en los momentos importantes. Un baile frenético con las calcetas a los tobillos. Unas vacaciones en la playa sin mis padres y la sensación de estar enorme dentro de un bikini.
La mirada de P, tan cerca, su risa rompiendo el silencio como un saxofón desafinado. Un perfume comprado en el duty free, una ventanilla de avión y el mar como único horizonte, un abanico luchando inútilmente contra el calor tropical, los párpados cansados y un pasaporte amarillento lleno de sellos.
Las páginas de un libro dormido en mi regazo, una paloma volando por la plaza más antigua. Un bandoneón olvidado en una esquina, un mimo persiguiéndome con poses obscenas, un reloj detenido y un campanario roto.
P, absurdo, estereotipado e incómodo, arrodillado con un anillo frente a mis piernas. La boda y un espléndido vestido largo acurrucándome. El vértigo, el mareo. Una fiesta eterna y muchas risas.
P besándome y mis padres llorando. Un sacerdote sonriente, cumpliendo con un ritual anquilosado. Aplausos como eco, lejanos, perdidos, a través de las paredes.
Un convertible, la velocidad sentida en el viento, en mi rostro, una curva, la valla metálica y mi cuerpo desafiando la gravedad y chocando contra el suelo…
Tengo la cabeza llena de imágenes inútiles, tan inútiles como mi cuerpo en este estado de coma.~
Buenisimo, el final como un mazazo en la cabeza.
Felicidades!