Misión cumplida

Un cuento de Edna Montes

 

—Träumt was süßes.

EL SILBIDO DEL silenciador. Olor a pólvora. Un cuerpo cae, lento. Verónica lo mira, se lleva las manos al rostro para contener los gritos. Las manos me tiemblan. ¿Cómo llegué a este punto? Aferro el paquete. Obligo a mis extremidades a mantenerse fuertes mientras corro hacia la puerta de servicio. Doy tres zancadas. Regreso por ella y la arrastro conmigo. Se le tuerce un tobillo. Lo ignoro y sigo tirando. No hay tiempo. Me da igual si me sigue a gatas mientras no se quede atrás. Abro la puerta del auto. ¿En qué me he convertido? le doy al chofer la señal de arranque. Verónica fija la mirada en mí como si no me reconociese. El auto se pierde entre las calles de la ciudad. Los recuerdos me invaden.

“Creo que es hora de conseguirte marido”, esa fue la frase que desencadenó todo. Mi madre me atacó a traición a la hora del almuerzo. Era un sábado cualquiera en nuestra de casa de Chapultepec Heights, Adelita llegó a servirnos jugo de naranja, mi madre le pidió que se retirara. Mi progenitora no era cualquiera, sino Esther Zingel de Valdenegro (Zingel Ginich de soltera) harto reconocida en la sociedad mexicana, militante del Frente Único Pro Derechos de la Mujer (FUPDM), de armas tomar y hermosa incluso ya pasados los 40. Pronunció justo las palabras que jamás esperé escuchar de sus labios. Me desplomé en la silla. Había ingresado a la universidad hacía un año, el matrimonio no era mi prioridad inmediata.

Ella guardó silencio. Puso una fotografía frente a mí. En el retrato se veía a un chico unos años mayor que yo. Muy a mi pesar, me pareció atractivo. Mi madre lo notó. “Ese es Friedrich Ackerman Sáenz y te vas a enamorar de él a primera vista”. La miré con escepticismo, ella era muchas cosas, pero no una adivina. “Prepárate que vamos a salir. Te contaré todo lo que necesitas saber de camino.” Mientras salía de la habitación, me lanzó un sobre, casi me pega en la cara. “Memoriza lo más que puedas”.

Cuando bajé, mi madre ya estaba lista. Me atravesó con su mirada, arrebató el sobre de mis manos y lo arrojó a la chimenea. Sentía que la cabeza me estallaría. ¿Mi madre era miembro de una organización secreta? Esa misma mujer que me empacaba el almuerzo para la escuela, me leía cuentos antes de dormir y cepillaba mi cabello mientras charlábamos me había mentido toda la vida. Mi infancia parecía haberle sucedido a alguien más.

Estaba al tanto del ascenso de Adolf Hitler y su partido en Alemania, mas me costaba creer todo lo que había leído en la carpeta.  Se me antojaba absurdo.  Me di un par de pellizcos en el brazo, sólo para estar segura de que no era un sueño. Las dos permanecimos en silencio durante el camino. El chofer nos dejó en la puerta de un café de chinos en el centro de la ciudad. Mi día se tornaba cada vez más extraño. Me pregunté en qué pensaba Esther, estar en ese lugar era de todo menos discreto para damas como nosotras. Uno de los meseros nos condujo al fondo del local, había un biombo apenas separado de la pared. Lo seguimos. Deslizó un panel oculto el cual desembocaba en una nueva habitación. Un hombre y una mujer ya nos esperaban, sentados a la mesa. Ambos bebían café y comían pan de dulce.

─Conoce a tus compañeros de equipo, Victoria. ─dijo mi madre.

─Conque está chula es la famosa Victoria. ─respondió la mujer.

─Güera, desabrida y popof, justo lo que nos recetó el doctor.- terció el hombre mirándome de pies a cabeza, sin recato alguno- la encuentro algo flaca, pero es del tipo del buen Fred.

Estuve a punto de gritarle que yo no era una vaca, pero madre me silenció con un gesto. Luego me explicó quienes eran y el rol de cada uno en eso que el sobre denominaba “Código SOLIL”. León era un pachuco en toda regla, no había más que mirar sus pantalones, los zapatos bicolor que calzaba y el sombrero ladeado. Se desempeñaba como reportero de El Universal, aprovechaba su acceso a la prensa y sus conexiones para detectar y decodificar los mensajes que la oficina de propaganda nazi en México ocultaba en los medios. Verónica era una mujer voluptuosa, muy llamativa, vestía con sencillez, pero daba la impresión de que sería igual de hermosa enfundada en un costal de papas. Se había infiltrado como fichera en algunos de los centros nocturnos más influyentes de la capital. Ella obtenía información privilegiada de políticos y empresarios. Habiendo leído el dossier y tras conocerlos me pregunté exactamente qué utilidad tenía un ratón de biblioteca como yo ahí. No era tan bonita como Verónica ni estaba tan bien relacionada como León.

La respuesta no tardó en llegar, según la inteligencia reunida por León existía un amplio círculo de familias pudientes apoyando la cruzada nazi. Había información a la que Verónica no podía acceder, pero que, con mi ayuda esperaban extraer del joven Ackerman. Si algo me había dejado esta mañana era la claridad de que no sabía absolutamente nada de lo creí. Al mismo tiempo la sensación de engaño se incrementó. La mujer que me ayudaba con mis lecciones de piano y me dejaba cada mañana a la puerta del colegio de monjas se había convertido en una espía practicante del ocultismo en cuestión de horas. Todo en lo que alguna vez creí, eso que consideraba mi realidad se desvaneció. Me sentía parada sobre el vacío. No sabía si podría darles lo que esperaban de mí, pero tampoco me parecía tener otra opción.

 

-1-

 

Lo primero que hago es marcar terreno con la popof. Se cree mucho con sus zapatos de charol y su blusita de seda. Me dan ganas de enjaretarle una concha a ver si a fuerza de pan dulce le brotan curvas. Es difícil saber si pasa de los 18, para mi gusto la acaban de sacar de la secundaria. Sí, la necesitamos.  De lo contrario Esther nunca nos habría dejado embarrar de lodo a su muñequita de sololoy. A la señora Zingel la respeto como se respeta al que te pone una pistola en la sien, es una perra con el dinero y los recursos de una doña copetona de caché, esas son las peores. Ya iba siendo hora de que la crema y nata de la sociedad arriesgara algo, no se vale que siempre nos hagan jugarnos el pescuezo a los proles.

No me canso de recordarle a Verónica que no se entusiasme con esas ideas revoltosas del voto femenino. Todos sabemos que al final del día el lugar de una mujer está en su casa, cuidado a los chamacos. La diferencia es que la niña nais va a tener nanas, cocinera, una mansión chula y problemas para decir el apellido de sus mocosos con una sola bocanada de aire. Vero, en cambio, seguirá en la miserable vecindad del centro, meciendo al bodoque y moviéndole a los frijoles al mismo tiempo si no aprovecha sus caderas de pecado en lugar de estar pensando en la criptografía o sus pavadas de estudiar matemáticas en la universidad.

A mi buen Fred lo tengo más que medido. Él necesita una vieja que su familia apruebe. Su viejo es un nazi de mierda, así que la güera de Vicky es perfecta, estirada hasta la náusea. Dobles puntos para mí por tener la idea. A mí me da lo mismo todo, lo que en verdad importa es tener el manuscrito de Crowley en mis manos.

 

-2-

Si llego a tener otra cruda de champán me muero. Lo mío es el arrabal, el danzón bien floreado, el mambo sabroso. Yo no más no quería pasar a ser la acompañante de nadie al California Dancing Club, el Minuit o el Sans Souci. El peor es el Waikiki. Ya hasta tengo pesadillas con la Hilda Krüger esa y todos su amantes politicuchos. Si Esther no me hubiera prometido el paro de meterme a la universidad nunca habría aprendido a usar los 20 cubiertos ni a agarrar la copa por el tallo. Creo que por eso Victoria es tan flaca, la gente de la Jai tiene que pensar en tanta cosa que la angustia los tiene flacos, flacos.

La mera verdad sí me gustaría ser como ella, bonita, fina sobre todo despreocupada. La gente de varo camina como si se lo mereciera todo en el mundo, caminan tan juerte y bonito que los demás no más les creemos y nos hacemos de ladito. Cuando la vi entrar con su faldita de lana, la blusita de seda, el sombrerito y los guantes la envidié un poquito. No nada más por mis blusas gastadas de popelina. Es que me imagino cómo sería la vida si Esther también hubiera sido mi mamá. Para empezar habría tenido una amá. También le podría echar los perros a León sin sentir que me trata gacho, porque se queja mucho de la gente popof pero él también se cree la divina garza porque disque es reportero y se junta con la gente importante. Aunque no tenga dos pesos para caerse muerto. Pachucos, una nunca sabe con los pachucos.

El caso es que a los hombres con los que me emparejan no más les importa mi piel canela. No quieren que sea popis ni muy fina, no más que dé el gatazo, ‘pa que puedan presumir en los lugares de moda. Eso sí, la ropa bonita y las joyas no están nada mal. Siempre que me regalan algo pienso cuántas cosas puedo comprar con uno de esos abalorios tan finolis. Como para comer carne diario un mes entero. Refinada no soy, pero tarada tampoco. Sé aprovechar lo que tengo para que ya con las burbujas en la cabeza suelten la sopa. Sentí re bonito cuando la señora Esther me dijo que tenía talento para las matemáticas porque me retencantan desde chiquita, no quiero vivir siempre del cuerpo que Dios me dio. Menos si también me dio sesos.

Entre salidas y ricachones borrachos supe que de los Ackerman recibirán el libro. Vi Alemania en el mapa, está harto lejos de aquí, ni creo que todo esto nos afecte. Pero yo sí me merezco una vida mejor que mi cuchitril de vecindad, al menos en eso mi pachuco y yo estamos de acuerdo. El caso es que a ese terreno yo ya no le puedo entrar, me toca pasarle el balón a la Vicky. Hacemos el plan entre todos, Esther quiere que le enseñe algunas armas de seducción a Victoria mientras mueve sus influencias para congraciarse con los Ackerman. A ver qué chihuahuas se me ocurre, si la niña nais no se sabe amujerar ¿yo qué hago?

 

-3-

Lo tiene todo. Las pecas que adornan su nariz, el cabello de trigo, las manos delicadas, las miradas breves. Sus ojos me hacen pensar en Londres, su sonrisa en París. Es el tipo de chica que se cree fea porque su belleza no es convencional. Se equivoca. Todo lo que le falta de curvas, le sobra de ingenio. La primera vez que coincidimos fue en una de esas aburridísimas cenas de caridad de mi madre. Me sorprendió que mi padre no tuviera reparos con poner a los Valdenegro en la lista de invitados. A últimas fechas está insoportable con vigilar “nuestros contactos”. Si lo hubiese sabido me habría quedado en Europa, aunque tampoco soportaba la opresión de Berlín. Padre insistió en que debería sentirme orgulloso de nuestras raíces alemanas, todo sonaba bien hasta que lo vi con mis propios ojos. Las cosas estaban llegando a una escala demencial, me largué a recorrer Francia e Inglaterra sin decirle nada. Sus amiguitos fascistas me ponen los pelos de punta. Justo huía de ellos cuando la vi colarse a la biblioteca.

Entré a la habitación y la pillé revisando a detalle los volúmenes. Le pregunté -ahora que lo pienso fui bastante lerdo-, si le gustaba leer. Estudia filosofía en la universidad, me lo dijo esa noche. Se le veía tímida y retraída, pero a la vez era sencillo hablar con ella de cualquier tema. Nos quedamos ahí hasta que llamaron a la mesa. Después bailamos. Me quedé a su lado el resto de la velada, hay algo acogedor en Victoria, quizás ella se siente tan atrapada en todo esto como yo. Forjamos un vínculo instantáneo. Nunca me había pasado, ni siquiera con él.

Con él no hay paz posible. Todo es un torbellino, un terremoto. Mis manos trémulas no se han recuperado de las caricias que nos dimos en París. Me sentí libre por primera vez en la vida, fui yo sin reservas. No pude refrenar mis deseos, pero no hubo necesidad. Me sentí correspondido, pletórico.  Jamás me confesó cuál era su asunto en Europa, no me importó, los de su profesión viajan mucho. Prometimos encontrarnos de vuelta en México y lo cumplimos. Mi vida es una sucesión de los momentos en los que juego a ser Friedrich Ackerman Sáenz, el perfecto, el intachable, el heredero de la fortuna e ideas fascistas de mi padre y aquellos en los que soy su “Fred”.

Victoria… si tan solo pudiera enamorarme de una mujer, sería de ella.

 

-5-

—La entrega es mañana, en el Waikiki. Pero no estoy seguro de si a Ackerman padre o hijo. —informa León.

—Menos mal, empezaba a creer que tendría que casar a Victoria con el sujeto antes de obtener resultados.

—La gente ya está hablando, hace tres meses que se les ve juntos en todos los eventos sociales.

—¿Llegarías a pedirme eso, madre?- interrumpo.

—¿Te preocupa?

—No estoy enamorada de él.

—¡Por Dios, Victoria! No seas ridícula, el matrimonio es un asunto práctico, no de amor. No podría haber hecho nada en la vida si me hubiera casado por amor.

Las palabras de Esther me hirieron. Llevaba meses jugando a la espía para ella. Verónica y yo estábamos muy cansadas. Papá siempre ha sido ajeno a todo eso, él sólo ve a su hija convertirse en una mujer, él y Friedrich se llevan muy bien, hasta me ha insinuado que sería un buen yerno, para horror de mi madre.

-Todo este trabajo para un librajo satánico del siglo pasado.

Me río de las ocurrencias de Vero, a pesar de lo distintas que somos nos hemos vuelto muy buenas amigas en este tiempo. La verdad es que yo tampoco creo que un manuscrito de Aleister Crowley sea suficiente para desatar el caos en la tierra. Lo que sí creo que es hay algo muy sucio en todo esto. Caí en cuenta la primera vez que nos encontramos a León en una cena de sociedad, Fred se sobresaltó, negó conocerlo y yo fingí que le creía. Pero hay miradas furtivas extrañas. Eventos en los que ambos desaparecen al mismo tiempo. “Me recuerda a alguien que conocí en París”, dijo Friedrich. Cuando le pregunté a León si había estado en París o si conocía de antes a Ackerman se puso nervioso, salió del paso con Esther, pero me di cuenta de que algo no estaba bien.

 

-5-

Todos estamos aquí. Si no fuera porque es nazi, el Friedrich sería un partidazo para la Vicky. Ójala no la traicione el sentimiento porque se me hace que se han vuelto cercanos en este tiempo. El Fred es un caballero, nunca se ha propasado con la Vicky, ni estando solitos. Aunque igual más que eso es porque no le gustan las viejas. Pervertidos de esos nunca faltan. Lo he visto barrer de pies a cabeza a mi León ¿qué confiancitas son esas?

Vicky pasa por mi mesa en cuanto León se levanta, mi pachuco me ordenó que me quedara aquí a esperarlo. Le digo eso a Victoria pero ella casi me arrastra a que la siga. “Algo no está bien”, dice. Yo mejor la sigo antes de que haga un escándalo y todo se vaya al garete. Me conduce al almacén del salón.

─¿Lo trajiste?

─Se lo robé a mi padre tal como me pediste, mi rey.

─¡Dámelo!

─No friegues León, aunque sea un gracias y un besito ¿no? Estamos solos, tranquilízate.- Vicky y yo nos acercamos con cuidado- Oye, guarda esa pistola, es un muy mal chiste.

─Träumt was süßes.

¡Chingado! ¿desde cuándo León habla alemán? Empujo unas cajas con ayuda de Vicky, se oyen unos gritos, ella se pone al descubierto.

─Popof no sabes usar pistolas, deja eso antes de que lastimes.

─Vete, Fred, no le avises a nadie. Toma un taxi y si alguien te pregunta me llevaste a casa de emergencia porque me sentí indispuesta ¡rápido!

Veo salir al Ackerman, pasa a mi lado, salgo de entre las cajas. Un fiiiuf y el cuerpo de mi pachuco empieza a caer. Se me salen las lágrimas. Me muerdo la lengua ‘pa no gritar. Victoria me arrastra al carro. Me chingo un tobillo pero ella no se detiene. Entramos al carro y nos perdermos en la noche.

 

-6-

Esther entra en la habitación, ya no puedo verla como mi madre. Le entrego el paquete. Verónica llora en silencio, sumida en una de las butacas.

─El espía está muerto.

─¿Friedrich?

─Ah, claro, vendrá a cenar con nosotros el viernes.- Puedo escucharla jalar aire por la boca-  Quiere hablar con padre.

─¡¿ACASO PERDISTE LA CABEZA?!

─Relájate, Esther. Tú eres más nazi que Fred. León, por otro lado, estaba dispuesto a inculpar a su amante para robar el manuscrito de Crowley y dárselo a sus amigos fascistas. -Mi madre mira a Verónica- Adivina de nuevo, el caballero en cuestión está por convertirse en tu yerno.

─Victoria, no me hagas esto.

─Madre, tú misma me lo dijiste. El matrimonio es una cuestión práctica, no de amor. Fred es maravilloso a pesar de sus gustos poco convencionales. Somos prácticos, estamos firmando nuestra libertad.

Esther abre la boca pero las palabras se niegan a salir. Me levanto de la silla. Me alejo con pasos lentos y seguros. Misión cumplida.

-FIN-~