Los exgente
Un cuento de Katerine Ortega
DECÍAN QUE ERAN vecinos pero nosotros sabíamos que venían de fuera. Invadían tu casa, se comían tus frutas y dormían en tu cama. Un día despertabas y ya nada te pertenecía, ni siquiera tú. Así, de a poco, te volvías experto en extrañezas, extranjero de ti.
Lo último que recuerdo son las esquinas blancas, los marcos de madera abrazando ventanas cerradas por fuera con rejillas metálicas, las luces del techo pasando rápidamente ante mi cabeza inclinada shug shug shug shug shug shug shug shug shug shug shug y tanto dolor que nadie podía entender.
Cuando dije que podía hablar con los animales y llamar telepáticamente a algunas personas, no todas, no me creyeron y me dieron hasta muchos tomorrows.
Pero era cierto –menos mal no mencioné a las plantas–. Cuando dije que ellos estaban en las casas, que se convertían en máquinas, que sonaban horrible tiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, tampoco me creyeron, sino suministraron .
Así te van convirtiendo en CERO, por bien hacer, porque también es cierto que sin xyz uno ni se levanta solo, no puede ponerse un calcetín, regular la ducha, abrir la boca para probar agua… Yo estaba convertida en cuando ellos llegaron al hospital. Lo vi todo sin poder moverme, sin poder gritar; todo lo comprendía pero no me permitían reaccionar. Por eso ellos pensaron que yo ya era hielo y me dejaron en paz (me derretiría yo sola con el tiempo).
Cuando todo acabó y ellos tiiiiiiii… se fueron absorbiendo todo lo que pudieron y anulando lo que no, intenté salir de , pero empezaba ya a convertirme en charco.~
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