Akron, la resolución del consejo y el siglo XXI
Cuando historia y realidad se mezclan. La destrucción de un manuscrito que destruye a su propio creador.
Akron orientó las antenas hacia la diminuta cápsula de memoria que sostenía entre dos de sus cuatro patas delanteras. No sabía que contenía exactamente, aunque suponía que esbozos de historias del siglo XXI. Al recibir la resolución del consejo, se había visto obligado a interrumpir la saga de los humanos en algún momento de ese tiempo imaginario. Ya quedaban pocas cápsulas, de hecho sólo otra más –comprobó de un corto vistazo- en el cesto del archivo.
Aún ahora, cuando ya se había consumado la mayor parte de la destrucción, no podía entender por qué tenía que deshacerse de su creación más ambiciosa, de una obra que pretendía recrear el devenir de un planeta (al que por no se sabe qué extraña inspiración había llamado Tierra) desde su origen en el seno de una galaxia inventada, hasta su final en las entrañas del Sol (nombre que había dado a la estrella a cuyo sistema pertenecía la Tierra ); y también describir de modo exhaustivo su formación y evolución, la diversidad de su fauna y vegetación en constate cambio, la belleza de sus océanos excavados en la roca, de sus bosques abiertos a un horizonte impoluto, de su cielo azul tornasolado. Aunque, por encima de todo, su principal objetivo había sido siempre narrar la historia de sus criaturas más favorecidas, los Humanos, aportando cientos de pequeños detalles sobre sus costumbres, sobre su vida cotidiana, sobre su naturaleza, sobre el germen de su imparable decadencia, sobre su eterno afán de complicarse la existencia. Todas esas maravillas le obligaban a destruir. Pero se consolaba pensando que no era el primero al que forzaban a eliminar su trabajo.
Aquel diminuto pedazo de tecnología encerraría en esencia el mismo material que todos los demás –pensó-: relatos de amor inacabados entre los preparativos de grandes revoluciones, pinceladas del resurgir de antiguos conflictos fronterizos, proyectos de nuevos dioses, de nuevas guerras; aventuras que por separado no representaban más que atractivas anécdotas y que juntas componían la epopeya de aquellos caprichosos seres salidos de su caprichosa e insaciable imaginación. En cualquier caso, historias que ya no podría terminar y que por tanto nadie podría leer.
Akron dejó caer la cápsula por el agujero del incinerador abandonándola a la misma suerte que a sus predecesoras. Era un artista, un escritor, seguramente el más grade poeta entre los Urls. Él solo había hecho algo que cualquiera de sus congéneres ni siquiera podría soñar: construir todo un mundo valiéndose únicamente de su fantasía. Sin embargo, por eso mismo, porque era un Url, debía obedecer sin excusas las resoluciones del consejo. Y el consejo había dictado que sus historias del planeta Tierra no aportaban ningún valor de provecho a la sociedad, y en consecuencia debían ser destruidas. A estas horas los interventores ya se habrían deshecho del material que guardaba en su nicho de la editorial, del material que según los más altos legisladores no aportaba ningún valor de provecho, ningún aspecto positivo, ninguna característica de utilidad que le permitiera sobrevivir. Tal vez le estuvieran obligando a aquello simplemente porque el destino que se intuía para los humanos era pesimista y muy parecido al de los habitantes de Noram, su planeta. Puede que demasiado parecido para la sensibilidad de las autoridades.
Akron vio salir la lacónica nubecilla azulada en que se había convertido su trabajo por el tubo de ventilación, y la siguió en su tranquilo vuelo por la celdilla en dirección al ventanuco abierto. Fuera, caía una fina llovizna sulfurosa sobre Colmena (capital del imperio Url), cuya envolvente y húmeda presencia no parecía influir en la frenética actividad de la ciudad. Desde su casa, ubicada en el barrio de los artistas, la urbe se extendía hasta perderse de vista en un horizonte tapado por continuas emanaciones, como una alfombra de herrumbre y desperdicios que no se hubiera limpiado desde el principio de los tiempos. El aire, sin querer mantenerse al margen de la desolación general, flotaba viciado sobre la agrietada superficie como una sucia mortaja, como una maldición ceñida a la epidermis del área industrial (más de dos terceras partes del total), una maldición que los breves instantes de frescor nocturno no lograban conjurar. Todas las adversidades e inconvenientes por estar la capital construida sobre un inmenso lago de lava parecían darse cita en ese ocaso de plomo fundido.
Akron pensó que tal vez hubiera inventado la Tierra para huir de Noram, aquel erial reseco, socavado hasta su núcleo, maloliente y contaminado. Pero se dijo que en esos momentos en que estaba a punto de perderlo todo definitivamente, de nada valía saber por y para qué lo había creado, que no ganaría nada con saberlo. Ya llegaría el tiempo de buscar e incluso pedir explicaciones, y si llegara el caso de señalar a los responsables.
El comunicador central le sacó bruscamente de sus pensamientos. Era Parquis, su editor, con su tono melifluo de costumbre.
―Ya está hecho. Los interventores no han dejado ningún rincón sin registrar. ¿Cómo vas tú?
―Bien, sólo me queda una cápsula por quemar.
―No te guardarás nada, ¿verdad?
―No, sabes que tengo muchos defectos, pero no estoy loco. ¿Qué método han utilizado?
―También lo han incinerado. Han traído consigo una incineradora portátil, un armatoste.
―¿Hasta las copias en resina?
―No, esas las han prensado; la incineradora posee también un dispositivo de prensa hidráulica… muy eficaz, sí, muy eficaz. Y esa cápsula que te queda, ¿qué contiene?
―Creo que solo una historia o simplemente el comienzo de una historia. Un borrador, pero no estoy seguro del todo. Bocetos. Si no recuerdo mal, me parece que trata sobre un humano que se inventa un planeta llamado Noram y la raza superior de ese planeta, los Urls; de manera que según el argumento nosotros y nuestro hogar somos un simple producto de su imaginación, de la imaginación de un ser imaginado, el humano, por un producto de su imaginación, es decir yo, un pobre Url. Como puedes ver un simple pasatiempo que se me ocurrió.
Parquis se quedó un instante callado antes de continuar.
―Es una verdadera pena que te obliguen a destruir todo este trabajo. Sí, una verdadera pena. Pero ya verás como muy pronto se te ocurren ideas nuevas. Ahora debes desprenderte de la última.
―Sí, ya lo sé ―dijo aún sabiendo que su editor hacía más de un segundo que había cortado la comunicación.
Akron cogió la cápsula de memoria que faltaba por destruir y sin ninguna ceremonia esta vez la tiró por el tubo.
Un instante después, igual que las miguitas de magdalena en el tazón de leche, la realidad entera (la colmena, las fábricas, las colinas, los volcanes, los mares secos, el horizonte rojizo, las montañas que se alzaban como una hoja de sierra, Noram, el universo de los Urls, todo lo que ellos conocían) desapareció en el blanco del fondo, invisible hasta ese momento, sin dejar rastro.~
Enhorabuena!!! Me ha parecido muy bueno, muy sugerente, muy logrado. Da que pensar.
Para cuando el próximo?
Philip K. Dick se encuentra con el CyberPunk. Después de reflexionar un rato, mirandose a la cara,ambos se hacen vegetarianos. Mas tarde, cuando empieza a oscurecer, deciden creer en dios. Muy divertido.
Me ha gustado mucho.
Me ha gustado, queremos mas.
Me gusta, ya estoy esperando el siguiente.