[play] => Abisal 2: Virna Ligsa
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La mira desde el extremo del pasillo. Se cree a salvo gracias al ángulo con que la puerta de la habitación lo cubre, pero aun así su cuerpo tiembla ante la encrucijada que de pronto se le ha presentado: o encuentra una forma de salir sin ser percibido por ella, o paciente, espera en el único sillón que habita la inmensa estancia y le explica cómo >>>
>>>Aquella tarde, mientras seleccionaba materiales para terminar su álbum de texturas, llegó hasta él el sonido de esa voz. Había de por medio inmensidades de mar y montañas y obeliscos de arena, pero escuchó la letanía a través de ese aparato extravagante y ominoso que recorría la ciudad desde hacía días: [Señor Magnetófono, le nombraban al verlo zigzaguear las calles] y él, revuelta su entraña de curiosidad, salió a verlo, a escucharlo de cerca. Entonces, como un golpe de luz en medio del cerebro, tuvo la premonición –la certeza– de que en algún momento llegaría a ella [a la dueña de esa voz] y la develaría completa para preguntarle cómo sucedían las cosas antes de estar tan segura de aquello que repetía sin pausa, sin cansancio: Escribir el encuentro con el mundo ahora que el mundo es más áspero y caluroso que antes, ahora que la tierra sabe que le falta una partícula que ha dejado de ser voz para entrar al agua.
Virna Ligsa se quedó anclado a la sonoridad y la intriga que guardaban esas palabras. Miró largo rato el fondo de la calle por donde había desaparecido la carreta que trasladaba al Señor Magnetófono: lo llevaban igual que a los presos de las sectas que luchaban por sacrificios y carne entre colina y colina. El viento fluía de oleaje lento, y el eco electrizante de aquel entramado de sonidos sin significado concreto para él logró persistir en el ambiente hasta quedarse impregnado en su sensible inconsciente a tal punto que, días después, cuando empezaba a angustiarse por no poder recordarlo, Virna sintió el estremecimiento en la sangre que aleteaba entreverando su cuerpo para hacerlo saltar del colchón con la luz de cada una de esas palabras abriendo intersticios en su mente. Entonces empezó el viaje: un viaje a ciegas: un rastreo de sonidos hacia el norte: una estela de huellas sonoras que guiaban sus pasos trazando una línea tremendamente irregular.
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