Roma: tres itinerarios apresurados

«La ciudad ofrece tanto arte y tan variado que es difícil incluso elegir un punto de inicio.» Tres rutas para visitar Roma.

Vista desde Castel Sant'Angelo (foto del autor)

Vista desde Castel Sant’Angelo (foto del autor)

No hay otra ciudad en el mundo que acumule tal variedad de periodos artísticos desarrollados en plenitud como Roma. Es por eso que su primer acercamiento a la ciudad puede resultarle abrumador. Da igual la época en que se visite, Roma es siempre sinónimo de multitud de turistas, agitación, conducción nerviosa (los romanos no son, que me perdonen, buenos conductores) y una buena dosis de estrés. Engañaría quien dijera que la visita a la ciudad no requiere planificación. El mínimo para ver lo más destacado son tres días y yo diría que una visita completa requeriría el doble de duración. No obstante, invito al visitante virtual a que se suba conmigo y recorra la ciudad en lo que he llamado tres apresurados itinerarios de la ciudad de Roma.

Pero no perdamos un momento, sígame hacia el recorrido que he llamado «del pueblo», póngase la gorra de turista, cálcese unas buenas botas en invierno y unas sandalias cómodas en verano y acompáñenme a la Piazza del Popolo. No es casual que se llame así, es junto a la Piazza di Spagna una de las más transitadas de la ciudad. A nuestro lado masas ingentes de romanos y de turistas deambulan en recorridos que a vista de pájaro resultarían caóticos y conducen al visitante como una riada que desemboca en la Piazza di Spagna. Subidos en la cresta de la ola turística y dejando atrás el Palacio de Montecitorio –sede del Parlamento- llegaremos uno de los dos lugares donde la oleada de turistas parece remansarse: la fuente o fontana de Trevi, con su tradición de tirar la moneda de espaldas a la misma, es el destino de la visita a Roma con motivación turística. Es menester tomar un delicioso helado italiano si estamos en verano, pero no se relaje todavía, muy cerca está otro lugar de parada obligada: la Piazza della Rotonda alberga uno de los monumentos más antiguos y mejor conservados: el Panteon, que data del siglo II y tiene una peculiaridad arquitectónica casi única que no pienso desvelarle. Una vez repuestas sus fuerzas, hay que atravesar de nuevo la vía del Corso y desembocar en la Piazza Navona, con una fuente diseñada por Bernini y una iglesia obra de Borromini. Las malas lenguas dicen que una de las figuras de la fuente de los ríos –obra de Bernini- se echa hacia atrás temiendo que la torre de Sant’agnese in agone –creación de Borromini- se caiga sobre él[1]. Muy cerca, el mercadillo de la Piazza de Campo dei Fiori, que ofrece un encanto sencillo y acogedor es sin duda recomendable para una segunda parada gastronómica.[2] Y si hay que elegir un lugar para culminar este itinerario, este es sin duda el Castel Sant’Angelo: mausoleo de un emperador, fortificación defensiva y finalmente archivo secreto y tesoro de la Iglesia. Suba desde la tumba de Adriano hasta la azotea del edificio –flaqueada por cuatro torreones- que hubiera inspirado al mismo Dante su subida por alguno de los círculos del infierno hacia la claridad del Cielo, respire conmigo entre unos muros que han vivido siglos desde que fueron construidos y oiga la voz de un emperador, que yace aquí sepultado, susurrarle al oído que todo en esta vida es fugaz cuando llega la muerte:

Pequeña, delicada, alma vacilante huésped y compañera del cuerpo, que ahora desapareces a allí donde todo es pálido, rígido y desnudo y no bromearás como acostumbras. [3]

Hemos ya sido curados de ligereza, empecemos el día siguiente con una buena Guía de Roma, pongámonos nuestras gafas de erudito cultivado y peregrinemos hacia la Basílica de San Pablo (San Paolo Fuori le Mura), monumento colosal y austero donde los haya. Roma se mostrará desde este lado una muy digna y venerable anciana, que luce sus mejores joyas y ornamentos pero nos mira de reojo aún escéptica de nuestras intenciones. Aquí los visitantes son menos numerosos y buscan más el arte y el culto religioso. Como es necesario subirse a un autobús para acercarse a través de la Puerta de San Pablo a los aledaños del Palatino, será necesario recuperar el contacto con el pueblo romano. Preguntaremos al conductor dónde se encuentra el Circo Massimo pero quizá deberíamos usar el verbo en pasado, porque del citado Circo sólo queda una inmensa explanada con su forma. El Circo nos dará acceso a una ciudad que se construyó entre «siete colinas» ([4]) pero que sobre todo se erige sobre milenios de historia. Tras recorrer lo que queda de él, avancemos sin temor hacia Santa María in Cosmedín que nos permitirá cumplir otra de las tradiciones romanas (meter la mano en la Boca della Veritá). Si de la verdad se trata, en honor a ella diremos que Santa María y Cosmedin, aunque su campanario es una de las mejores muestras de arte románico de Roma, no ofrece muchos más atractivos que el hecho de que en ella se celebran los oficios en rito griego. Y ahora no se despiste porque vamos a ver en sucesión algunos de los más antiguos y mejor conservados templos romanos .El templo de la Fortuna Viril –siempre necesaria- , el de Vesta – el más antiguo de Roma construido en mármol- y finalmente el Teatro di Marcello (único monumento dedicado al sobrino de un emperador [5]). Tras esto daremos con nuestros cansados cuerpos en la Piazza Venezzia. Si los cálculos no fallan, entre lo que queda del Circo Massimo y el monumento a Vittorio Emanuele (el llamado Victoriano) hemos recorrido poco más de un kilómetro pero más veinte siglos de historia. Aunque su gusto es discutible (muchos romanos lo llaman «la máquina de escribir»), no hay que dejar de apreciar una obra arquitectónica con un estilo que pertenece al pleno siglo XX dentro de un encuadre grecolatino. Si se escucha con atención se pueden oír aún el eco de las arengas que Mussolini daba al pueblo hace menos de un siglo; y por las que es aún tristemente célebre esta plaza.

Y nos queda aún una última aventura. Deshágase de la gorra de turista y póngase un sombrero de arqueólogo, lleve lupa, cuaderno de notas y abundante agua que el día se presenta largo. Salimos de de la Estación Termini, mamotreto inmenso que se halla en el mismo núcleo de Roma. Como edificio no ofrece ningún atractivo pero nos habrá permitido llegar a la ciudad ya se haya hecho la ruta en tren o en avión. Apenas a diez minutos de la Estación nos encontramos la Basílica de Santa María Maggiore; si llevamos un erudito en el grupo nos contará que su origen legendario es una insólita nevada en el llamado ferragosto romano[6].Desde ahí podemos desviarnos a San Giovanni in Laterano (San Juan de Letrán, tercera de las grandes basílicas mencionadas y catedral de Roma) o podemos seguir a través de la Vía Cavour y en poco tiempo llegaremos al mismo corazón de la ciudad. Porque en Roma late el mismo origen del mundo occidental en que vivimos: el Foro Romano, que vio la luz en los primeros siglos de historia de nuestra era y representa lo mejor y lo peor de los sistemas democráticos o dictatoriales que vendrían después (con las primeras apariciones del senado y la república pero también de las oligarquías y los imperios). Sin no me cree pasee por la Curia, que albergó el Senado Romano, y muy cerca encontrará templos dedicados por igual a dioses y emperadores (y esto quiere decir que los romanos colocaron al mismo nivel a Julio César que a Venus, Cástor y Polux) y no es difícil llegar a esta reflexión. Y si esto rompe nuestra visión idealizada de la ciudad, hay que recordar que muy cerca se encuentra un impresionante edificio donde tuvo lugar uno de los espectáculos más bárbaros que han visto la luz en una cultura. El Colosseo (Coliseo) daba como espectáculo al pueblo el asesinato encarnizado de multitud de esclavos, prisioneros de guerra y hombres de fortuna, para aplacar los bajos instintos de patricios y plebeyos[7].

Pero no nos detengamos mucho aquí. Nos espera la última de las grandes basílicas de Roma. Súbase conmigo al metro romano y bájese en la estación de Octaviano, recorra la Via della Conciliazione y acceda -si puede superar la multitud de religiosos que esperan para entrar- a la fachada de la Basílica de San Pietro. Saque ahora su cuaderno de notas y empiece a revisar los nombres de genios que han dejado su huella en este templo: Bramante, Rafael, Miguel Ángel y más tarde Carlo Maderno y los mismos Bernini y Borromini…la lista es interminable. Basta ahora atravesar sus enormes puertas para caer rendido ante la culminación de lo que el talento del hombre puede lograr si desarrolla su máximo potencial artístico. Recorra con veneración estos muros, si no es por devoción que sea por deslumbramiento ante la belleza que contemplará en la Pietá de Miguel Ángel. Si ha tenido suerte y ha pasado por los Museos Vaticanos habrá contemplado ya la única obra que ha sido considerada una digna transposición pictórica de la Divina Comedia de Dante: «El Juicio Final» en la Capilla Sixtina de Miguel Ángel [8]y descubrirá nuevos significados para el término «genio renacentista» cuando corone los 551 escalones que conducen a la cima de la cúpula de San Pietro. Y si ha llegado hasta aquí, habrá empezado a descubrir una de las más antiguas cunas de la creación artística, pilar de la devoción religiosa y destino de multitudes. Suelte ya las guías, cuadernos, sombreros, gafas y bastones, respire hondo, recorra con la vista la plaza de San Pedro y la Via della Conziliacione y divise al fondo el Castel Sant’Angelo, el río Tíber y más allá un horizonte esculpido en mármol y un conjunto de pura belleza arquitectónica arrebatado al paso del tiempo, la mayor obra artística hecha ciudad que han visto los siglos.

Y sí, en ese momento ―pero no antes–, podrá decir con orgullo y sobre todo con gozo que ha visto usted Roma.

 

 

Referencias:

[1] (AAVV: Roma y Ciudad del Vaticano. Guía Total. Madrid, Anaya, 2009. pág. 123 y ss.)
[2] http://www.disfrutaroma.com/campo-dei-fiori
[3] Esta es la inscripción original que se halla en el mausoleo:
ANIMULA VAGULA BLANDULA HOSPES COMESQUE CORPORIS QUAE NUNC ABIBIS IN LOCA PALLIDULA RIGIDA NUDULA NEC UT SOLES DABIS IOCOS
http://es.wikipedia.org/wiki/Castillo_Sant’Angelo
[4] “Roma empezó en el monte Palatino y después se extendió por los vecinos Esquilino y Quirinal. Entre estas colinas quedaba una llanura pantanosa que desecaron (…) Y, al poco tiempo, todo ese conjunto se rodeó con la muralla de Servio Tulio, que abarcaba ya las siete colinas, incluyendo las de Viminal, Celio, Aventino y Capitolio” (ESLAVA GALAN, Juan: Roma de los Césares. Barcelona, Planeta, 1989, pág. 58)
[5] http://es.wikipedia.org/wiki/Teatro_de_Marcelo
[6] http://www.ciberia.es/~jmarti/SANTA_%20MARIA_%20LA_%20MAYOR.htm
[7] Se calcula que en el Coliseo murieron unas 200.000 personas. http://es.wikipedia.org/wiki/Coliseo
[8] http://www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/90_jul_ago_2006/casa_del_tiempo_num90-91_87_93.pdf

 

Fe de erratas. Este texto ha sido modificado (2014/11/23) después de su publicación: Se cambió el río al que se hace mención, no era Arno sino Tíber.