El Camino de Santiago como metáfora de la vida

Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela.

Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela.

CUALQUIERA QUE HAYA hecho el Camino de Santiago sabe que es una experiencia de calidad excepcional, pero si lo es no se debe sólo a un elemento, sino a una conjunción de varios. Algunos de ellos son de carácter «físico» o deportivo (desplazarse kilómetros sin medios de transporte modernos[1]) pero también se dan elementos  que apuntan a un significado profundo o un sentido trascendente, según se mire. Y junto a estos factores, que se podrían vivir igualmente en solitario, está también el sentido social o de grupo, que fomenta los mejores valores de cercanía, hospitalidad, solidaridad, escucha activa y empatía. Pretendemos en este artículo comprender el Camino de Santiago como una fuente de significado para el caminante, una especie de metáfora de su propia vida. La ruta jacobea no se emprende sin la meta, el  objetivo es la ciudad de Santiago, pero es el propio Camino, y no la meta, lo que transforma al caminante.

Se conoce sobradamente la historia del Camino de Santiago: su elemento fundacional es el hallazgo del sepulcro de Santiago a comienzos del siglo IX  por el eremita Pelagio, tras ver varias noches consecutivas una lluvia de estrellas en un campo cercano a su retiro («Campo de estrellas» es un significado posible para Compostela[2]).Desde el primer momento tenemos por tanto el elemento sobrenatural y también un significado profundo ligado a lo material: la piedra del sepulcro del apóstol (también la de la barca  sobre la que se apareció la virgen a Santiago en Muxía [3]).La piedra es elemento fundamental de las arquitecturas del camino y también símbolo en el camino del peso de la penitencia del que el peregrino se libera en los miradores o humilladeros.

Sabemos que los restos del apóstol han sido traídos por sus discípulos Atanasio y Teodoro desde Jerusalén, donde ha sido muerto en martirio. Precisamente en dicho traslado aparece también el símbolo de las conchas o veneras, cuando al pasar la barca por Bouças, en Portugal, un caballero se hunde en las aguas y lo recogen milagrosamente ileso y cubierto de conchas. Por último y para completar la historia, la reina Lupa (de Loba) originalmente pagana por ser hija de un rey moro, pese a su oposición original acaba convirtiéndose al cristianismo al conocer los milagros que se realizan en torno al cuerpo del apóstol,  cede una propiedad suya para que lo entierren y se construye allí una pequeña iglesia.

Después de esto los textos de los eruditos de la época y la concesión del privilegio del jubileo en Compostela por el papa Calixto II en 1120 hacen el resto, convirtiendo Santiago en un lugar de culto y peregrinación.[4]

Vemos por tanto que elementos simbólicos como la piedra, el lobo (la reina Lupa) o las conchas van tejiendo en la historia más o menos mítica de Santiago un significado que culmina en el Pórtico de la Gloria y la plaza del Obradoiro, sobre la que volveremos

La ruta jacobea consiste básicamente en moverse en una dirección clara y única. Casi todas las actividades humanas están llamadas a producir algo, ya sea material o inmaterial, sin embargo el acto de desplazarse o caminar no produce aparentemente nada, no se persigue transformar el mundo, sino más bien conseguir una renovación interior. De ahí de nuevo el símbolo de la concha, que remite al órgano sexual femenino y ha sido adaptada desde la mitología (la imagen de Venus surge de una concha) hasta la religión, en que simboliza el renacer espiritual o la resurrección. Lo que se persigue no es que el viajero pase por el Camino sino que el mismo lo transforme. Como cualquier viaje iniciático, la ruta jacobea es un proceso de superación personal en que se trata de ir desprendiéndose de lo que sobra para quedarse con lo verdaderamente esencial, lo que se necesita para avanzar. Se convierte así en una metáfora de «la vida, la existencia personal y también el modo de vida»[5]; en él  hay dificultades, compañeros y también «enemigos», pero todo ello ceñido a la consecución de una meta clara: llegar a Santiago de Compostela y la tumba del apóstol.

En los caminos aparecen también innumerables construcciones arquitectónicas plagadas de simbología. Según algunas interpretaciones la hermandad de los constructores  y algunas órdenes religiosas ligadas al Camino «(…) coincidían en un punto. Cada uno, por medio de su oficio y dentro de él , buscaba una transformación profunda de si mismo y un conocimiento profundo de Dios (…) y uno de los mejores medios para llevar a cabo tal ascesis era recorrer el Camino hasta la tumba (…) del santo»[6] A lo largo del camino vemos elementos simbólicos [7] como bestias, centauros que disparan sus flechas, pájaros de cabeza humana y cola de serpiente , tallos que florecen de bocas de máscaras, el trébol como símbolo del ciclo solar y muchos otros.[8]

Sin embargo, este sentido esotérico  es sólo una de las capas de significado del Camino, la más frecuente es la de los hombres que trascendiendo una vida sencilla, hacen de la ruta jacobea su propia ruta de perfección interior que cada cual debe buscar. Precisamente la eficacia del itinerario que plantea la ruta jacobea es la sencillez de la mayoría de sus símbolos de tal manera que es flexible para adaptar a ella un sentido propio. Cada caminante puede dotar de su propio significado a los caminos, las flechas que indican la dirección, las conchas como renacimiento o la misma catedral de Santiago como meta trascendente. Y como en toda carrera, itinerario o búsqueda, la meta es la que dirige y en la que confluyen todos los elementos vividos. En el caso del Camino de Santiago es la Plaza de Obradoiro, el Pórtico de la Gloria y la tumba del apóstol, al que se abraza ritualmente. Concluiremos nuestro breve itinerario con la sensación del viajero al llegar a la misma:

¿Qué produce la sensación de libertad en la plaza principal de Santiago de Compostela? Desde luego la suntuosidad de la fachada de la catedral, sin duda la amplitud del espacio diáfano enmarcado por cuatro arquitecturas impresionantes, seguramente la ausencia de vida comercial. Pero nos atrevemos a decir que por debajo de ello subyace una conexión con una energía espiritual que podría beber de las huellas de todos los peregrinos que han pasado por ella.  No hay que olvidar que el Hospital de los Reyes Católicos (hoy hotel) fue el primer albergue de peregrinos, que el impresionante Pórtico de la Gloria fue el lugar que tocaban después de una larguísima peregrinación en que podían encontrarse con ladrones, lobos o trifulcas entre los propios peregrinos. En aquellos tiempos emprender una peregrinación requería más valentía que hoy día, había un riesgo físico, de enfermar, de no volver nunca al a seguridad del hogar…Pero pese a todo emprendían el viaje.

Y al llegar a su meta final el peregrino ponía su mano en el árbol de Jesé en el mismo parteluz del Pórtico de la Gloria (hoy desgraciadamente no se puede seguir esta tradición dado que está protegido) y si conocía algo de la cultura de la época sabía que en la base del pórtico quedaban sepultadas sus pasiones , representadas en leones, lobos y grifos [9] Encima del árbol de Jesé veían la imagen de Santiago, que les había guiado hasta ahí y por encima de él como fuente de toda autoridad Cristo, en perfecta ordenación, flanqueado por los evangelistas, los ángeles y  los apóstoles y coronado por los veinticuatro  ancianos del Apocalipsis. A un lado el purgatorio y a otro el juicio final. No hay en esta cosmología ningún elemento que esté fuera de lugar; y está plasmado con tal armonía que es difícil sustraerse a la sensación de que todo en el mundo está donde debe estar. En la fachada del Hospital de los Reyes Católicos, aunque muy posterior, vemos la misma ordenación simétrica con Jesucristo, Dios Padre, los evangelistas, Santa Lucía y Santa Eulalia. Y a un lado y otro, como emanando de este poder religioso absoluto, el escudo de los reyes católicos. Sabemos que esta visión del mundo es reducida y sesgada, sabemos que no hay lógica en la fundamentación de un poder político por parte de una autoridad divina, pero a pesar de todo no es fácil sustraerse a la sensación de equilibrio, unicidad, armonía y orden que se deduce de la contemplación de esta hermosa plaza, de la que se desprende una profunda paz.  Sentimos nostalgia de un orden unitario, de un equilibrio armónico; y en nuestro mundo moderno en que sólo podemos tener certeza de lo que constatan nuestros sentidos con la ayuda de precisas herramientas científicas, cualquier peregrino que haya hecho el Camino y llegado hasta aquí sentirá – ya sea en forma de nostalgia, o con profunda certidumbre- conciencia de lo Eterno.~
Referencias:

[1] “Caminar a través de la naturaleza, por prados, bosques, estepas, montañas, junto a ríos; poco a poco el cansancio físico se supera, etapa tras etapa se adquiere un ritmo propio que está en armonía con el ritmo de la naturaleza, que se encuentra en sintonía con las corrientes telúricas del cielo y de la tierra, en sintonía incluso con los elementos- cualquier excursionista o montañero habituales podrían hablarnos de ello-“
ALARCÓN, Rafael: A la sombra de los templarios. Los enigmas de la España mágica. Barcelona, Editorial Martínez Roca, 2002. Pág. 61
[2] Campus Stellae. Otros hablan de Campus Apostoli y hay quien defiende Compositum Stellae (cementerio de estrellas).
LERALTA, Javier: Las peregrinas cosas del Camino de Santiago. Madrid, El Senderista, 2010, Pág. 17
[3] “Esta piedra no es la barca en la que afirma el vulgo que vino el apóstol sino donde fue echado, la cual se abrió luego como hemos dicho”
MARIÑO FERRO, Xosé Ramón: Leyendas y milagros del Camino de Santiago. Castellón, Ellago Ediciones, 2010. Pág. 43
[4] http://spainillustrated.blogspot.com.es/p/el-camino-de-santiago.html
(para un recorrido histórico más completo)
[5] MARIÑO FERRO, Xosé Ramón: Leyendas y milagros del Camino de Santiago. Castellón, Ellago Ediciones, 2010. Pág. 200
[6] ALARCÓN, Rafael: A la sombra de los templarios. Los enigmas de la España mágica. Barcelona, Editorial Martínez Roca, 2002, 2ª edición, Pág. 62
[7] “ponemos en acción el poder del símbolo para captar lo impalpable y alcanzar lo inteligible a partir de lo sensible” (ALARCON, Rafael.op. Cit., Pág 60)
[8] Se puede hallar una breve recopilación de símbolos templarios en el siguiente enlace, pero no lo puedo reseñar como fiable pues no cita la fuente:
http://www.infantesdigital.es/templarios/2.pdf
Mucho más extenso y documentado es el libro ya citado de Rafael ALARCON: A la sombra de los templarios. Los enigmas de la España mágica. Barcelona, Editorial Martínez Roca, 2002, 2ª edición
[9] No en vano las primeras páginas de la Divina Comedia de Dante establecen la loba como símbolo de la avaricia y el león como de la soberbia.