Estimado (¿?) Doctor
Un texto de Jocelyn Silva
Estimado Doctor:
Me preguntas cómo estoy, cómo me siento. ¿Mi cara de dolor no te lo dice? ¿Mis ojeras no responden tus preguntas? ¿No te basta verme llegar casi a rastras cuando hace dos meses estaba bien? Ahí la llevo, respondo. Ahí la llevo. Estoy que me carga la reverenda chingada. Me duele, me quema, me pica, me causa insomnio, me tiene como zombie, vomito, no puedo comer ni beber, estoy deshidratada e inflamada; ¿conoces el infierno? Pues mira, algo así pero más culero.
Me preguntas mis síntomas por centésima vez en no sé cuánto tiempo. Toma, te hice un bonito resumen para que dejesdeestarchingando,nomames sea más fácil para ti atenderme. Me tocas, duele. ¿Y aquí?, dices. Que duele. ¿Y si doblo? Duele. ¿Y si estiro? Duele. ¿Esto molesta? (me aprietas el abdomen como si comprobaras la madurez de un aguacate queriendo hacerlo guacamole ahí mismo.) DUELE. ¿Y si…? Sisiguesapretandotevoyaapretarloshuevoshijodetupinchemadre.
Más que despreciable Rojo, serás un buen médico (¿según quién?), tendrás en tu consultorio reconocimientos y diplomas, fotos con famosos, pero eres un inepto de mierda. Te escucho decirle a mi madre que ella tiene un ENORME problema, que me interne en un hospital PSIQUIÁTRICO igual de mierda que tú. Que finjo. Que soy una pendeja por no querer tomar antidepresivos. Que tú sabes y yo no. Que hice mal pidiendo una segunda opinión. Que… Que… Que… ¿Pues sabes qué?
Interrumpo aquí mi escritura porque te pateé en los huevos, te rompí el tabique de la nariz, te apuñalé en cada uno de los dieciocho puntos de dolor, estrujé tu páncreas y te hice vomitar la cena de hace dos días, te taladreé la cabeza de lado a lado y entre las cejas, te hice dormir profundamente y despertar sudado, con frío y en un estado alterado de conciencia; te hice tragar diez mil pastillas, incendié tu estómago y tus ojos, te partí las piernas en dos y metí alambres en tus veinte dedos para dejarlos rígidos; te escupí, destruí tu autoestima y te hice añicos.
Se te olvida que soy un ser humano. Te olvidaste de tu maldito juramento hipocrático. Te regodeas en dinero y en el tiempo de espera de tus pacientes. No ves más allá de números. Te vale madre el dolor de otro ser viviente. Tú sólo cobras. Cambias de asistente para verle las tetas después. Para cogértela y luego despedirla. Eres lo más mierda que puede ser un hombre. Si pudiera, ya te habría…
Respiro. Mi terapeuta, de la mitad de tu edad pero mil veces mejor que tú me recomendó conservar mi paz mental. La religión en la que me crié pero que ya no sigo me dice que te perdone, inventa una parábola para convencerme. Pero sabes, cada vez que me topo contigo te destrozo. No por lo que me hiciste a mí, sino por lo que le hiciste a mi madre. Eso, cabrón, nunca te lo perdonaré.
Con profundo odio y desprecio,
J.~
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