La muchacha cola de zorro, de Marisol Vera: pequeños cuentos fantásticos y grotescos | reseña

Una reseña de Fernando Corzo #literaturaDigital

 

MARISOL VERA GUERRA (Tamaulipas, 1978) es psicóloga y escritora. Se mueve entre la novela, la poesía, el ensayo, la dramaturgia y el cuento. Ha publicado varios libros, entre ellos Imágenes de la fertilidad (proyecto becado y editado por el Instituto Tamaulipeco para la cultura y las artes), Gasterópodo (Ediciones el Humo), Canciones de espinas (Ediciones Poetazos) y La muchacha cola de zorro, libro editado por Bitacora de Vuelos Ediciones. Marisol Vera es, además, dibujante, tallerista, editora y, para redondear su versatilidad artística, realiza videopoemas y performances.

Esa versatilidad, que se nota en la facilidad con que transita de género en género, de arte en arte y de profesión en profesión, se hace visible en La muchacha cola de zorro, libro que reúne doce cuentos y unas cuantas ilustraciones realizadas por la misma autora. En él, el lector encontrará todo tipo de historias, que van desde el plan homicida de un escritor hasta la fabulosa historia de una chica de cola de zorro que emprende un viaje hacia la montaña en busca de un tesoro. El lector también encontrará distintas temáticas, entre ellas el oficio de escribir, el sueño, el espectáculo de masas y –quizá el más relevante en su escritura– la maternidad.
A lo largo de las páginas del ebook desfilan personajes grotescos y fantásticos, feos y bellos. Algunos parecen sacados de una película de terror y otros de los sueños más alucinantes. Aparecen en escena una mujer con un solo ojo, un jorobado, un parásito que se alimentan de mentes perezosas, varias orugas que transitan por el interior de la cabeza de una niña cuya imaginación se desborda en bandadas de mariposas, un niño de veintidós cabezas, una reina que se saca el corazón, lo bota al aire para ver cómo éste se convierte en un ave de alas descomunales, y, por supuesto, una muchacha con cola de zorro anhelante de libertad.

Cada cuento está escrito con un lenguaje limpio y cuidadosamente trabajado. Sólo el cuento que da título al libro es extenso en comparación con los demás, que no alcanzan a superar la cuartilla. Pero bastan esas pocas palabras escogidas milimétricamente para producir el shock que todo cuentista quiere causar en sus lectores. Son diminutos, diminutos como un insecto, y si los vemos de cerca descubriremos que están anatómicamente bien construidos. Todos sus miembros están perfectamente distribuidos para cumplir con su función, que es picar al lector, quien queda con el escozor de haber descubierto una verdad que incomoda o con la sensación de querer saber qué pudo haber pasado con ese cuento de final abierto.

Muchos de los cuentos incluidos brillan por su agudeza. Los buenos autores preparan ese instante, lo concentran para que en cualquier momento estalle y deje al lector encerrado en una verdad. Así, por ejemplo, lo que en principio puede ser sólo la descripción surrealista de una pesadilla pasa pronto a convertirse en una potente crítica a la sociedad de consumo, a los medios de entretenimiento o al sistema de maternidad. Las técnicas que emplea para causar ese efecto a veces son arriesgadas. En uno de sus cuentos osa empezar con la formula “Había una vez”, tal como empiezan los cuentos más tradicionales, y en otro apela a jugar con el lector proponiéndole tres finales posibles. El resultado de estas operaciones técnicas resulta siempre agradable.

Estos pequeños cuentos nos invitan a soñar, a descubrir los miedos y los anhelos que se esconden en nosotros, y, sobre todo, a disfrutar de la literatura. Muchos de ellos nos invitan, particularmente, a adentrarnos en la mente de las mujeres, a ver el mundo desde la óptica femenina.

La autora es respetuosa con el tiempo del lector. En menos de un minuto nos cuenta algo importante, y lo hace con maestría. Vale la pena sacar el celular o el dispositivo que tengamos a la mano, buscar el libro, que solo se encuentra en formato digital en internet, y sentarse a degustar esas palabras tan bien medidas.

No hay excusa para no leer literatura de calidad. Está al alcance de cualquiera, y de forma gratuita.~