Punto y coma; Necesitamos hablar sobre la violencia

Un texto de Bitty Navarro — ;ene

 

NECESITAMOS HABLAR SOBRE la violencia. Necesitamos hablar sobre nuestra especie. Necesitamos hablar claro, sin rodeos, sin endulzar y sin exagerar. Y lo necesitamos porque llevamos mucho tiempo tratando de negar un hecho innegable: los seres humanos, homo sapiens sapiens, somos animales. No solo eso, somos quizá el único animal que sistemática e implacablemente ejerce violencia contra miembros de su propia especie en nombre de querer sentirse un animal racional.

Claro, tenemos la capacidad de raciocinio; sí, somos diferentes a otros animales. Y con esa diferencia vienen cosas positivas, desde el arte, las humanidades, la filosofía, los avances científicos que nos permiten comprender mejor lo que nos rodea, nuestros aspectos rituales enfocados hacia la estética y lo bello, y mil cosas más. Pero con esa diferencia viene un lado oscuro fuerte: nuestra sociedad está construida, en todos sus aspectos, con raíces en el ejercer violencia cruel e innecesaria de forma sistémica hacia otros.

¿Suena exagerado? Piensen en lo que es competencia para un león y lo que es competencia para un humano. Los primeros compiten por ser el alfa, por tener cierto status como proveedores, pero compiten siempre de forma instintiva y con una finalidad explicable según el instinto de supervivencia. Compiten, sí, se agreden, sí, pero siempre siguen una línea rectora: compiten contra otros de su especie para sobrevivir mejor. ¿Y los humanos? Los humanos competimos contra otros de nuestra especie por el puro gozo de sentirnos superiores, de sentir que podemos más, de sentir que somos, disculpen mi francés, los chingones de chingones.

[pullquote]Necesitamos hablar sobre la violencia, pero necesitamos hacerlo rápido y saliendo de nuestras propias preconcepciones sociales sobre qué es violencia y qué no.[/pullquote]

A mí no me gusta idealizar las cosas. No creo en un pasado menos violento; creo, de hecho, que estamos viviendo una de las épocas menos violentas de la historia — y eso que, como todos sabemos, vivimos en una época muy violenta. Sin embargo también creo que apenas estamos comenzando a comprender qué significa violencia en el contexto de nuestra especie. Nuestra especie no sólo ejerce violencia física o sexual, las expresiones físicas de violencia son sólo una pequeña parte de la violencia sistémica que ejercemos los humanos sobre los humanos. Creo que apenas comenzamos a aprender que la violencia que ejercemos tiene dimensiones antes insospechadas y que comienza, nada más y nada menos, que en el seno familiar a la hora en la que nos empiezan a transmitir los supuestos deberes y obligaciones de un humano.

Las implicaciones de esto son, claramente, enormes. Implica, entre otras cosas, que de forma inconsciente somos violentos con nuestros hijos desde el día en que empezamos a enseñarles a «ser humanos». Eso a su vez revela que nuestro sistema es uno opresivo, violento, aniquilador y que lo es de raíz.

Necesitamos hablar sobre la violencia, pero necesitamos hacerlo rápido y saliendo de nuestras propias preconcepciones sociales sobre qué es violencia y qué no. ¿Acaso no es violento obligar a un niño a jugar con Barbies si quiere jugar con carritos, sea cual sea su sexo de nacimiento y definitivamente sean cuales sean las ideologías propias de los padres? Desde que comenzamos a imponerle roles y obligaciones a  nuestros hijos, lo hacemos a costa de su individualidad. Desde que los metemos al kínder les enseñamos que el que se saca un diez es mejor que el que se saca un seis. El que se saca un cinco, ése niño de 5 años que se sacó un cinco es un perdedor: reprobó. No nos cuestionamos por qué se sacó ese cinco, no abrimos la mente a que quizá ese niño que se sacó un cinco no lo hizo por perdedor, sino por algún otro motivo —desde violencia familiar, violencia en su entorno inmediato o quizá por el sencillo hecho de que se está volviendo un individuo y no se le pegó la gana pasar la clase de aritmética básica porque no le gusta la aritmética—; no, no nos paramos a pensar eso, desde tempranas edades nos enseñan, y posteriormente cuando tenemos hijos propios les enseñamos a los nuestros, a medir a quien está a un lado según lo que vale, según un número, una economía de valor con más especulación e inestabilidad que la de los bancos de inversión y el negocio de las hipotecas.

Hasta los menos violentos entre nosotros, ejercemos violencia: especulamos, jugamos, oprimimos, juzgamos y violentamos a otros porque pensamos que la gente vale por X o Y cosa que nos ha enseñado la sociedad. Los Otros, querido lector, valen por el simple hecho de ser. De ahí en adelante todo es adorno, todo es pompa y emperifollaje, todo es producto de ese raciocinio que tanto amamos, ese raciocinio que nos impide salirnos de tanta chaqueta [masturbación] mental sobre quién es quién y por qué, esas chaquetas mentales que nos llevan a pensar que todos debemos, podemos y tenemos derecho a ser el chingón de chingones —y sepa Dios qué carajos es eso de ser un chingón de chingones, porque francamente, yo no lo sé.~