No hay retorno


 

En las traducciones de Wislawa Szymborska al castellano percibo la inteligencia, la ternura, el humor, la empatía, la seducción, la paciencia, de la autora. No hay retorno después de leerla. ¿Cómo quitarse esa arellina que se posa en los ojos luego de descubrirla.

 

Un poeta lee poemas a unos ciegos.

No se imaginaba que fuera tan difícil.

Le tiembla la voz.

Le tiemblan las manos.

 

Siente que cada frase

debe superar la prueba de la oscuridad.

Tendrá que arreglárselas solo,

sin luces ni colores.

 

Peligrosa aventura

para las estrellas de sus poemas,

para la aurora, el arco iris, las nubes, los neones, la luna,

para los peces hasta ahora tan plateados bajo el agua

y los azores tan callados, altos en el cielo.

 

Lee -porque es ya demasiado tarde para no leer-

sobre el niño de la cazadora amarilla en el verde prado,

sobre los rojos tejados que se pueden contar en los valles,

sobre los vivaces números en las camisetas de los jugadores

y sobre una mujer desnuda tras una puerta entreabierta.

 

Quisiera omitir -aunque eso no es posible-

a todas aquellos santos en la bóveda de la catedral,

aquel gesto de despedida desde la ventana del vagón,

la lente del microscopio y el destello en el anillo,

y las pantallas y los espejos y el álbum con rostros.

 

Pero es grande la cortesía de los ciegos,

grandes su comprensión y su magnanimidad.

Escuchan, sonríen, aplauden.

 

Alguno de ellos incluso se acerca

con un libro abierto al revés

pidiendo un autógrafo invisible para él.

 
[Traducción de Elzbieta Borkierwicz.]
 


 
El orgullo un animalito que se roe las uñas.
 


 

Fiestas para preparar otras fiestas. En otras parejas encontrarás lo que esperabas llegaría hoy. Posponer. En el futuro cuartos oscuros con la música correcta. Un sitio donde puedas ver y ser visto durante horas.

 


 

En los otros autores encontrar mi respiración. Vértebras en la garganta. Tocar con los dedos el paladar y las encías.

 
Concurso
 
O cuando nos explicaba, quizá por enésima vez,
sobre el concurso de oratoria que, entonces aún
ella, joven estudiante de derecho, ganó, casi ganó, aunque
tenía contrincantes de peso, y cómo todos
estaban sorprendidos de que una mujer ganara, casi ganara,
y no un hombre, un futuro abogado o juez;
resultó ser la mejor, casi la mejor, aunque formalmente
fue a otro a quien otorgaron el primer premio,
y ése había sido su mayor éxito,
y cómo nosotros escuchábamos ese relato, más tarde, mucho más tarde,
irónicamente, un poco aburridos, pensando: “también ahora
estás tomando parte en un concurso, sólo que invisible,
como la mayoría de las competiciones de este tipo,
y quisieras que nosotros te otorgáramos los laureles
que en esa ocasión te negaron”,
y cómo quisiera ahora otra vez
escuchar ese relato de madre
sobre el concurso en el que casi ganó
y me parece que después de décadas
del infatigable trabajo de su memoria
ganó realmente.
 
Asimetría
Adam Zagajewski
Traducción: Xavier Farré
 


 

Disfruto los spoilers desde niño. Le pedía a mamá me contara los finales de las películas. El internet de la casa es pésimo. Al teléfono de Andrea llegan las notificaciones de gol cuatro minutos antes de que sucedan en la transmisión que sigo. Me fascina imaginar las posibilidades que existen en un tiro de esquina que ya tiene un destino.