ESP-MAR: España ni está, ¿ni se la espera? | Rusia 2018

Por Francisco Romero Herrero

Acababa mi crónica anterior, advirtiendo de que el Fuego Persa podría chamuscar a Portugal y así fue. Estuvimos a punto de un Irán-Rusia y un Uruguay-España en octavos si el último balón no se estrella en el lateral de la red. Pero no, tras seis partidos que no pasarán a la historia de los mundiales y cinco últimos minutos de infarto, el resultado adolece de cualquier atisbo de romanticismo: España-Rusia y Uruguay-Portugal.

España ya no engaña a nadie. No ilusiona, no transmite confianza y mucho menos hambre. No hay ganas de Mundial. Parecería como si todos hubieran optado por hacerse un Lopetegui y estar pensando en dónde van a jugar la temporada que viene en lugar de creerse que pueden llegar al 15 de julio. Bueno, todos no. Isco, no. Isco tiene vergüenza torera y las pide todas. Baja a recibir, regatea, distribuye, hace la pared y remata. Y cuando esto pasa, los demás salen un minutito de su letargo, de su cansina cadencia y por un momento vuelven a parecer Diego Costa, David Silva o Don Andrés Iniesta, y corren, se desmarcan y circula el balón deprisa. Y en ese momento hay un uy o un gol. Y nos venimos arriba. Y pensamos, ya está, esta sí es mi selección. Ahora sí que sí. ¡Vamos, España! Pero no. Al minuto todo ha vuelto a su ser y el balón va de un jugador a otro despacio, muy despacio y en horizontal. No hay profundidad. No se encara. No hay desmarques y España se pone a jugar al balonmano como si hubiera un línea imaginaria en la frontal del área que no se pudiese pisar.

Jugar al balonmano no es el problema. El problema es que los demás equipos sepan que corriendo a la contra te pueden ganar. Si al atacar hay apelotonamiento de efectivos, al defender hay un verdadero abismo entre defensas. Piqué y Ramos se saludan desde lejos. Visto lo visto, pim pam pum patadón parriba y a correr hasta plantarse delante de De Gea, que ayer hizo su primera parada.

Está claro que España no está. Lo que no sé es si quedarme a esperarla. Siempre piensas que con el transcurso de los días el equipo va a mejorar, que la caraja de Silva no puede durar más tiempo, que el que está jugando es el hermano gemelo de Carvajal, que Busquets ya no puede perder ni un balón más, que Ramos no puede haberse olvidado de saltar o que Hierro por fin meterá a dos delanteros. Pero me conozco. Hoy no doy dos duros por ellos. Mañana me animaré al ver que los demás tampoco van sobrados. El jueves escucharé que se avecinan cambios en el once y convenceré a quien me quiera escuchar de que Aspas será titular. El viernes estaré haciendo cábalas de con quién nos toca en cuartos. El sábado disfrutaré como un enano cuando Suárez o Ronaldo queden fuera. Y el domingo (que pasará a la historia por ser el primer domingo veraniego sin siesta en España) les perdonaré de nuevo todo a los mismos once almas de cántaro a los que estoy poniendo a parir ahora y volveré a pedir el VAR para que ganemos 2-1 y ustedes tengan que seguir sufriendo mis crónicas.