Elementos raros de la tabla periódica
Oldboy. La primera ocasión en un cine enorme y con música en vivo. Edipo y Hamlet. Las búsquedas de la verdad. Incesto. El pasillo y la coreografía de la violencia.
Un buzo desayuna en el metro. Un karateca metafísico deja en las bancas del parque jirafas de peluche. La humildad es algo tan inusual como los elementos raros de la tabla periódica. Leminski.
un día
uno iba a ser homero
la obra nada menos que una ilíada
después
las cosas complicándose
se podía ser un rimbaud
un ungaretti un fernando pessoa cualquiera
un lorca un éluard un ginsberg
al final
terminamos el pequeño poeta de provincia
que siempre fuimos
detrás de tantas máscaras
que el tiempo trató como a flores
Kriller 71. Traducción Aníbal Cristobo.
Lengua extranjera. Intenté durante una década leer a Proust. No encontraba a qué asirme hasta que apareció un ejemplar de Un amor de Swann. A partir de ahí solo hubo sorpresas: ese final vertiginoso de las muchachas en el segundo tomo, Swann al confesar su enfermedad, Marcel al reconocer un texto suyo en el periódico, la noticia de la muerte de Albertine.
Miguel Ángel Hernández y yo éramos los alumnos más jóvenes e indisciplinados de Daniel Sada. Teníamos cerca de 30 y jugábamos cada semana a escribir y leer diez cuartillas de unas novelas inservibles. Sada nos alentaba: “Lo bueno comienza a los 40. Cuando tengan esa edad comenzarán a comprender a Proust. Tendrán algo en la cabeza y ese algo les servirá para escribir.” A mí me aconsejaba: “Debes ponerte serio. Dejar la poesía. Creo que tu camino está en la novela”. No respondí y aún no lo hago.
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