Correspondencia Madrid: Aprender a aprender, el partido de España
Es una de esas noches en las que apetece de todo, igual de bien es salir con los amigos y palpar un poco el ambiente de las zonas con más movimiento de la ciudad o quedarse en la terraza del bar de Chuchi a escasos metros de casa. El calor que acompaña hace que uno se tome unas cervezas a la vez que se mantiene una distendida conversación con el parroquiano en cuestión, sin embargo a medida que se acercan las ocho de la tarde la gente comienza a apresurarse hacia sus casas, al bar donde ha quedado con los colegas, las tiendas cierra minutos antes de lo habitual. Por si no lo adivinan, o mejor aún, supongámonos que son de esa clase de personas que, idílicamente, han logrado escapar de la vorágine mundialista que nos ocupa durante el mes de junio cada cuatro años, ante esa situación no puedo más que descubrirme y decir…chapó, pero a lo que íbamos que no es cuestión ahora de cimentar el relato en las críticas positivas a los “no mundialeros”, estamos ante el segundo partido de la selección, de la “roja”, la que nos cautivó con su juego preciso y precioso hace una semana.
Desde Sttutgart, una de las más privilegiadas entre todas las ciudades europeas, nos espera la selección para degustar, se presupone, de otro gran partido. No se puede esperar ser menos cuando enfrente está el equipo tenía a Túnez. Probablemente sea mucha chulería y hay razones para pensar que el equipo africano vera puerta en varias ocasiones que no en balde es uno de los últimos campeones de África. Un continente al que han arribado en los últimos tiempos muchos de los entrenadores que consiguieron ganarse el respeto al otro lado del mediterráneo a base de aplicar garra, fuerza y profundos conocimientos tácticos en sus equipos. Y eso es lo que representa hoy en día parte del fútbol del continente negro: grandes jugadores, exquisitos algunos, pero desgraciadamente amordazados y relegados a realizar un fútbol muy físico, debido en parte también a sus extraordinarias condiciones atléticas. Pero Túnez no es cien por cierto negro: antiguo imperio otomano, donde floreció la imponente ciudad de Cartago y cuyos habitantes actuales (tunecinoos) descienden de los indígenas Beréberes.
Volviendo a la ciudad donde será el partido, Sttutgart, ciudad rodeada de colinas y viñedos nos podemos encontrar unos de los museos que a buen seguro más llamarán la atención a quienes hacen del motor su “modus vivendi”. Estoy hablando de los museos de Mercedes-Benz y Porsche. Es en este punto donde (por fin) voy a empezar la crónica del partido, y es que en el partido los dos equipos se comportaron como si de una visita lúdico-cultural se tratara, me explico. Normalmente cuando estás dispuesto a realizar una visita cultural, te encuentras sorpresas, algo que no está explícitamente indicado en los panfletos o itinerarios marcados pero que pasan, esto es lo que le pasó a España en su viaje por la primera fase del mundial, de repente un extraño. Y no porque el equipo tunecino no hiciera méritos, la verdad es que España había creado muchas expectativas de juego, fútbol de control, sosiego en el centro del campo, etc. que era imposible que esto fuera un sueño, había que ratificar lo visto el pasado miércoles contra Ucrania, y en estas vinó esa sorpresa que comentaba anteriormente, un error en la zaga, como si el chofer que tenía que conducirnos se hubiera equivocado de ruta. Allí estaba Mnari para aprovecharse del error del conductor y vendernos esas toallas que nunca vamos a utilizar y que molesta cargar con ellas durante todo el trayecto. Esto es lo que debió pensar el combinado español porque a partir de ese instante pareció como si fuera un tormento llevar más equipaje de lo normal, acostumbrado a ir siempre tan ligero. El viaje había empezado movidito y no había visos de llegar a buen puerto y disfrutar de nuestra visita a Sttutgart, así que los primeros cuarenta y cinco minutos se hicieron cortos por las ansias de remontada, se llegó al descanso en un suspiro y a reponer fuerzas, que las íbamos a necesitar. Algo debió decirle el chofer, Luis, a uno de los guías del lateral, Pernía, porque en la segunda mitad se ofreció mucho más de lo que lo había hecho en la primera parte y hubo continuas llegadas al fondo del campo. Parecía que tras los cambios (Cesc por Senna y Raúl por Luis García) el rumbo podía corregirse, desde luego el chofer puso todo su empeño en ello y las audio guías no dudaron en cantar las excelencias de juego del equipo: a su izquierda tienen a Pernía, uno de esos laterales que atacan más que defienden y cuyas subidas crean más de un quebradero a las zagas rivales por sus centros y disparos de larga distancia, a su derecha Sergio Ramos, un chaval llamado a marcar una época en la defensa, en el centro Xabi Alonso, Xavi Hernández y Cesc Fàbregas, los guías, y todos nos van a acompañar a buen puerto, al Destino.
Un último cambio, la última rueda que faltaba por poner. Y Joaquín encara a su espero pone un pase que deja pasar Cesc y allí está, el que “nunca hace nada”: Raúl, que consigue por fin, tras setenta minutos, enderezar completamente el rumbo y acercarnos un poquito a donde queríamos llegar. Y llego Torres y se encumbró al mundo para decir <<aquí estoy>>, dispuesto a plantar guerra, <<Sí, Luis ha confiado en mi, ¿me habrá visto algo, no?>> repetía. Este puede ser el mundial de Torres, y de Xabi Alonso, y de Xavi, de Cesc, y de Villa, y de Puyol… y por qué no de Raúl y de Luis Aragonés. Contra Ucrania el equipo venció con todo a favor, ayer se hizó con factores en contra, sin renunciar a un estilo de juego. Anoche hubo muchas sonrisas, muchos semblantes de alegría, pero entre todas ellas deslumbraron las de estos dos últimos. ¿Confianza mutua? ¿Confianza en un logro? Este puede ser el campeonato de España. Ayer España aprendió a aprender, España volvió a sonreír.
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