Irreverencias maravillosas: Los «otros»
Un texto de Lola Ancira. Ilustración ‘boysgirls books’ de Caroline Paul (para el Ted)
El género es una construcción cultural;
por consiguiente, no es el resultado causal del sexo
ni tan aparentemente fijo como el sexo…Judith Butler
DURANTE LOS 90 emergieron los grupos de militancia «transgenérica» y, con ellos, lo que hoy se conoce como la teoría queer, lo que ayudó al empoderamiento y asunción del derecho a la voz de grupos antes silenciados.
El término inglés queer tiene diversas acepciones, como «singular» o «raro», y fue resignificado por la comunidad gay norteamericana para referirse tanto a sí mismos como a una reflexión de índole postmoderna acerca de este tipo de identidad. Según el dosier «¿Cómo se piensa lo “queer” en América Latina?», publicado en la revista de Ciencias Sociales Íconos de Quito en 2011, «El término queer no es un sinónimo de gay o de homosexual pues cada uno tiene diferentes trayectorias teleológicas, ontológicas y epistemológicas». El concepto queer es, para Latinoamérica, un elemento lingüístico aceptado y no estigmatizado que hace referencia a todas las singularidades genéricas y «que permite observar que el deseo o la sexualidad no son aspectos menos importantes para la comprensión de las sociedades como la economía o la religión», según el citado dosier.
La teoría queer afirma que cualquier rol social impuesto es anómalo y rehúsa las categorías establecidas, pues comprende a cada individuo como un acervo de variaciones culturales y elecciones personales imposibles de jerarquizar entre sí. Esta alteración en los roles ancestrales basada en la reformulación genérica modifica por completo la interpretación de aspectos sociales relacionados con el comportamiento del ser humano, su forma de encarar prácticas vitales y la influencia de esto en sus actividades públicas y privadas. No sólo se extrapoló a Latinoamérica para tratar de asimilar ciertos sucesos, sino también para enriquecerla en un contexto y ámbito predispuestos a configurarse sobre la base de la diferencia, elemento sustancial en que se fundamenta.
Esta teoría enuncia que tanto el concepto de «género» como la filiación e identidad sexual de las personas son consecuencia de construcciones y convenciones sociales en las que sólo existen los roles binarios típicos hombre-mujer instaurados por las instituciones y los sistemas sociales que consolidan la heteronormatividad. Propone que lo que debería existir son diferentes maneras colectivas de ejercer uno o más papeles sexuales en la sociedad e insiste en la identidad como algo individual, promoviendo así la disolución de las reglas establecidas para identificar el sexo biológico más allá de lo físico, buscando la formación de una identidad en una perseverante innovación donde se tenga la libertad para actuar y aceptar a los demás independientemente de sus prácticas. Los grupos que se rigen bajo esta teoría generan nuevos discursos y asimilan lo «diferente» y aislado.
Sus principales exponentes son la filósofa postestructuralista Judith Butler y la pensadora Eve Sedgwick Kosofsky, ambas especializadas en los estudios de género, mismos que emergieron a partir de la década de los 70 en Estados Unidos gracias al resurgimiento del feminismo y a partir de los ya existentes gay and lesbian studies, con el objetivo de incluir o comprender a ambos en un mismo «sector», dando un nuevo significado a las prácticas no sólo sexuales, sino también familiares, nacionales y sociales opuestas a lo tradicional, teniendo así un campo de trabajo sumamente amplio.
Jo B. Paoletti, historiadora de la Universidad de Maryland y autora de Pink and Blue: Telling the Girls From the Boys in America (2011), describe en su libro que, antes 1914, los bebés eran vestidos con ropa blanca hasta sus primeros años de vida. El mismo año en que estalló la Primer Guerra Mundial varios artículos en revistas y periódicos publicaron que, según las convenciones sociales, el color rosa definía la masculinidad por su afinidad al tono rojo y al poder, y el azul la feminidad por ser un color más suave, especificación que la mercadotécnia y la publicidad se encargaron de difundir. Más de dos décadas después, la selección de colores se invirtió y se convirtió en un estereotipo mundial.
El movimiento de liberación femenina surgió durante la década de los 60 y trajo consigo una revolución en el vestuario, que, si bien no se inclinó a lo masculino, tampoco era convencionalmente femenino.
[pullquote]Sólo existen los roles binarios típicos hombre-mujer instaurados por las instituciones y los sistemas sociales que consolidan la heteronormatividad[/pullquote]
Según las teorías del desarrollo infantil, los niños son conscientes de su sexo a partir de los 3 años de edad, y después de los 6 son conscientes de que es algo que no cambiará. Éste es el rango de edad en el que la publicidad y los juguetes refuerzan los estereotipos de género. You are you es un campamento anual que dura un fin de semana organizado por las familias de niños entre 5 y 12 años con inconformidad de género en diversas ciudades de Estados Unidos, y cuyas sedes son algunos centros de retiros cristianos y judíos. La fotógrafa Lindsay Morris creó, en 2007, un proyecto homónimo en el que, durante 6 años, se dedicó a fotografiar a los chicos de dicho campamento, mismos a los que ella llama «niños LGBT». Su trabajo ha sido publicado en la revista TIME, GEO, Marie Claire y Elle, así como en el suplemento dominical de The New York Times.
JeongMee Yoon es otra fotógrafa cuyo proyecto The Pink and Blue (2005) busca examinar las tendencias y gustos de las familias de diferentes culturas y etnias; cómo se presentan el género y la identidad ante la sociedad y el vínculo del consumismo y el capitalismo con el género. Otro de sus propósitos es mostrar la forma en que los objetos y juguetes populares dirigidos a niñas y niños los predisponen a seguir ciertos comportamientos o a tener ciertos pensamientos, pues los de las niñas son, en general, rosas o morados y tienen qué ver con labores domésticas, la moda, el maquillaje o la maternidad, y los destinados a los niños son generalmente azules o verdes y con frecuencia están relacionados con las ciencias, los objetos bélicos, la construcción o los deportes extremos, lo que fomenta la división de los géneros, afecta en la identidad de los niños e influye en su aprendizaje social.
Juchitán es una ciudad al sur de México en la que los «muxes», personas que nacieron con sexo masculino, han adoptado los roles femeninos de su cultura y también las vestimentas tradicionales de las mujeres de su localidad. Estas personas son aceptadas abiertamente por la sociedad e incluso han obtenido cargos políticos.
A partir de 2011, Australia da la opción en su pasaporte de seleccionar el género con una X en lugar de las tradicionales F o M, misma alternativa que empezó a ofrecer Nueva Zelanda a partir del siguiente año. Desde 2013, en Alemania se aprobó una ley que permite a los padres de bebés hermafroditas registrarlos como «indeterminados» para evitar que elijan precipitadamente el género del recién nacido, quien, después de cierta edad, podrá elegir su género o permanecer en la tercera opción, a la que se propone asignarle también la letra X.
Existen diversas y emotivas charlas TED relacionadas con el tema, como «Why is Gender Identity so Important?» de Rikki Arundel, una mujer transgénero que cuestiona la importancia que se le ha asignado al género y diserta, entre otros temas, sobre la «rosificación» (el fenómeno antes mencionado en el que todos los objetos destinados a las mujeres se fabrican en color rosa u otros similares) y los estereotipos rígidos, y finaliza pidiendo respeto para todas las personas independientemente de cualquier particularidad.
Existen diversas películas que retratan la problemática entre sexo y género como Glen o Glenda (1953), Mi vida en rosa (1997), Hedwig and the Angry inch (2001), y, la más reciente, The Danish Girl (2016).
El escritor chileno Pedro Lemebel afirmó que «No somos, jugamos, ése es el peligro, en cualquiera puede aparecer la hembra-macho, somos una dualidad elaborada». Dicha declaración puede confirmarse gracias a un estudio realizado por una neurocientífica en Israel a finales de 2015 demostró que, a pesar de que un cerebro masculino tiene algunas características diferentes al femenino, la gran mayoría de los cerebros humanos reúnen estructuras de ambos sexos. Los resultados de este estudio se publicaron en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences ese mismo año.
El hecho social que coloca en una marginación superlativa a todos los grupos que no encajan en la heteronormatividad es indudable, y la búsqueda de éstos, independientemente de la aceptación, es el respeto, una deferencia necesario entre todos los seres humanos.~
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