Irreverencias maravillosas: Lo manifiesto y lo oculto
Un texto de Lola Ancira, en el blog Irreverencias maravillosas.
La fotografía podría ser esa tenue luz
que modestamente nos ayudara a cambiar las cosas.Eugene Smith
JOEL-PETER WITKIN (Estados Unidos, 1939) es un fotógrafo que crea diversos y pequeños universos donde la vida y la muerte se reúnen de manera sagrada, divina. Toda su mitología particular, sus bodegones de temática vanitas renovados, su reinterpretación de El nacimiento de Venus (1484) o de Las meninas (1734) en los años 80, su centáuride única en Night in a Small Town (2007) o su Gioconda adaptada a la estética femenina actual giran en torno a permanecer, a dejar una obra digna de admiración que exalte el espíritu y, en especial, que perdure en la memoria de quien la observa.
Este taumaturgo ha experimentado con diversos mecanismos y misteriosos artefactos, con seres humanos, lo mismo mutilados que deformes o perfectos y hermosos, y animales, antiguos maniquís, cadáveres —o sus fragmentos— y osamentas donde lo enrarecido de la atmósfera lo otorga la escenografía —como algunas cabezas cercenadas, en el caso de Ars Moriendi (2007)—. Las fotografías intervenidas de Witkin integran elementos fantásticos, alusiones religiosas o políticas y simbolismos abiertos a interpretaciones donde lo «anormal» se muestra en todo su esplendor y desnudez. Son un ingenio transgresor que sorprende por su contraposición de la belleza con lo brutal, que impresiona y perturba, como todo lo digno de admirar y recordar.
Witkin dignifica lo diferente, lo —en apariencia— incompleto o incomprendido. Crea intrincadas atmósferas, puestas en escena de un solo e inmóvil acto con personajes únicos detenidos en el tiempo que conciben una colección inaudita y excéntrica. Sus obras, en blanco y negro o en sepias, manifiestan seriedad, dramatismo y fuerza. Modifica la percepción del mundo al fragmentarlo y (re)unirlo de las formas más inesperadas o en las situaciones más dispares, donde sus protagonistas comparten un espacio reducido y limitado en el que todo cobra sentido una vez que es capturado por su lente. Diane Arbus (Estados Unidos, 1923-1971), otra fotógrafa que se dedicó a registrar lo extraño, la belleza extravagante y rechazada, afirmaba que «Una fotografía es un secreto acerca de otro secreto: cuanto más cuenta, menos sabes». Cuanto menos queda a la imaginación, más probabilidades existen de divagar sobre un retrato. El libro Braile para sordos, de Balam Rodrigo, es un ejemplo bellísimo que entreteje la obra de Arbus con la poesía en prosa del autor.
Witkin ha publicado más de 24 libros de fotografía y expuesto su obra en museos como el Guggenheim, en Nueva York, y en diversas ciudades de Estados Unidos, en Bruselas, Berlín y Londres. En la década de los 90 Witkin visitó México algunas ocasiones y creó ciertas obras que se pueden apreciar en la exposición Witkin & Witkin en el Foto Museo Cuatro Caminos (inaugurada el 20 de febrero y disponible hasta el 12 de junio del año en curso), en la Ciudad de México, como Still Life, Satiro (ambas de 1992) o la impresionante Glassman (1994). La exhibición cuenta con más de 60 fotografías y varias pinturas de su hermano gemelo Jerome, obras que forman parte, junto con algunos textos y testimonios, de una antología publicada recientemente por Trilce Ediciones bajo el mismo título de la exposición.
Con motivo de esta publicación, La Ciudad de Frente le realizó una entrevista a Witkin en la que el fotógrafo afirma que tanto él como su hermano interpretan la realidad desde dos puntos de vista muy diferentes y personales, y que él, en especial, busca representar la diferencia y dignificarla.
Otra exposición que se inauguró junto a la de los Witkin es El hombre que vio demasiado: Enrique Metinides (1946-2016). 70 años de trayectoria. Metinides (México, 1934) es un reconocido fotógrafo de culto de nota roja. En la sala se pueden apreciar un centenar de sus fotografías más célebres acompañadas por fichas técnicas que incluyen textos del fotógrafo que acercan mucho más al espectador a la obra y profundizan la experiencia. Incluso es posible adquirir alguna pieza de su colección por diferentes (y considerables) cantidades.
La muestra incluye fotografías intervenidas con sus juguetes en las que crea «ficciones a partir de los hechos reales», una ambulancia de la Cruz Roja de los años 50 y su primera cámara fotográfica. Infinidad de acontecimientos históricos, suicidios, crímenes, accidentes, y catástrofes quedaron registrados por su memoria y rollos fotográficos. Metinides encontró los ángulos precisos en los momentos exactos para retratar las circunstancias y peculiaridades de una ciudad en constantes cambios y a una sociedad en buena parte inmersa en la miseria, asesinatos, accidentes viales y ferroviarios, en abusos y represiones del gobierno plasmados en fotografías que sobreviven el paso de las décadas —al igual que todo lo anterior—, en imágenes extraordinarias que conservan hechos trascendentes que permanecen a la sombra de la historia. Madrid, Nueva York, Londres y París han sido testigos de ese México en el que Metinides descubrió su vocación: presenciar la situación precisa y fotografiar el momento exacto.
La gran diferencia entre Witkin y Metinides es que el primero manipula y modifica los cuerpos o los cadáveres conforme la obra que tenga en mente, mientras que el segundo es un espectador singular al acecho del momento preciso o la situación adecuada para lograr sus increíbles y brutales tomas, dependiendo por completo de los contratiempos y las coincidencias. Uno de los múltiples detalles que vincula a ambos fotógrafos es esa apreciación exquisita por la transfiguración de los cuerpos gracias a aparentes desgracias o a la muerte, y encontrar el encanto en ello.~
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