Hibridaciones sinápticas: Jan Švankmajer: la materia ominosa del sueño
Un texto de Iliana Vargas
La imaginación es subversiva porque proclama lo posible sobre lo real. He aquí el porqué de que hagas uso de la imaginación más desenfrenada. La imaginación es el don más grande que posee la humanidad. La imaginación es lo que ha hecho que el hombre sea más humano, no el trabajo. Imaginación, imaginación, imaginación…
Jan Švankmajer
DESDE HACE TIEMPO tenía ganas de escribir sobre Švankmajer, pero su trabajo es tan amplio y diverso, que no sabía exactamente por dónde abordarlo. Sin embargo, a partir de su visita a México hace un par de meses para participar en el Festival Internacional de la Imagen y presentar Insects, su última película, estuve siguiendo las entrevistas y reflexiones sobre su trayectoria, lo cual me ayudó a concentrarme en un punto que es primordial para él y que me atrae desde hace algunos años, justo porque su naturaleza creativa ofrece diversos modos de comprenderlo y desarrollarlo: el surrealismo como fuente de vida, más que como una mera estética artística=> Por encima de todo, el surrealismo no es arte. Es un cierto estado de espíritu que ni comienza con el primer manifiesto de 1924 ni termina con la Segunda Guerra Mundial (ni con la muerte de Breton). El surrealismo es un viaje a las profundidades del alma, como la alquimia y el psicoanálisis [….] A los ojos de un público poco informado, el carácter simbólico del surrealismo se asocia con una “estética surrealista”. El surrealismo es mucho más: una visión del mundo, una filosofía, una ideología, una psicología, una magia. <= [Para ver, cierra los ojos, Jan Švankmajer, p.65]
Cuando le preguntan sobre su relación y participación con el grupo surrealista checo a finales de los setenta, Švankmajer especifica que hay distintos tipos de surrealismo, pero que a él lo que le interesa es la visión que implica profundizar en el sueño y develar la relación entre el inconsciente y la vigilia; es decir, el proceso de abrir caminos y conectar la vida real y la vida del sueño, a la manera de los vasos comunicantes de Breton. Por supuesto, esta noción está hermanada con la idea de Gérard de Nerval desarrollada en Aurélia: mientras dormimos estamos viviendo otra vida, la vida que nos ofrece el sueño; utilizamos nuestro segundo cuerpo para poder entregarnos y percibir la experiencia onírica de una forma en que no puede hacerlo nuestro organismo real.
Sin embargo, “traducir” lo vivido durante el sueño a un lenguaje “comprensible” de la vigilia, en realidad es sólo un experimento o un acercamiento sutil a aquello que por siempre permanecerá velado e indescifrable, pues el inconsciente emplea un código propio que en ocasiones sólo alcanza a relacionarse con cuestiones simplistas, como el absurdo más básico e irrelevante=> El sueño ha sido relegado por la sociedad actual al basurero de nuestro psiquismo. Sin embargo, el sueño y la realidad son vasos comunicantes de nuestra vida (André Breton). El sueño, fuente natural de la imaginación, queda sistemáticamente cegado y en su lugar irrumpe lo absurdo fabricado en serie, como producción accesoria, por nuestros “sistemas científicos racionales”. Mientras no volvamos a contarnos por la noche, antes de dormir, cuentos de hadas, y por la mañana, sueños, nada podremos esperar de nuestra civilización actual. <= [Para ver, cierra los ojos, Jan Švankmajer, p.124]
A estas alturas del siglo XXI podría parecer innecesario y hasta naif seguirse cuestionando sobre el mundo del sueño cuando se han desarrollado herramientas tecnológicas para aplicarse de forma artística y crear mundos de realidad virtual, pero al mismo tiempo, siento que estos mundos no serían posibles sin el material que otorga no sólo el sueño, sino todo tipo de alteración sensorial que experimenta nuestro organismo para que prevalezca la visión inconsciente e ilógica de todo lo que nos rodea. Supongo que por ello el trabajo de Švankmajer continúa vigente, o en muchos casos, comienza a ser redescubierto y valorado por curiosos de distintas generaciones, lo cual me parece que responde no sólo a lo atractivo que a primera vista resulta su cosmogonía visual, sino al hecho de que no podemos dejar de soñar, de perturbarnos o emocionarnos a causa de todo lo que sucede durante el sueño aunque despertemos rodeados de la tecnología más avanzada; esa tecnología que se esfuerza tanto por hacernos olvidar lo rudimentario y primitivo del ser humano para sumergirnos en la maravilla del futuro maquinal.
Además, no debemos olvidar que la capacidad de asombrarnos ante lo desconocido ha formado parte de nuestro instinto desde épocas primigenias, moldeando nuestra identidad de imaginadores subversivos, en tanto que la imaginación es la que nos salva de convertirnos en una máquina sin impulsos ni deseos propios, y si algo prevalece en el arte de Švankmajer es justo ese afán de incitarnos a materializar aquello que pulsa en nuestro inconsciente pero que ignoramos o reprimimos por temor a ser cuestionados como entes funcionales de nuestra sociedad.
A través de sus dibujos, collages, marionetas y películas [algunas de ellas nacidas a partir de relecturas y apropiaciones de la obra de Edgar Allan Poe, Lewis Carroll, Christopher Marlowe, Marqués de Sade, Sigmund Freud, Franz Kafka y Karel y Josef Čapek] Jan Švankmajer ha establecido sus propias reglas no sólo de comunicación, sino de congruencia con sus principios filosóficos en torno a la libertad humana mediante el lenguaje creativo como una exploración en la que interviene todo nuestro entramado sensorial.
Da por hecho que existe al menos un interlocutor que no cuestionará las posibilidades reales de los sucesos o la articulación coherente de las imágenes que plantea muchas veces a manera de un juego de acción/destrucción que rebasa la noción de lo lúdico para insertar elementos de crítica social, humor negro y sarcasmo cuyos alcances van más allá de una provocación efectista: por medio de lo grotesco, escatológico e irreverente, Švankmajer busca movernos a la reflexión en torno de lo dañino que resulta la visión homogénea y controladora de los sistemas políticos, sociales, culturales y de pensamiento que imponen límites en lugar de abrir posibilidades en los diversos aspectos del desarrollo humano.
Creo que por ello utiliza materiales que aluden al ciclo vital de lo orgánico, a lo efímero y vulnerable que es todo cuerpo animado e inanimado, y al potencial que cada uno lleva en sí mismo para transformarse a lo largo de la vida. Al otorgar una historia a los objetos cotidianos y a personajes animales o humanos fuera de lo común, Švankmajer nos hace poner la atención en un mundo ajeno a las estructuras convencionales a las que, a veces sin darnos cuenta, nos entregamos dócilmente y de las que nos haría muy bien irnos desapegando en lo posible para repensarnos y concebirnos como individuos capaces de escuchar y reconocer nuestras necesidades e inconformidades más profundas y atenderlas, en lugar de construir y reproducir espejismos y actitudes que sustituyen nuestra identidad con mecanismos autómatas. Pero no se confunda todo esto con el acto de entregarse a la pulsión básica o irracional del inconsciente; tómese, más bien, como una invitación a entregarse al sueño y usarlo como móvil de iniciativa creadora e incluso como pretexto para cambiar los paradigmas más sutiles de la vida diaria.
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