La langosta saramagueana | El rincón del celuloide
‘El rincón del celuloide’, nueva #columna sobre cine, con Daniel Arellano en los mandos.
JOSÉ SARAMAGO, COMO lo saben todos los que lo han leído, tiene un acervo de cuentos y personajes que ya se han quedado en la historia de la literatura. Los que han leído al portugués de inmediato recordarán a “La esposa del doctor” o “La chica de las gafas” en Ensayo sobre la ceguera, “El violonchelista” de Las intermitencias de la muerte o a “Tertuliano” de El hombre duplicado; y como los personajes fantásticos de Saramago no podrían vivir en un mundo menos fantástico, también deja huella de su imaginación en el planteamiento de sus historias; historias donde un día, sin previo aviso, la muerte deja de trabajar, un país en el que comienzan a propagarse los ciegos como peste bubónica o esa nación que sin explicación alguna, se desprende del resto del continente y comienza a navegar sin rumbo por el océano.
Encuentro una relación enorme entre el portugués y la película La Langosta, del griego Yorgos Lanthimos. No me queda duda de que el helénico tiene una gran influencia de Saramago en sus obras, lugares y personajes, pues están presentes en sus películas el reflejo de esa fantasía; que poco o nada tendrían que ver con el romanticismo que la palabra pudiera evocarnos; Saramago nos propone mundos distópicos, que exploran terrenos transitados por la incertidumbre y la falta de razón, características de una sociedad que va en declive, son críticas y al mismo tiempo reflexiones sobre temas como el amor, la política y la muerte.
La langosta, nos plantea una realidad donde está prohibido no tener pareja. No se mete en temas polémicos como las preferencias sexuales o la discriminación, este mundo se rige por el planteamiento de que estar solo, es malo. En una lectura más profunda quizás sea “el gobierno” el que dicte las normas de lo que espera para la sociedad en La langosta, no sabemos el nombre del país o siquiera si el resto del mundo vive con esa filosofía, lo único que debemos tomar en cuenta es que es “ilegal” y está mal visto ser soltero.
Pero aquí no termina la estructura de este mundo, pues para las personas que por situaciones que no pudieron prever terminaron sin pareja, tienen que pasar sus días en un hotel, una residencia muy orwelleana donde todo está controlado y previamente calculado. Ahí se imparte disciplina y acondicionamiento para los solitarios, se les reeduca para que se den cuenta de que es malo no tener novia o esposa, se les enseñan los peligros de caminar solos por una acera o las consecuencias letales de una cena sin pareja. Cuando los residentes de esta casi prisión, finalmente encuentran alguien con quien compartir sus días, son separados del resto del grupo para ser reinstalados en la sociedad, para los que no pueden o no quieren tener la compañía esperada se les aplica un castigo, una reprimenda, no para darse por vencidos de su búsqueda por una relación, sino para asegurar que finalmente luego de este viacrucis, puedan tener una pareja; los convierten en animales. Como los residentes tienen el poder de elegir en qué animal quisieran terminar sus días, el protagonista de esta historia elige ser una langosta, con el pretexto de que estos animales viven más de cien años y que siempre le ha gustado el mar.
El argumento de esta película va más allá de lo que se esperaría en una distopía, pues no es sermoneadora, ni polémica a tal grado de que resulte incómoda de ver. Simplemente es una crítica a lo tropos que tenemos ya tatuados en la sociedad referentes al amor, ¿alguna vez has ido al cine solo? Seguramente, como me ha ocurrido a mí, has despertado susurros en los demás espectadores. Lo mismo si llegas a un restaurante y te preguntan los meseros: ¿Espera a alguien? Como si fuera una regla universal salir a comer acompañado, “pobre, lo dejaron plantado”, comienzan a rumorar los demás comensales, “seguro lo cortaron”. Siempre las críticas van en torno a las expectativas de pareja.
La langosta explora temas sobre el amor, como lo que buscamos en un prospecto. Siempre encontrar coincidencias o temas en común, como si fuera lo más importante: “¿Te gusta tal música? Qué coincidencia a mí también”, forzando las relaciones y encajonándolas en simples puntos en común, aunque sea el más mínimo, aquel que los unió y ni Dios mismo podría separarlos; aunque esto signifique ser hipócritas ante nuestra propia personalidad. El amor termina siendo no más que una serie de coincidencias que por azares del destino unieron a las parejas.
¿Qué pasa entonces con la sociedad que prefiere la soledad? Es un tema que también se discute en la película. En un punto de la historia se presentan los “solitarios”, un grupo de anarquistas cuyas normas sobre la soledad son tan estrictas que lo primero que debes hacer para pertenecer a ese grupo es cavar tu propia tumba, porque, debes aprender que, si un lobo te ataca, nadie estará ahí para ayudarte: solos nacemos, solos morimos.
La langosta es un filme que rompe con los tradicionalismos preestablecidos de una sociedad ciega, que piensa que el amor se rige en la apariencia física y en el materialismo. Una sociedad en la que no sólo está terriblemente mal visto no casarse antes de los treintas, una sociedad en la que siempre nos preguntamos “¿Qué le vio?” “No sé cómo pueden estar juntos si no tienen nada en común”, una sociedad que prefiere a Paulo Coelho porque “si deseas algo con todas tus fuerzas, el universo conspira para que lo consigas”, en vez de mirar a donde está Saramago para darnos cuenta de que el amor, es mucho más complejo que una langosta.~
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