Frontera de papel y fotogramas | El rincón del celuloide

‘El rincón del celuloide’, #columna sobre cine, con Daniel Arellano en los mandos.

 

HE VISTO TRAINSPOTTING unas cuarenta veces, cada vez que alguien me dice que no la ha visto, se la presto o en ese momento, se la pongo y la vemos juntos, me sé los diálogos en inglés y en español y hasta puedo imitar un muy básico acento escocés, las veces que la han pasado en el cine es obligatorio ir a verla y mientras escribo esto tengo un creciente deseo de volverla a ver; no me gusta encapsular un metaverso de películas en algo tan simple y banal como decir es “mi favorita” pero Trainspotting podría y digo “podría” conteniéndome mucho, ser una de mis películas favoritas, antecedida a lo mejor de La naranja Mecánica de la que ya hablaré más adelante. Sin embargo, cuando hablo de ella con la gente que la conoce o no, siempre me dicen lo mismo “Hey, ¿Ya leíste el libro? ¿A poco no es mucho mejor?” “La novela cuenta muchas cosas más.” “Quiero leer el libro primero, para saber lo que me espero”, y no me malinterpreten, me gusta leer y se podría decir que soy un apasionado de la lectura, pero creo firmemente que son dos universos, el de los libros y el de las películas, que deberían tener una frontera un poco más marcada. Pero antes de que me fusilen con sus ejemplares favoritos de Mariano Osorio, vamos por partes.

Los libros y el cine están íntimamente ligados, se puede decir que son un matrimonio heteronormativo que vive una existencia de pequeños placeres suburbiales y tienen bebés criados a la vieja usanza católica; los libros son la primera gran fuente de inspiración de los grandes cineastas y muchos escritores y novelistas, piensan en sus obras como algo que pudiera plasmarse en el cine, supongo que es porque no pierden la esperanza de que se vuelvan best sellers. El ejemplo más próximo que tengo a la mano es el de Harry Potter, la autora (que no es santo de mi devoción, sépanlo de una vez) pensó los últimos tomos de su obra como algo netamente cinematográfico y adaptó su última película en un libro para poder seguir exprimiendo plata a sus incautos fanáticos. Stanley Kubrick basó casi todas sus películas en los libros que a él le llamaban la atención y le llegaron a apasionar, los fanáticos de Stephen King buscan desesperadamente que sus célebres novelas algún día lleguen a la pantalla grande y las que ya están ahí, son duramente criticadas.

Y aquí es donde tengo mi primer gran problema con la gente, porque como dice el dicho, no odio a Dios sino a su club de fans. Para mí es un indicativo de pretensión citar una película y de inmediato recibir una respuesta casi mecánica del interlocutor: “Me gusta más el libro”; voy a ser cien por ciento honesto con las personas que suelen hacer esto, siempre tengo ganas de tomar el libro que dicen que es mejor que la película y con él romperles esa boca que no sirve ni para besar, ya entrando en terreno explicaré mis porqués; Primero que nada no podemos pedir ni a los más grandes espíritus del inframundo que se puedan trasladar ochocientas páginas de un libro a dos horas y media de película, es imposible, ahí está el señor de los anillos cuya última película duró casi cuatro horas en su versión para el cine; el lenguaje cinematográfico es una experiencia de sentidos, principalmente visuales, es por eso que ha evolucionado al punto de querer meternos en la pantalla. Segundo, la capacidad de imaginación de cada quien es capaz de interpretar e inventar el escenario, los personajes y la trama de forma particular para quien lo lee, no pasa lo mismo con el cine, donde nosotros experimentamos a través de la visión del director, él es el que nos transmite lo que imaginó y nosotros somos los que juzgamos porque “así no es como aparece en el libro”.  ¿Ya más o menos agarran la onda de lo que trato de explicar, no? Entonces vamos con algunos ejemplos: en La naranja mecánica, una película que brilla tanto por la historia que tiene detrás como por su trama, Stanley Kubrick interpretó un mundo del que el mismo autor del libro se sentía completamente ajeno, hasta el momento del estreno, la obra de Anthony Burges se mantenía underground, sólo los más ávidos lectores (como Kubrick) conocían la obra y se puede decir que la encontraban fascinante, no fue hasta que el director causó polémica con su filme que todos corrieron a sus librerías a buscar su propio ejemplar de la novela y ya para ese entonces se comenzaba a vender con una portada que caracterizaba a Alex de acuerdo a lo presentado en el filme. ¿No es hipócrita decir que el libro es mejor que la película? Y no podemos decir que el caso de la naranja mecánica es un caso aislado porque así sucede con grandes obras del cine. Los hombres que no aman a las mujeres es una increíble adaptación, que si bien, las novelas de la trilogía Millennium ya eran famosas, las películas dispararon todavía más sus ventas.

Pero a lo mejor sólo arrojo datos ambiguos y que están más bien ligados a lo empírico, porque cualquiera me podría argumentar que también hay bodrios horribles adaptados al cine que no llenan las expectativas de lo que la novela ofrece, pero entonces volveríamos a la misma espiral de que todo es relativo y yo sigo sin darles la respuesta de la pregunta vagamente planteada al principio, ¿Por qué no debemos comparar los libros con el cine? Lo resumiré de este modo y recuperaré el ejemplo de Trainspotting, cuando yo vi la película quedé fascinado, eso ya lo dejé claro, luego conseguí la novela y como coincidió con la época en la que me dejó mi novia, la devoré en muy poco tiempo, pero en mi mente ya estaban los personajes que había imaginado Dany Boyle. Un día leí Las batallas en el desierto y cuando me enteré que había una película de este libro corrí a verla. Me di cuenta que en mi mente esos escenarios y situaciones habían desfilado de forma diferente, entonces aquí hay un problema, nunca vamos a estar satisfechos, si vemos primero la película vamos a encontrarnos que no es fiel a lo que habíamos leído, y si leemos primero el libro diremos que no es como lo habíamos soñado. Entonces (y aquí ahora si está la respuesta) se debe dibujar una frontera en el inconsciente, una que vea a los libros (si tenemos primero el referente fílmico) como un complemento de lo que vimos, que sirva para enriquecer lo que ya vimos, para expandir el universo de lo filmado y no para comparar las miradas, porque va a ser difícil leer Los juegos del hambre sin imaginar a la protagonista como Jeniffer Laurence, en caso de que sea al revés, si es que llegamos a los libros primero, mirar a la película no como algo que debió haber sido interpretada al pie de la letra por el director para complacer a los fanáticos más aguerridos, sino como una interpretación con otra mirada, imaginada desde otro ángulo, desde otro punto de vista, desde otros ojos y cabeza.

Al final, todo se trata de perspectivas, en este nuevo milenio plagado de gente que se hace la intelectual queriendo demostrar una superioridad cultural y que se encuentra en otro plano de comprensión que el nuestro, siempre va a citar los libros como “mejores” que sus homónimos en el cine, para ellos mi respuesta es sarcástica, un verdadero intelectual no haría comparaciones, encontraría la forma de mirar cada mundo de diferente forma y entenderlo como lo que es, experiencias completamente diferentes.~