EL CASTILLO DE IF: Querido Nadie, Querido Todo
UNA DE MIS estudiantes intenta escribir un ensayo sobre la manera en cómo los embarazos no deseados orillan a los adolescentes a abandonar los estudios. Este es un problema cada vez más frecuente en la actualidad en México. Estudiantes de secundaria y preparatoria abandonan las aulas debido a la necesidad autoimpuesta y asumida de traer al mundo una nueva vida. La decisión, la mayoría de las veces, se toma de manera apresurada e irreflexiva. Otras veces responde a un deseo cultivado desde la infancia con respecto de pensar un cierto tipo de realización personal como meta de vida: ser madre es ser alguien. En no pocas ocasiones la moral y la religión intervienen de manera decisiva para presionar, vía la familia o las convicciones personales, para que chicas de 16 años (o un poco más o un poco menos) decidan llevar a fin la gestación de sus bebés. La estudiante de quien hablo al principio de este párrafo pasó por esta situación e intenta construir conocimiento y comprender por sí misma lo que orilla a las adolescentes a tomar estas decisiones. Ha intentado entrevistar a otras chicas que pasaron por la misma situación, algunas que desertaron de la escuela, otras que no lo hicieron, pero se ha topado con una resistencia a hablar de estos temas. Como si fuera algo cuya existencia es evidente y no requiere de reflexión ni de darle más vueltas.
De manera personal creo que el hecho de que personas que apenas han abandonado la infancia ingresen de manera directa a los terrenos de la paternidad y la maternidad es una situación que genera mayores problemas. Tenemos así una sociedad en la cual las decisiones sobre los pequeños son tomadas por otros que apenas han dejado de serlo. El debate sobre la despenalización del aborto genera apasionadas confrontaciones en donde, dada la naturaleza del asunto puesto en discusión, no hay puntos intermedios y, la mayoría de las veces, ni siquiera intenciones de prestar oídos a las razones del otro. Sin embargo, he llegado a dudar de lo infalible de mis propias opiniones. Algún estudiante varón de la preparatoria en la que trabajo me dijo un día que era poco sabio opinar sobre las razones de las demás personas sin conocer su situación particular; sin poseer nociones del mundo que estos chicos albergan en su cabeza y en su vida. Fue uno de esos momentos en los cuales los papeles de maestro y pupilo se invierten, y uno encuentra sensatez en lo que el otro le ha enseñado. Conservo, no obstante y dadas las experiencias que me toca atestiguar, mi opinión con respecto de la interrupción del embarazo en adolescentes: es algo que debería ser considerado como la primera opción, antes de involucrar cualquiera de los argumentos descritos en el primer párrafo.
Ese interés por el tema me llevó a adquirir alguna vez una novela titulada Querido Nadie de la inglesa Berlie Doherty. La autora ha fungido como profesora de inglés y trabajadora social, aunque su celebridad se relaciona más con los libros para niños y jóvenes que ha escrito. Querido Nadie obtuvo el Premio Sankei y la Medalla Carnegie, además de ser reconocido por el diario The Guardian como un clásico contemporáneo para adolescentes. Ha merecido, incluso, una adaptación de la BBC para la televisión británica. La novela fue publicada por primera vez durante los años noventa, pero las situaciones que describe son, debido a la vigencia del tema, familiarmente cercanas.
La trama aborda la historia de Helen y Chris, dos jóvenes a punto de salir de la preparatoria que, debido a la intensidad que el amor reviste a esa edad, tienen relaciones sexuales y de pronto descubren que ella está embarazada. Los planes de ambos se ven, temporalmente, en riesgo: Helen planea estudiar música y composición, mientras Chris se ha planteado como destino el estudio de la literatura como carrera universitaria. Ambos son estudiantes destacados que tienen un futuro brillante por delante. La madre de Helen lleva a ésta a una clínica a fin de interrumpir el embarazo, justo antes de entrar al quirófano Helen se arrepiente y decide que tendrá al niño. La madre se molesta, mientras todas las personas que rodean a Helen cuestionan su decisión. Hacia el clímax de la narración, Helen decide terminar con Chris porque piensa que es injusto para él cargar con la decisión que ha tomado ella. Chris se dirige, con un amigo, a Francia a realizar un viaje que es ritual e iniciático al mismo tiempo. El desencuentro de ambos protagonistas es momentáneo, pero no concluye con un final de película de Disney. Se finca en la realidad suspendida. Sabemos en el desenlace que Helen tiene a la bebé, Amy, pero no las cosas que ocurrirán después.
A pesar de suponer que esta novela abona a los argumentos de los antiaborto creo, por el contrario, que Doherty logra construir una novela de personaje. Helen escribe un diario durante el embarazo dirigido a Querido Nadie, su bebé, mismo que se constituye en la exposición de motivos que llevan a la adolescente a decidirse por traerlo al mundo. El diario de Helen se contrapuntea con el relato en primera persona de Chris quien describe lo que ocurre de manera sincrónica pero desde una perspectiva distinta. En la historia se puede notar cómo el miedo es una sensación permanente ante la incertidumbre y la indiferencia: «Es sorprendente lo que uno puede llegar a creer si de verdad quiere creerlo. Aquella tarde estábamos tontos de pura felicidad: contábamos chistes y nos reíamos alto, como para espantar a los fantasmas». Esa inexperiencia remite también a ideas complejas como las del amor, los dos chicos ven cómo la rutina transforma la vida cotidiana de las parejas hasta convertirlas en algo irreconocible y aburrido: «Es extraño pensar que la gente pueda enamorarse y «desenamorarse», que el amor pueda convertirse en odio y que las personas que te amaban sean las que más daño pueden hacerte. Lo sé porque me lo han dicho y porque lo he leído en las novelas, pero no lo entiendo. No entiendo, por ejemplo, que mi madre y mi padre sean una pareja. Él solamente es feliz leyendo o tocando el piano. No puedo imaginarlos besándose, cogiéndose las manos o cuchicheando uno con otro. Supongo que lo habrán hecho alguna vez. Pero, entonces, tampoco entiendo qué es el amor. No entiendo que pueda apoderarse de ti, inundarte como una inmensa ola, dejarte sin aliento, anegarte».
Es una novela que está dirigida al público juvenil y que, de hecho, ha tenido excelente acogida entre éste. Debido a muchas cosas, supongo: a que pone en escena, por ejemplo, la dificultad de comprensión entre generaciones («No sé por qué nos resulta tan difícil a los jóvenes hablar con los viejos sobre las cosas que verdaderamente importan. Pero con la abuela es difícil hablar de cualquier cosa»); la complicidad que los estudiantes suelen tener con sus profesores y cómo a veces realizan cosas sólo por complacerlos (―¡Chris, muchacho! ―gritó―. ¡Sobresaliente en inglés! ¡Sabía que lo conseguirías! / Estaba tan contento que logró que yo despegara los labios y sonriera. La verdad es que empezaba a pensar que lo había hecho sólo por él, como recompensa por su entusiasmo y por su amor a la literatura. Ningún otro profesor parecía tan entusiasmado con sus asignaturas. / ―El lenguaje es poder –solía decir―. La literatura es amor. Y la poesía es el alimento del alma. / Siempre recordaré eso, aunque en realidad no sé lo que quiere decir. Una vez que estábamos en clase haciendo un comentario de poesía, nos leyó un poema de Yeats y, al abrir el libro, le temblaron las manos. Nos lo leyó con tal veneración que fue como si nos entregara algo especial, una parte de sí mismo. Bueno, quizá saqué esa nota por él. Ahora, todo parece muy lejano: tanto leer, subrayar con lápiz y dar vueltas por casa aprendiendo citas. Sólo por complacer al bueno de Hippy»); o la manera en cómo los adolescentes hacen planes que al pensarlos parecen por completo realizables, como cuando la madre de Helen le cuestiona que hará de su vida justo después de que ésta ha decidido tener al bebé («Le he dicho que buscaré una plaza en la Universidad de Sheffield para graduarme en música cuando tú tengas edad suficiente para ir a una guardería. Y quizá algún día me admitan en Manchester para hacer composición. Ha puesto una cara como si pensara que es una locura creer en tal posibilidad. Pero esas cosas suceden a veces, estoy segura. Un niño no es el final de todo, también es el principio de algo»).
La novela genera empatía con el lector a partir de la manera en cómo aborda un tema tan delicado. Pero lo hace sin maniqueísmos, sin dar lecciones de superioridad moral, sin aludir, en ningún momento, a cuestiones religiosas. Es la puesta en escena de la posibilidad de una persona de tomar una decisión, asumirla y estar dispuesta a correr con las consecuencias. Y, en ese sentido, no se puede sino admirar los mecanismos utilizados por Doherty para conseguir esto.
A pesar de no compartir la tesis central del relato («Un niño no es el final de todo, también es el principio de algo»), creo que es una obra valiosa por la perspectiva que aporta a este tema. Ahora, debemos poner en contexto el lugar desde donde se escribe y se escenifica esta historia: Inglaterra. Los protagonistas tienen, a pesar de la situación que enfrentan y de la decisión tomada por Helen, diversas opciones: podrán seguir con sus carreras universitarias, Chris en Letras, Helen en Música; los padres les ofrecen a ambos un apoyo incondicional, tanto económico como moral; Helen ha tenido como una opción interrumpir su embarazo, incluso con ayuda de su madre; el contexto socioeconómico en el que viven le brinda al bebé una posibilidad real de sobrevivencia y vida decorosa. Todas esas condiciones son unas que, en la mayoría de los casos de embarazos no deseados en México en adolescentes, no se cumplen. Pero eso es materia de otro debate.~
Berlie Doherty, Querido Nadie, Madrid, Ediciones SM/ Conaculta, 2000.
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