El castillo de If: Largo viaje hacia sí mismo
Un texto de Édgar Adrián Mora
ALBERTO CHIMAL (Toluca, 1970) ES, sin lugar a dudas, uno de los escritores mexicanos más interesantes de la actualidad. Comprometido con diversas causas como la difusión y estudio del género cuentístico, así como con la reflexión alrededor de la literatura de corte fantástico, en La Generación Z y otros ensayos (Conaculta, 2012) se desvela como un ensayista hábil que combina la erudición en ciertos temas con la creatividad para plantearlos.
Este volumen incluye doce textos en los cuales Chimal, más allá de reflexionar acerca de los temas que los ensayos anuncian, me parece que construye una especie de manifiesto casi biográfico en donde se desvelan claves de lo que podemos reconocer como su poética en lo que respecta de su trabajo de ficción.
Algunos de los ensayos incluidos habían sido publicados, con ligeras o profundas modificaciones, en su web personal, Las Historias; un sitio que se ha convertido en una referencia para los interesados en el cuento y en diversos temas que confluyen en la literatura.
Hay que dejarlo claro, La Generación Z… es un libro sobre literatura. Todos los ensayos abordan temas que se refieren a este campo, aunque, en algunos casos, utilizando el pretexto para hablar de temas que bordean la pertinencia de ese contexto.
Así, nos encontramos con el ensayo inicial que intenta bordar una genealogía de la generación en la cual el propio Chimal se incluye, una generación de escritores a la cual se asigna la letra Z como referente; no en alusión al grupo delictivo que asola (¿asoló?) diversas regiones de México, sino como una referencia a la idea del zombi; una generación de escritores que “mueren” simbólicamente dentro de las publicaciones de la industria editorial, para revivir y reaparecer años después configurados en entes distintos: tanto los escritores como la poética que desarrollan. Una generación, al parecer, con la persistencia como su característica principal.
Chimal es un ejemplo claro de esa persistencia. Gran parte del libro se dedica a explorar a los autores y las discusiones que se han entablado con respecto de las acepciones contemporáneas asumidas para definir la literatura fantástica. Chimal propone el término de “literatura de imaginación” para definir las manifestaciones que escapan tanto del tratamiento realista de la ficción como del estereotipo de literatura de dragones y mundos fantásticos en donde se pretende limitar a la literatura de este tipo.
Esa construcción de su concepto es antecedido por la reflexión acerca de la obra de otros autores a lo que Chimal reconoce como influencias; entre todos sobresale la figura de Edgar Allan Poe, pero también se asoman Philip K. Dick, Mario Levrero, Jorge Luis Borges, Juan José Arreola, Alan Moore, Emiliano González, Stanley Kubrick, entre otros.
“Tolstoi descubre las cualidades de la minificción” aborda otro de los temas ante los cuales Chimal tiene una postura clara: la defensa de la minificción como una manifestación legítima de la literatura. A partir de un texto descalificador de las diversas manifestaciones que la literatura hiperbreve ha expuesto en los últimos años, el autor desvela algunos de los mecanismos que hacen que la minificción sea muchas cosas pero, en muy pocos casos, una manifestación “fácil” del trabajo creativo.
Debo decir que los textos que más disfruté fueron dos que se encuentran en la última parte del volumen: “Decálogo zombi (ritual)” y “El señor Perdurabo”. En el primero, a partir de lo hecho con anterioridad por otros escritores, Chimal ensaya su propio decálogo de recomendaciones para escribir cuento; ejercicio no exento de un sentido del humor que quita la solemnidad que hace aparecer a muchos de estos ejercicios como recetas infalibles. Dejo aquí, para muestra, el número 3: “Lee. Lee antes de escribir y después, en las pausas durante la escritura. Lee lo que te gusta y lo que no te gusta. Los que escriben pero no leen no son audaces: se les ve el hilo de baba”.
“El señor Perdurabo” es, por su lado, un texto que escapa de la “neutralidad” de la tercera persona del resto. Es un ensayo autobiográfico que parte de uno de los temas apuntados en el segundo apartado del volumen: la alucinación como posibilidad creativa. Esto es, Chimal nos refiere la crónica de una enfermedad sumamente dolorosa a la que se tiene que enfrentar y que lo obliga a permanecer en un reposo incómodo. En las pausas de ese reposo escribe una suerte de revisión de su pasado remoto en términos biográficos, esto es, de su primera infancia y de lo acontecido antes de que la escritura fuera esa vocación que hoy lo hace tan reconocido. Es un texto descarnado. En lo personal me hizo sentir como un intruso. Tengo la fortuna de conocer a Alberto y, debo confesarlo, nunca imaginé que una historia como la relatada hiciera parte de su vida. En suma emotivo, el texto nos permite acercarnos a un plano personal que muy raras veces es expuesto por los creadores, sobre todo si estos siguen vivos; y que genera otra sensación: que la historia en donde a los lectores se nos concibe como “bichos raros” por la propia familia es compartida por más de uno. El volumen entero es muy interesante, pero ese último texto vale todo el viaje de lectura.
Así pues, La Generación Z y otros ensayos es un libro que dibuja un sendero lleno de claves para comprender muchas de las propuestas de Chimal en su ficción (ahora mismo Manos de lumbre, un compilado de cuentos, hace su aparición en librerías editado por Páginas de Espuma). Hay aquí, desde mi perspectiva, la construcción de un largo viaje hacia sí mismo. Un viaje laberíntico, pleno de imaginación, persistencia y vocación.~
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