El castillo de If: En la órbita del eterno femenino

Un texto de Édgar Adrián Mora

EN TODAS LAS generaciones existen autores que para sus contemporáneos pasan desapercibidos. Autores que, en cierta manera, se adelantan a su tiempo y plantean temáticas y abordajes que no obtienen una recepción adecuada en la época en la cual se emiten. Voces que reflejan el espíritu de sociedades que inician sus procesos de cambio antes de poder historiarlos o interpretarlos.

A este tipo de autores pertenece Hortensia Moreno (Ciudad de México, 1953). Feminista militante desde siempre, ha sido testigo privilegiado e interesado de la manera en cómo el discurso acerca y alrededor de lo femenino se ha desarrollado en nuestro país y en el mundo. En ese afán se ha mantenido muchos años como uno de los motores fundamentales de Debate feminista, una revista-libro de consulta obligada para quien quiera acercarse al debate de ideas acerca del concepto de género y sus derivas.

Como escritora, Moreno lleva sus preocupaciones y pasiones a su poética. Los protagonistas de sus ficciones tocan, de manera directa o implícita, el cuestionamiento acerca de las razones que se ocultan tras la aceptación generalizada de lo que se denomina el rol femenino. Lo hace, por ejemplo, en Ideas fijas (Joaquín Mortiz, 1996), una novela que aborda la historia de un migrante del campo a la ciudad que construye una vida sujeta al azar y a la manera en cómo las circunstancias van tejiendo su devenir cotidiano. Un destino marcado por el papel que las mujeres (su madre, su pareja, sus profesoras, su suegra) tienen en la toma de sus propias decisiones.

En los cuentos incluidos en Adolescentes (Conaculta, 1996) esas preocupaciones dirigen su mirada hacia situaciones cotidianas que se vuelven límites en cuanto determinan la vida y el futuro de los involucrados. En “La llegada de la sangre”, uno de mis favoritos, desmenuza de manera sutil e íntima la manera en cómo un embarazo no planeado sacude de forma terrible las expectativas y la vida cotidiana de quienes se ven involucrados en el hecho. No hay moraleja, no hay juicios con respecto de lo que ocurre a sus personajes. Hay narrativa que sacude la conciencia por el reconocimiento de experiencias, cercanas o lejanas, antes las cuales es imposible salir inmune.

Quizá la obra que mejor refleje su poética sea En vez de maldecirte… (Alfaguara, 2002), una novela que se asume con una ambición formal, narrativa y polémica que pocas obras pueden presumir. Me llama la atención el hecho de que este libro no hay tenido mayor atención mediática o de la crítica. Estoy seguro de que una reedición en estos días de efervescencia feminista y de visibilización de demandas más que justas sería un best seller.

Esta novela lleva a buen puerto la idea de polifonía. A pesar de que la trama gira alrededor de Elvira, una mujer que vive en los márgenes de aquello “permitido” para las de su género, las voces que escuchamos son variadas y reflejan, cada una, la identidad del tipo que representan. Esta la voz protagonista, la del marido que intenta comprender, la de la hermana que se ubica en un extremo opuesto de las pautas de comportamiento de Elvira, la hija adolescente…

Elvira es un espíritu libre. Alguien que se equivoca (desde la perspectiva “de afuera”) pero que nunca se victimiza ante las consecuencias de sus actos. Embarazo adolescente, trabajos precarios, relaciones tormentosas, vocación actoral, disfrute de su sexualidad, acercamiento a la prostitución como experiencia de vida. Desde la perspectiva judeocristiana se puede calificar a este personaje de “egoísta en extremo”, de pretender que todos accedan a sus caprichos. Y sí. Pero vemos también, en esa serie de actos audaces y fuera de la norma social, un ejercicio de libertad con el cual es imposible no sentir empatía.

Lean a Hortensia Moreno. Cualquier obra de las muchas que ha escrito les dejará algo. Es muy probable que su producción sea mejor comprendida por las mujeres que buscan un espejo en el cual reflejarse sin demasiada complicación ni alegoría. Para el lector común, lo que hay es un intento de compresión/expresión del mundo contemporáneo; una empatía con todas las voces y los personajes construidos; y una ternura que vuelve entrañables a los seres que habitan sus ficciones.

La autora es una adelantada a su época. Su época es ésta. Así que, en vista de los tiempos que corren, su voz es una de las imprescindibles para comprender el lugar y la misión que queremos asumir en el mundo. ~