EL CASTILLO DE IF: Mira el lado positivo de la vida

En El castillo de If: Mira el lado positivo de la vida, de Édgar Adrián Mora /ilustración de Eduardo Mora.


 

UNA DE LAS revelaciones más afortunadas  de mi paso por la Universidad lo generó uno de mis profesores de cine. Después de haberle entregado un trabajo en el que anotó al margen alguna nota muy crítica, pero que buscaba explicar que algo hacía mal, me recomendó que me fuera al Centro Cultural Universitario porque ese mes estaba dedicado por completo a Monty Python. Durante un mes, la universidad proyectó en sus pantallas las obras de esa magnífica e irreverente troupé de cómicos ingleses, con mucha probabilidad la cúspide del humor contemporáneo en habla inglesa y el paradigma de muchos que han intentado con posterioridad igualarlos.

En esas salas universitarias fue que vi Monty Python and the Holy Grail (Terry Gilliam y Terry Jones, 1974), Monty Python’s The Meaning of Life (Terry Jones, 1983), Monty Python Live at the Hollywood Bowl (espectáculo en vivo de 1982), además de una selección de los programas que entre los años 1969 y 1974 se transmitieron en la BBC. Pero, sin lugar a dudas, la cinta que más me cimbró fue Monty Python’s Life of Brian (Terry Jones, 1979). De ésta quiero hablar, a razón de su pertinencia, en esta Semana Santa para los cristianos.

La vida de Brian (como se tradujo para países de habla española) es una cinta que aborda los tiempos en los cuales se ubica el advenimiento, vida y muerte de Jesucristo. Es, para muchas personas que se opusieron a su difusión, una obra sacrílega que ofende a quienes profesan el cristianismo como guía de vida o como religión nominal (que no es lo mismo). El debate sobre la naturaleza blasfema de la obra llevó a encendidos debates en los medios masivos (por ejemplo, este en donde John Cleese y Michael Palin defienden la cinta ante representantes religiosos: ver enlace) y a prohibiciones de proyección en países como Noruega («Una película tan divertida que la han prohibido en Noruega», decían los afiches publicitarios de la cinta en Suecia). Prohibiciones que, como se ha comprobado de manera reiterada, no hacen sino aumentar las entradas en taquilla.

[pullquote]El debate sobre la naturaleza blasfema de la obra llevó a encendidos debates en los medios masivos  y a prohibiciones de proyección en países como Noruega.[/pullquote]

La trama de la cinta aborda la vida de Brian Cohen, hijo bastardo de un centurión romano y una mujer judía, en las épocas de la dominación romana en la zona del Mediterráneo y el Oriente Medio. Años que coinciden con la aparición de los hechos que se asumen como base de los evangelios que relatan la vida de Jesús. Brian nace el mismo día que Jesús y, a partir de esa coincidencia, se comienzan a hilar las acciones que llevarán, más allá de una dosis de irreverencia religiosa, una serie de reflexiones críticas acerca de lo que era el mundo en el momento en el cual se produce y proyecta la cinta.

Son varias las escenas en las que podemos detenernos, pero abordaremos sólo algunos aspectos. Por ejemplo, el que se refiere a la crítica de la ocupación imperial de los romanos como un reflejo de las intenciones imperialistas de los Estados Unidos de la década de los setenta, en plena Guerra Fría. Una de las escenas más hilarantes ocurre cuando Brian, inserto en una agrupación de opositores a la ocupación, es encargado de realizar una pinta en la fachada del gobierno imperial. La situación, que se desarrolla durante toda una noche y que tiene como hilo conductor del humor el desconocimiento de la gramática del latín, concluye con el castigo de escribir cien veces la sentencia corregida: «Romani ite domum» (“Romanos, váyanse a casa”), un eco del “Yankees go home” que resonaban por varios rincones del planeta.

Ese mismo grupo en el cual Brian se inserta desvela, a partir del absurdo, una de las causas por las cuales los dominadores ejercen ese dominio sobre los países bajo su influencia: la división por nimios y, muchas veces, ilógicos argumentos. La libertad de Judea podría ser un hecho, si no fuera porque los diversos grupos guerrilleros que luchan contra la ocupación se reconocen a sí mismos más como enemigos que como aliados. Es así como el Frente Popular de Judea termina peleando con el Frente de la Judea Popular y facilitando el dominio romano, a pesar de los intentos de Brian para que ambas facciones se den cuenta de que pelean por cosas similares.

Aparece también, en ese discurso de la resistencia ante la ocupación, el argumento que contrasta dos conceptos que se asumen como presencia constante en los debates acerca de los saldos de las ocupaciones: la civilización y la barbarie. Cuando la asamblea del Frente Popular de Judea discute las razones por las cuales deberían de echar a los romanos, alguna voz discordante comienza a enumerar las cosas que los romanos han llevado a esos pueblos: alcantarillado, erradicación de las enfermedades, trazado de las calles, ordenamiento del Estado, seguridad, paz, escuelas… «Pero además de alcantarillado, erradicación de las enfermedades, trazado de las calles, ordenamiento del Estado, seguridad, paz, escuelas…, ¿qué nos han dejado los romanos?», pregunta el orador que ha sido interrumpido por la enumeración de beneficios de la ocupación; «¡Nada!», responde la asamblea enardecida y dispuesta a echar a los invasores. Quepa aquí la suposición que ese mismo argumento se utiliza, consciente o inconscientemente, para justificar el proceso colonizador del imperio británico y su larga historia que se extiende hasta, al menos, la primera mitad del siglo XX.

Más allá de las consideraciones políticas de la cinta, llama la atención la manera en cómo se cuestionan y se revela lo absurdo de varias de las costumbres instituidas por la religión. Uno de las escenas remite, por ejemplo, a la muerte por lapidación como consecuencia de pronunciar el nombre de Dios; la escena hace hincapié en las prohibiciones que impiden, por ejemplo, a las mujeres ser parte de esos rituales pero que se las ingenian, como Praxágora y sus secuaces en «La asamblea de las mujeres», para ser parte de la barbarie de la ejecución que tiene al final como víctima principal al sacerdote que, de manera ridícula, es lapidado por la misma razón que el condenado.

La cuestión de las reliquias sagradas es otro de los elementos que Monty Python utiliza para mostrar el sinsentido de muchas de las costumbres asociadas a la religión. Brian, al huir de una multitud que lo considera un mesías, tiene que abandonar una sandalia que ha dejado en el camino por la velocidad de la huida. Al encontrarla sus seguidores, algunos interpretan que ahora deben adorar a la sandalia del elegido.

Las bromas se suceden sin descanso de tal manera que los dos relatos, el sagrado y el profano, se funden para dar sentido a la interpretación a través del humor crítico. Si se carece de sentido del humor se llegará entonces a la conclusión de que La vida de Brian es una obra que atenta contra las creencias de millones de personas; si se considera que la crítica y el humor es necesario para cuestionar los supuestos que respaldan a una tradición religiosa, nos encontramos ante una obra maestra del humor de todos los tiempos. Convendría asumir esta última visión y no perderse la oportunidad de hallar «El lado positivo de la vida», a pesar de encontrarse en la peor situación (ver escena).~

Para los interesados: aquí pueden encontrar el guion completo de la cinta (ver).

Y aquí pueden ver la cinta en inglés con subtítulos en español (ver).