El castillo de If: Del mundo como una máquina disparatada
Un texto de Édgar Adrián Mora
RESULTA FRECUENTE ENCONTRAR, en el ámbito académico, atestiguar relaciones entre estudiantes y profesores que están signadas por la búsqueda de un determinado objetivo. Es casi un lugar común recurrir a la imagen del maestro y su discípulo. En el mundo ideal funciona como una especie de preceptoría o mecenazgo. En la vida real, muchas veces, remite a una explotación laboral disfrazada con becas mínimas, promesas de contratación en los claustros o acceso al prestigio que el académico tiene en su campo.
Hay en Boeuf. Relato a la manera de Cambridge (Paraíso Perdido, 2018) una especie de parodia de esas relaciones. La trama que desarrolla la novela ocurre en un plano de realidad difuso: es disparatado pero existen muchas posibilidades de que algo así pueda ocurrir. El autor, Jesús Miguel Soto (Caracas, 1981), construye dos personajes sólidos que deambulan por los campus universitarios y los ambientes académicos diseminando rumores acerca de un libro inexistente.
Matías Parra y Baltazar Boeuf alientan el misterio alrededor de Vladik, un misterioso volumen de poemas que encierra la obra de una mente genial, pero cuyo acceso sólo fue permitido a unos cuantos. La invención de un objeto de ficción como motor de otra ficción sirve para presentar a uno de los especímenes más frecuentes de los círculos universitarios y de escritores: aquel que no puede aceptar la ignorancia con respecto de un texto que se supone canónico y se ve orillado a mentir con tal de mantener su orgullo incólume.
La misma naturaleza tiene el Proyecto Babel, una construcción que se constituye en juego interminable del lenguaje y su materialización en el mundo tangible. Una tarea titánica e imposible, que se concibe como algo probable a partir de su exposición en la ficción. En este sentido, asoman aquí los ecos del Piglia de La ciudad ausente y del Macedonio Fernández de Museo de la Novela de la Eterna. Soto consigue que esos ecos se conviertan en referentes que no estorban o modifican la esencia de su propio trabajo.
Boeuf y Parra son dos descastados del mundo académico. Representan a esa multitud de locos que deambulan por las bibliotecas y las aulas planteando proyectos disparatados que, saben, nunca se materializarán, pero que se convierten en los motores que animan su paso por el mundo. A pesar de eso, vemos que el personaje desde cuya perspectiva se nos presenta la trama, el joven Parra, consigue trascender esa identidad de aprendiz para terminar la historia transformado y con una reflexión trascendente en retrospectiva con respecto de su experiencia con el pintoresco Boeuf. El nombre, con esa referencia a la carne de res/ carne de buey, juega un poco con las imágenes asociadas a pensar en quien lleva ese apelativo como alguien tonto o un poco loco. Recuerda, también, la manía de autores como Ibargüengoitia por utilizar como nombres propios, palabras que designan otros objetos o conceptos, por ejemplo, los nombres de vinos franceses que llevan los personajes de Los pasos de López.
En fin, que la novela es un estimulante ejercicio que no está exento de humor (hay, por ejemplo, una lista nutrida de expresiones utilizadas por los comentaristas deportivos para referirse a situaciones específicas del beisbol) y que, a pesar de cierto desconcierto inicial, se deja navegar en el resto de sus páginas. Ojalá Soto construya, con obras como estas, su propio Proyecto Babel.~
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