EL CASTILLO DE IF: Las otras madres

En el  blog El castillo de If, Édgar Adrián Mora nos habla de «Las otras madres».

 

ilustración de Gary Nikolai Angelov

ilustración de Gary Nikolai Angelov

EN SEMANAS RECIENTES una de mis estudiantes de preparatoria con excelente rendimiento académico, disciplina autoimpuesta y potencial para dedicarse prácticamente a cualquier cosa que quisiera, me dio una noticia que a fuerza de repetirse pareciera insertarse en los terrenos de la normalidad: estaba embarazada y tendría al bebé. X es menor de edad, apenas 16 años, y ha adquirido un compromiso que modificará de manera evidente y radical su vida. Ella insiste en que seguirá estudiando pero su situación parece, al menos en lo inmediato, muy complicada: la madre la ha obligado a tener al bebé, pero la ha echado de la casa; el novio se la ha llevado a vivir a la de sus padres pero con la advertencia de que si quiere seguir estudiando tendrá que hacerlo por sus propios medios y posibilidades; el apoyo económico y emocional por otros lados es en absoluto inexistente.

A últimas fechas la andanada en contra de los docentes en México, sobre todo en el nivel medio superior público, se ha centrado en exigir la presentación de un frente y en coadyuvar a reducir los índices de deserción y abandono escolar en este nivel. Las exigencias son legítimas pero se hacen desde un territorio de desconocimiento con respecto del contexto inmediato. De la misma forma que la economía se pretende gestionar, en la concepción neoliberal contemporánea, desde los índices macroeconómicos sin tomar en cuenta la manera en cómo esa economía se refleja en la gente común y corriente, la economía de a pie. En esa demanda por reducir la deserción se encuentra el desconocimiento del fenómeno de los embarazos adolescentes.

La mayoría de las chicas que se enfrentan a este dilema lo hacen sin tener ni la información ni el apoyo emocional, institucional o parental para tomar decisiones. Como una cuestión que tiene que ver más con la inercia que impone el pánico y la desesperación, optan por tener niños que engrosarán los números de pobres de este país. Porque es evidente que la enorme mayoría de estos casos se dan en estudiantes y muchachas de estratos socioeconómicos bajos. En las clases altas, tal situación es más una anomalía que una situación frecuente, no porque no ocurra, sino porque los tabúes con respecto de la interrupción del embarazo son menos condicionantes.

[pullquote]¿Por qué las niñas no se deciden a interrumpir el embarazo? La mayor parte debido a la presión familiar, religiosa y del medio social; entidades que se combinan para crear un coctel de presión moral ante la cual las adolescentes no tienen manera de oponerse.[/pullquote]

Estas madres adolescentes, que lo son por lo que imponen las circunstancias, crecen al mismo tiempo que sus hijos. Deben sortear una gran cantidad de obstáculos ya no para pensar en su futuro sino para garantizar la supervivencia de los vástagos. En los casos que me toca atestiguar de manera reiterada a lo largo de más de una década de lidiar con la educación en preparatoria uno puede encontrarse historias que son sumamente parecidas, pero cuya individualidad particulariza el drama: desde chicas que deciden embarazarse (a los 16-17) para escapar de su casa, por lo general un infierno de pobreza y violencia intrafamiliar, para caer en un purgatorio del cual muy pocas pueden escapar, hasta aquellas que logran sobreponerse y, merced al apoyo de terceros, consiguen seguir estudiando y mejorar sus condiciones de vida.

Cuando las parejas de adolescentes se casan, esto genera situaciones múltiples: chicos que viven, ya casados, cada uno en las casas de sus padres sin hacer vida común, como si fueran hijos de familia; mudanza a una habitación precaria con apoyos en especie o mínimos por parte de los padres; vida en común en la cual la mujer debe hacerse responsable de la crianza del hijo, mientras el varón continúa con una vida de adolescente más o menos normal; parejas que se esfuerzan por apoyarse mutuamente pero que terminan separándose porque la madurez prematura es algo para lo cual no estaban preparados, la criatura por lo general termina con la madre; abandonos normalizados de varones a chicas a las que juraron cuidar y proteger «toda la vida»; tras las rupturas, el retorno de la mujer a la casa paterna en donde se convierte en una especie de esclava doméstica a partir de su incapacidad de contribuir a los gastos familiares.

Aparece entonces otra de las figuras emblemáticas, y consecuencia directa, de este fenómeno: las madres solteras. Las hay de todos tipos. Desde aquellas que deciden sacrificar su vida para que su hijo tenga mejores probabilidades que ella, hasta quien abandona al vástago en la casa de la abuela y finge que su vida continúa como si nada hubiera pasado. Las madres solteras llevarán sobre sí el estigma de la no selectividad con respecto de una vida futura «normal». Es un criterio medieval que, sin embargo, funciona de manera trágica en la práctica. Al grado de que muchas chicas que trabajan mientras el hijo está en la guardería, o cuidado por familiares o personas contratadas ex profeso, ocultan la existencia de los hijos con tal de tener la oportunidad, la mayoría de las veces ilusoria, de establecer relaciones emocionales en donde, cuando llegue el momento de dar la noticia, ya se verá.

Pero regreso a estas niñas que se embarazan y que deciden seguir con su embarazo. A pesar de la información que existe al respecto del tema de la planificación familiar y de los continuos reforzamientos de éstas, a pesar de que en la capital del país existe una legislación que permite la interrupción del embarazo, a pesar de todo esto, el fenómeno va en crecimiento. Notas recientes apuntan que alrededor del 19.2% de todos los nacimientos de niños mexicanos provienen de embarazos adolescentes. Uno de cada cinco. ¿Por qué las niñas no se deciden a interrumpir el embarazo? La mayor parte debido a la presión familiar, religiosa y del medio social; entidades que se combinan para crear un coctel de presión moral ante la cual las adolescentes no tienen manera de oponerse. Otras debido a la desinformación o al miedo de hacer uso de sus derechos. Algunas más porque su crianza o la vida que han tenido hasta ese momento les ha enseñado que las cosas se arreglan por sí mismas y, entonces, esperan que su situación se resuelva hasta que ya es demasiado tarde.

Esta cuestión, en términos políticos, es perversamente conveniente. Como mencionaba líneas arriba, la mayor parte de estas chicas provienen de las clases bajas o media bajas. Para el sistema político representan votos. Votos de pobres que pueden ser captados mediante los mecanismos clientelares que les permita permanecer en el poder haciendo usufructo del dinero público. Parece una conspiración, pero  no es tal. Simplemente es la inercia de un fenómeno cuya trascendencia radica en el crecimiento casi exponencial de población en situación de extrema vulnerabilidad.

Regreso a la situación de X. Su plan era terminar este semestre en junio y después ver qué podía hacer para no abandonar la escuela. Desde hace dos semanas ha dejado de asistir. Lo más probable es que abandone la escuela, deba buscar guardería y trabajo de salario mínimo para intentar mantenerlo. En algún momento intentará regresar a la escuela, estoy seguro, lo hará con más años encima, con una madurez conseguida a fuerza de golpes y sacrificios. Y conseguirá, seguramente, terminar la preparatoria y buscar una manera menos difícil de mantener y mantenerse. Se unirá a otra estadística, esta infinitamente menor: la de quienes, a pesar de las adversidades, conseguirá un mejor futuro para sí y para su descendencia. Algo, sin embargo, es claro: ese futuro no será todo lo luminoso que su potencial indicaba que sería. Una tragedia al final de cuentas.~