EL CASTILLO DE IF: Advertencia: este material debe manejarse con cuidado

Un texto de Édgar Adrián Mora

 

A MEDIADOS DE este año, la comúnmente tranquila Ciudad Universitaria de la UNAM se vio ensombrecida por la noticia de que uno de los colaboradores de la denominada máxima casa de estudios del país fue asesinado y su cuerpo encontrado en un pasillo de la Facultad de Química. En internet, esa otra realidad que teje de manera más rápida la relación entre hechos con respecto de la velocidad con la que actúa el mundo material, aparecieron versiones de que el asesinato había sido perpetrado por grupos anarcoecologistas que, según esto, tienen presencia en el campus universitario. El asesinato se habría consumado a partir de que el trabajador, un jefe de servicios encargado de coordinar la vigilancia y el aseo de las instalaciones, colaboraba con la UNAM, considerada por estos grupos como un lugar en donde se “forjan las engreídas mentes profesionales que se han propuesto la vil finalidad de construir un mejor mañana”.

Algo que se concibe como una broma de muy mal gusto, tiene, sin embargo, fundamentos con la realidad. Eric Uribares publicó en Letras Libres un texto en cual desglosa algunas características de estos grupos, algunos reunidos alrededor del Frente de Liberación de la Tierra (FLT) y el Frente de Liberación Animal (FLA), de estos últimos afirma: “El Frente de Liberación Animal tuvo su origen en Inglaterra a mediados de los setenta. Al principio liberaban animales de granja o desorientaban cazadores, ahora son una (anti)organización internacional con células que no se conocen entre sí –una de sus fortalezas– y cuyo discurso ha añadido frentes de lucha. Ya no se trata únicamente de la defensa del planeta y los animales, sino también, de la lucha contra la civilización. Y así lo hacen saber a la mínima oportunidad”.

fotograma_12_monkeysConspiradores que no se conocen entre sí. Agrupaciones que se asumen internacionalistas y que no reconocen límites nacionales o de especie. En un mundo cuyo deterioro ecológico es una realidad que no se puede negar (a pesar de los intentos de gente como Trump) la emergencia de grupos de este tipo, cuya agenda parece a más de uno disparatada, es algo cada vez más frecuente. Situaciones que sólo se planteaban en distopías como Twelve Monkeys (Terry Gilliam, 1995) son ahora noticias corrientes.

A partir de principios como estos es que Eric Uribares construye las ficciones incluidas en Las conspiraciones fallidas, volumen de cuentos que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa Sonora 2015, y que la tapatía editorial Paraíso Perdido ha puesto en las estanterías. En este volumen, Uribares aborda la idea de conspiración desde el humor negro, es decir, desde la posibilidad de que algo verosímil quede, en cierto punto, anulado por la ridiculez del contexto que lo significa. El título es más que certero, en tanto la mayor parte de los relatos aluden a conspiraciones militantes que no logran su objetivo o que fracasan por el mal diseño de su operación.

El guiño de una Revolución Mexicana fallida se da en la primera pieza del conjunto, “¿Selfie, mi general?”, en donde un Pancho Villa y un Emiliano Zapata se vuelven a encontrar en el medio de un país en plena revuelta revolucionaria. Villa es entusiasta del video, mientras Zapata es fan de las selfies. En esas posibilidades de conservar la memoria de ambos se ubica también lo fallido de su movimiento que, al igual que el de sus homónimos de principios de siglo, termina derrotado por un ejército que aprovecha las debilidades narcisistas de sus opositores.

escritor_eric_uribaresLos conspiradores desde el lado de la cultura y la literatura vuelto campo de batalla se presenta en “Conspiraciones en la región más transparente”, en donde nombres como los de Carlos Fuentes, Monsiváis, Elena Garro, Rosario Castellanos, Silvia Lemus y demás, se mezclan con agrupaciones que constituyen, a decir de alguno de los personajes, verdaderas mafias: “Ahí están los Poetas Zombies, allá los Novelistas Cacofónicos, acá las Cuentistas en Abstinencia, […] las Narradoras Octogenarias”. Especies más afortunadas que los pollos calcinados por animalistas que llevan nombres como On, Off, Pull y Push presentes en el cuento “Encendido/Apagado”: una especie de parodia que desnuda las paradojas entre teoría y praxis en las que se involucran los integrantes de este tipo de movimientos.

En “Crímenes de caoba”, la conspiración pro-naturaleza se cuenta en una clave cercana a los elementos presentes en la serie B del cine comercial: karatekas, ninjas, pistoleros, francotiradores, camionetotas y traiciones al por mayor se dan en las montañas donde una serie de personajes se dedican a explotar la madera preciosa que los bosques proveen. “Alergia” muestra uno de los sueños de aquellos quienes tenemos que vivir bajo la sombra del sarpullido y la garganta cerrada: si tu malestar no tiene remedio a lo que puedes aspirar, como los personajes de este relato, es a que los demás estén iguales de jodidos que tú.

“Naún y la bala” sale un poco del tono del resto de los cuentos. Es éste un experimento de perspectivas en donde la voz del narrador muda entre una bala que en un momento determinado es disparada por el cañón de una pistola; y la voz del policía novato enviado a controlar una manifestación donde se ve rebasado por la reacción de los manifestantes y esto da paso a la tragedia. En “Pic nic y los conspiradores ingenuos” asistimos a la historia de un sexoservidor homosexual que se involucra con un grupo de anarquistas cuya misión planteada es hacer explotar la Plaza de Toros México; cabe señalar acá la manera en cómo la idea de la anarquía refleja, para el autor, una serie de contradicciones que parecen anecdóticas pero que, en realidad, desnudan mucho de lo que es la percepción de estos grupos con respecto de los que observamos desde fuera este tipo de manifestaciones de descontento con el sistema; dice Uribares:

Todos se hacían llamar ecoanarquistas, o anarquistas-ecologistas; pero entendió que existían pequeñas diferencias de principios, variantes y ramificaciones de tal forma que ninguno se consideraba de la misma corriente que otro. Uno, por ejemplo, se hacía llamar econarquista-lácteo (pues consideraba que fomentar el consumo de leche de origen vegetal podría, de alguna forma que no tenía muy clara, derribar el poderío de compañías transnacionales como la Nestlé), otro más decía ser anarcopambolero (quien consideraba que el futbol podía unir al mundo y liberarlo de la opresión) e incluso había un anarcoplanetario y hasta una anarcobulímica (ésta decía que vomitar tras comer era la mejor forma de mandar por el caño al capitalismo).

Todos tenían en común la misantropía que convivía con una defensa radical de la naturaleza, algo que Picnic no comprendía pero tampoco le importaba mucho.

libro_eric-uribares_las-conspiraciones-fallidasEn “El niño Dios también se indigna” asistimos al fracaso de una conspiración acorde a los tiempos que nos toca vivir: partir de una blasfemia para poder traficar estupefacientes. En ese sentido queda claro, con este relato que cierra el volumen, que uno de los objetivos del autor es desacralizar el aura de solemnidad con la cual se abordan las problemáticas que tienen una manifestación compleja dentro de nuestras sociedades.

Es quizá ese humor soterrado, negrísimo, que depende en mucho de la interpretación y la complicidad del lector lo que anima la lectura de este libro. También relevante resulta la manera en cómo Uribares concluye sus cuentos: deja una sensación de historia inacabada que se extiende hacia los territorios en donde la imaginación del lector puede completar la trama. O suponer lo que continúa. Y lo que continúa, sin duda alguna, no puede ser más que otra conspiración más ridícula y, por tanto más fallida, que la anterior.

En conclusión: háganse de este manual conspiracionista y aventúrense a comprometerse con su lectura. Sólo tengan cuidado, les puede estallar en las manos si no se acercan con la debida precaución.~

 

Eric Uribares, Las conspiraciones fallidas, Guadalajara, Paraíso Perdido, 2016.