El mexicano tiene por ADN la guerra | Corresponsal de guerra
Un texto de Elisa Aceves de Ramery
MIRABA UN REPORTAJE corto de la BBC sobre México, y sentí una ola de náuseas apoderarse de mí cuando reconocí paisajes familiares, y palabras blancas que atravesaban la pantalla. «Mexico is at war with itself.» Imágenes del puerto de Acapulco, infancia conocida por miles, donde los cuerpos decoran los malecones, y en las partes de la ciudad donde viven los no-vistos, no hay ley. «No llega ni la Coca-cola», diría mi abuelo, usando la llegada del conocido refresco como medidor de qué tan mal está la situación. Si ya no llega la Coca, menos va a llegar la policía, o algo que se le asemeje. Es temer por la vida, temer por no llegar a mañana. Temer por recibir una bala perdida (o no tan perdida) en las calles. La guerra se normaliza, al punto que se vuelve parte de la vida. Vivimxs en guerra, unos con otros, pero nunca con los que debemos de hacer pagar por sus males a los derechos humanos, o a lo que queda de ellos. Somos nosotrxs, quienes vivimos en una realidad que parece salida de una película de ficción, quienes estamos en guerra entre todos. Son las trincheras invisibles en las que hemos formado equipos, facciones, grupos de lucha que se empalman en ideas, pero en acciones se quedan cortos. Más ahora, que son épocas de elecciones, que vivimxs un sismo hace más de 7 meses que dejó a 54, 352 damnificadxs «por pérdida total o afectación severa a su vivienda», de acuerdo con un reportaje del Huffington Post. Basta con darse la vuelta por los multifamiliares dañados por el terremoto –la ayuda no ha llegado. Dudo que llegue, por más que sus habitantes se manifiesten. A las estructuras de poder ya lxs tiene muy sin cuidado qué le vaya a pasar a la gente que perdió su casa.
Tras el primer debate presidencial, donde muchxs esperábamos ver comentarios de incredulidad, abundan memes y bromas, en lugar de una severa preocupación que nos debe embargar a todxs.
Hace no mucho tiempo, puedo decir que estaba preocupada por la imagen que tendría este país que tanto amo en el mundo –de por sí nunca ha sido la mejor, pero yo cuidaba mucho las palabras que escogía para no sentir que traicionaba a México y a su gente. Es con el más grande dolor que debo hablar contra mi país, pero no contra sus habitantes. Debo de hablar contra quienes han dejado crímenes impunes, de un Estado de Derecho fallido, de un lugar donde se vive con miedo. Miedo de no volver, miedo de desaparecer. Miedo de tener que ser un padre de esos que buscan a sus hijos en la sierra, armados con picos, palas y lo que les queda de esperanzas. Miedo de ser otrx víctimx más.
[pullquote]Cuidaba mucho las palabras que escogía para no sentir que traicionaba a México y a su gente. Es con el más grande dolor que debo hablar contra mi país, pero no contra sus habitantes.[/pullquote]
México, un país donde el día a día de su gente está espolvoreado con problemas, muerte y dolor. Entre robos, levantamientos, asaltos e impunidades, todxs los habitantes lidian con sus realidades. Aquí, son palabras hiladas para explicar los dolores, a través de los ojos de una joven que vive y que lee desde afuera de los ojos, los epicentros, pero dentro del huracán, sintiendo y sufriendo los terremotos, y que, cuando entra a la zona o se integra a las facciones, entiende –con– quienes luchan. No se trata de santificar a nadie –sino de hablar de puntos de vista, de dolores ajenos, de reflejos en ojos de personas que sufren, y mucho. El mexicanx, ontológicamente, de acuerdo a un querido amigo, tiene por ADN la guerra. Desde tiempos inmemorables hemos vivido bajo el yugo de un Poder con mayúscula que poco se preocupa por la ciudadanía y quienes habitamxs dentro de ella; mucho más se preocupa por sus bolsillos, por sus casas, y autos. Mucho más se preocupan por sus posesiones materiales que por la existencia de quienes vivimxs en el país. Unx no se imagina la realidad que existe tras las partes rurales de las ciudades o de los mismos campos, y sin poderlas ver es difícil empatizar e imaginar. No significa que no esté pasando, ni que lo que se discutió la semana pasada en el radio haya quedado resuelto. La muerte de un periodista el pasado 15 de mayo está comenzando a ser tomada en cuenta por los medios, según escuché ayer, pues tiene vínculos con el crimen organizado, o con el gobierno –todavía no logramos hacer la distinción.
Prender el radio por la mañana, mientras uno se cuela por las rendijas del tránsito, es una sensación parecida a estar en una trinchera. Sin cobertura de lodo, pero con el mismo dolor. Cada guerra y batalla, cada huracán y temblor tiene un corresponsal, y cada corresponsal escupe datos, escupe números, y escupe nombres. Las palabras suenan mecanizadas, ensayadas, como si el corresponsal en cada uno de los estados hubiera estado parado frente al espejo practicando repitiendo las mismas frases vez tras vez. Las consecuencias son el olvido, y la triste realidad de un país que vive asesinatos todos los días, de formas que cada vez son peores. Esta vez, en el tráfico de la mañana del miércoles, 25 de abril del 2018, se habló de un atentado en una preparatoria en Tamaulipas. Asesinatos en Oaxaca. Y, con el mayor dolor del corazón, he de admitir que no tiene para cuando parar.
Hace muy pocos días, por la mañana, el país despertó conmocionado por la noticia de la muerte y disolución en ácido de tres compañerxs, estudiantes de cine, en Jalisco, uno de los estados que más se ha visto aterrorizado por violencia de todo tipo. Lxs jalisciensxs han marchado, se han quejadx, y han intentado lograr que la memoria de estos chicos, no queden impunes. El dolor más grande que nos aqueja a todxs, y de fe se los puedo decir, es el hecho que son solo tres soldadxs caídxs, en un México que no se preocupa por sus hijxs, porque «un soldado [en cada uno de nosotros] le dio», unx soldadx en nosotrxs tiene. De acuerdo con la revista Proceso, «en el homicidio de los tres estudiantes, Javier Salomón Aceves Gastélum, Jesús Daniel Díaz García y Marco Francisco García Ávalos, presuntamente participaron ocho integrantes del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), dos de ellos fueron detenidos y vinculados a proceso la madrugada de ayer.» La BBC reporta luego que el único «crimen» que cometieron Javier, Jesús y Marco fue filmar en una localidad que, sin que ellos lo supieran, estaba dedicado a la prostitución –posaba como estética, pero sus intenciones eran otras.
El mismo canal noticioso luego aclara: «En 2017, México registró un total de 23.101 homicidios a nivel nacional, según el SESNSP. Con esta cifra 2017 se registra como el año más violento en el país en las últimas dos décadas, superando al 2011, cuando se documentaron 22.409 asesinatos.» Superando en números las bajas en una guerra formal como la de Siria. Sin duda, en estas guerras, hace falta una corresponsal de guerra…~
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