La virulencia contra Rigoberta Menchú y el voto | blog vozed

Una reflexión sobre la virulencia contra Rigoberta Menchú cuándo ha pedido el voto en México. De Humberto Bedolla

 

A mí me parece un error pensar que la Fundación Rigoberta Menchú no pueda cobrar por los servicios que presta. Estos servicios cuestan, y el Nobel no garantiza el funcionamiento de una institución –como lo es su fundación– ni mucho menos el pan para los que trabajan en ella.

Por lo que he podido leer hubo dos fundaciones del tercer sector, es decir, de carácter social: Murrieta y Tendiendo Puentes  que «enfrentaron dificultades para integrar los fondos necesarios para cubrir la contribución pactada por la Fundación Dra. Rigoberta Menchú». Esto es, fundaciones sociales que ven en la Fundación Rigoberta Menchú un referente, alguien con quién contar para la incidencia política. Buscan referentes, acuerdan ayudas y, pareciera, no hicieron algo del todo bien: pactan unos servicios que por alguna razón luego no pueden pagar.

RigobertaMenchuCreo que lo que realmente pasa es que la gente no entiende cómo funciona el movimiento del tercer sector. Luchar por la sociedad no es gratuito, mucho menos en el capitalismo en el que vivimos. En la reivindicación de los derechos, en el tercer sector se buscan mejoras sociales mejorando el sistema, desde dentro. No plantean –o al menos yo no lo he visto en aquellas con las que he podido colaborar– la anarquía. La Fundación de Rigoberta Menchú está en esa línea. Dentro de su misión está «trabajar para la construcción de la justicia y la democracia [, en especial para los Pueblos indígenas y originarios]». Esto significar trabajar con el Entorno, hacer incidencia política. En otras palabras, no buscan la revolución por las armas sino la revolución desde mejora y garantía de los derechos básicos.

[pullquote]Las palabras clave son institución y participación ciudadana: Incidencia política. Intentar mecanismos institucionales que garanticen la mejora de los servicios sociales.[/pullquote]

A uno le puede chirriar mucho que la líder indígena pida el voto en un lugar dónde podría no valerlo, como mucha gente siente en México. Y entiendo que es por aquí por donde vienen las críticas, porque doy por hecho que nadie le ha dicho (ni ha pensado) pedirle que no hable y que se vaya a su país, que no hable por ser mujer y, menos aún, que no hable por ser indígena; así que estoy seguro que la gente no crítica a Menchú, consciente o inconscientemente, por ser mujer, indígena o extranjera. (Aunque no nos debería extrañar que salga uno por ahí diciendo algo así.) Pero hay que entender que hace la fundación que Menchú dirige. La fundación «es una institución que se le reconoce por su contribución en la defensa de los derechos humanos […] para lo cual impulsa programas educativos, de participación ciudadana, de desarrollo comunitario y de lucha contra la impunidad.» Las palabras clave son institución y participación ciudadana: Incidencia política. Intentar mecanismos institucionales que garanticen la mejora de los servicios sociales. Y el voto es básico. Por mucho que la democracia sea el peor sistema que existe, hasta que eso no cambie, es el que hay. En España hay una asociación que lucha desde la incidencia política por las personas con discapacidad intelectual, y ahora están en medio de un programa para que la ley les reconozca su capacidad y puedan votar. ¿Por qué? Porque podrían elegir las políticas sociales que ven por ellos. Si ni siquiera votan no pueden elegir. Lo mismo pasa con los indígenas en Guerrero, en Chiapas, en México en general, deberían votar. La gente podrá estar en contra o a favor de votar. Pueden pensar que no sirve –y en efecto, en México el voto parece ser puro paripé–, pero lo cierto es que el sistema permite elegir a quienes toman las decisiones; los países nórdicos tienen un estado de bienestar basado en la democracia. (Habrá quien diga que nos somos nórdicos. Está claro, ellos llevan pagando el 50% de impuestos desde hace décadas, ¡todos!). Entonces por qué la virulencia contra Menchú. Por qué acusarla de vendida.

Creo que el problema es un mecanismo psicológico: estamos tan en desacuerdo con ellos (los políticos que han causado muerte y dolor y, los que menos, corrupción) que a cualquiera a quién veamos a su lado está en contra nuestro. Menchú se ha rebajado y se ha jugado su credibilidad e imagen al ir a un evento con «ellos», piensan muchos. Habrá que ver. Porque, recordemos, la incidencia política significa sentarse a hablar con «ellos». Poder diferenciar exige madurez, por lo menos política, y cabeza fría.

México es el último país en la lista de la OCDE en calidad de vida. El modelo de calidad de vida no es subjetivo. Es un modelo con indicadores para comprobar –¡adivino!– el grado de implantación del estado de bienestar en una sociedad (Educación y competencias, Seguridad personal, Balance vida-trabajo,  Relaciones sociales, Ingresos y riqueza, Vivienda y Calidad del medio ambiente). Y apostar por implantar un estado de bienestar es una decisión política. Dar más a la salud, la educación, las pensiones y la dependencia., potenciar el principio de solidaridad en la sociedad. ¿Cómo se llega a eso si no dejamos que nuestros líderes no se sienten con «ellos»? Basta con no tener lideres para no saber a dónde ir. Sin Menchú la gente de Ayotzinapa pierde un referente en la  incidencia política y, sobre todo, un modelo de «fortalecimiento de la democracia a través de la Campaña Nacional de Participación Ciudadana». Acción por la cual Menchú se ha ganado su credibilidad. Ah, y por lo que recibió un Nobel. Otra cosa es que, como en muchos lugares, nadie valga la pena, nadie merezca el voto.~