80P1VM/70: Fiji Mainland
#post_80P1VM/70 de 80 en 1 vuelta al mundo, de Humberto Bedolla
CUANDO LLEGAMOS A Fiji teníamos lo único que había que tener claro: queriamos playa. También parar de movernos un poco -dejar de correr y cambiar de plaza cada día-, así que nada más aterrizar nos fuimos a la playa de Nadi, donde está el aeropuerto internacional, 2 días. La playa, bien; pero no son las [playas] paradisíacas. Buscábamos información sobre el archipiélago de las Islas Yasawa, y no dabamos credito: monopolio en el transporte y escasa oferta hotelera que, encima, te obligaba a pagar todas las comidas.
Tomamos camino a Suva, la capital. A cuatro horas en bus. Llegamos a una ciudad pequeñísima, como todas las del Pacífico, y más bien fea. Llovió tanto que lo único que hicimos fue ir de un bar a un café y meternos al cine. Dos películas. Las únicas en un año de viaje. En Suva descubrimos que Fiji tiene apenas poco más de 50 años como nación independiente (la gente viste jerseys deportivos que celebran la independencia en 1970), que los militares gobiernan, que hay corrupción y que la mayoría de la gente vive en las villas, un poco apartados de ritmo de este mundo. No son flojos, nos contaba la fijiana con quien compartíamos mesa y té, sino que tienen necesidades básicas: comer, dormir, ser… felices, pensamos todos. Ganan algo de dinero con los turistas que visitan sus playas. No necesitan televisión o automóvil, así que solo tienen sus casas y comen lo que pescan y siembran. A mi me retumbaba en la cabeza eso de “…son felices”.
Salimos de Suva y fuimos a Pacific Harbord. A una hora en bus. Ahí visitamos Shark Reef, en Beqa Lagoon. Y de ahí a un pueblo en medio de Coral cost, para estar dos días sin nada que hacer. Coral cost es una larga costa con un arrecife de coral a unos 50 o 100 metros de la playa. Con marea alta el agua cubre todo el arrecife pero con marea baja, el agua deja al descubierto todas las estructuras formando una especie de laguna. Las olas rompan en la barrera de coral em vez de romper en la playa. Da la sensación que uno está fuera de pelig. De que nunca pasará nada malo, las criaturas del océano nunca llegarán a la playa.
Ahí, en un hotel familiar, precioso, donde estábamos casi solos bebimos cava, la amarga bebida típica de la fe re de Fiji, comimos lovonite, pescado, cordero y pollo todos mezclados y cocinados al calor de un horno de tierra. Y dudamos de si movernos. El tiempo comenzó a a ir a otro ritmo. Sólo teníamos claro que queríamos playa y lo habíamos conseguido.~
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