80P1VM/68: Constelaciones desconocidas en Waitomo Glowworm Caves
#post_80P1VM/68 de 80 en 1 vuelta al mundo, de Humberto Bedolla
UNA NOCHE ANTES dormimos a espaldas de Hobbiton, el pueblo que recrea el mundo hobbit en las sagas del Señor de los anillos y El Hobbit. Nos lo habían recomendado y, por donde quiera que leíamos todo eran maravillas. Cerca de ahí están la cuevas de glowworms, en Waitomo, qué también nos recomendaron.
La noche fue plácida, con una puesta de sol impresionante. El entorno era muy lindo, y el lugar, algo diferente. Habíamos ido a parar a una granja donde habían limpiado un trozo de colina y puesto unos baños. Listo, lo alquilaban como camping.
Amaneció y nos costó mucho, muchísimo, un chingo, levantarnos. Había algo que no iba, o que no nos dejaba ir. Apuramos hasta el último minuto en la granja-camping para luego irnos a Hobbiton.
—¿Vamos a entrar?
—Mmm, no sé. ¿Tú cómo lo ves?
No nos llamaba mucho el parque. Es una recreación del pueblo pero no se puede estar a las casitas, el interior fue hecho en los estudios, en Wellington. Y la entrada era un poco dolorosa, 79 dólares neozelandeses (unos 45 euros) por el paseo. Llegamos al estacionamiento, entramos al café y nos fuimos, casi corriendo. Dejamos ir el autobús que podía habernos llevado. Mientras conducíamos a Waitomo, asentimos, no sin tener algo de incertidumbre.
Las cuevas de glowworms, en Waitomo, son otra cosa. Glowworm es luciernaga. Lo cierto es que son unos gusanos que babean y emiten una pequeña luz. Visto así parece asqueroso. Y la entrada a la cueva no deja de ser desoladora. El jefe maorí que las descubrió es ahora el dueño del lugar, y lo ha adaptado para que aquello, en vez de una cueva sea una mina de oro. La guía lo primero que nos comentó fue que debíamos tener cuidado con las estalactitas y estalagmitas. Lo de siempre, tardan millones de años en formarse, sin embargo, ellos han puesto un suelo de piedra barriendo con todas las estalagmitas que, seguro, tardaron millones de años en formarse.
La cueva ahora es lugar para conciertos, bodas y otros eventos por su excelente acústica (sic). Y así íbamos hasta que llegamos a un río subterráneo, donde había una balsa de metal y nada de luz. Esto ya era diferente. Subimos, la guía tiró de un cable sujeto a unas estalactitas y que apenas se veía y entramos a otro universo. No lo puedo describir, al menos no lo que me hizo sentir. Simplemente miras constelaciones desconocidas de miles de estrellas de color verde fosfórico. Sabes que son gusanos, que la luz es una anzuelo para los insectos, que de ese punto cuelga un hilillo de baba y, sin embargo, no puedes evitar mirar al techo con la boca abierta. Tú, como las moscas y otros bichos, eres presa de los gusanos de la cueva.
La experiencia es corta, muy corta, un minuto si acaso (y el precio, alto). Pero algo, en ese día, valió la pena.~
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