80P1VM/38: El precio del paraíso es aire

#post_80P1VM/38 de 80 en 1 vuelta al mundo, de Humberto Bedolla

 

YA SABIAMOS QUE el paraíso estaba en el mar. Nos lo advirtieron hasta el cansancio, así que, no sin algo de hartazgo, caímos en la dinámica, pagamos por ir a bucear. Tres días en un “vida abordo”. Un barco grande, camarote propio, donde lo único que íbamos a hacer era levantarnos y comer, bucear, comer, bucear, comer bucear. Tres inmersiones por día durante tres días.

Nos embarcamos. Yo con un poco pendiente de que todo saliera bien. De tener buena buena onda con el resto de la gente: 12 pasajeros y 8 de tripulación, y que las inmersiones fueran buenas. Nos dijeron que iríamos a los mejores puntos, que no tenían comparación y que, tal vez, veríamos mantas ray. Tal vez.

Comenzamos, bajamos, y vimos peces payaso, peces león (y muy cerca a pesar de ser bastante tóxico), morenas, estrellas de mar, peces loro, tortugas, tiburones del arrecife… vimos un arrecife lleno, llenísimo de peces por todos lados. Peces pequeños, peces grandes, una maravilla. Y corales, vimos corales de colores, vivos. Cada inmersión era mejor que la anterior, más linda, más emocionante, más intensa. Otra vez coral, más peces payaso, más tortugas, más tiburones. Algunas corrientes que nos arrastran durante varios cientos de metros. Hasta que, en una de esas maravillosas inmersiones el aire dejó de fluir. Tanque, válvula, regulador, y nada. Aspiré más fuerte y no salió el aire que se supone tiene que salir. Había visto, segundos antes, cuantos bares  de presión quedaban, se suponía que 50, el límite para comenzar a subir a la superficie sin problemas. Pero ahora marcaba cero. Me asusté, por supuesto que me asusté. ¿Qué carajo hago? Tuve la extraña reacción de volver a aspirar y ver que la aguja marcaba cero bares y que, efectivamente, no salía aire. Me acerqué asustado, rápido, a Arancha, solo con el (poco) aire que quedaba. Ella miraba algo, algún bonito pez, supongo. Le tiré del brazo, le dije algo, creo que puse las dos manos juntas rogando que me diera aire. Ella me miró sin entender. ¿Qué quieres?, miraba un bonito pez, parecía decirme con los ojos. Hasta que hice la señal que, se supone, nunca se debería hacer: la mano en el cuello, como si te lo fueras a cortar. No tengo aire. Solo recuerdo que abrió los ojos, yo recibí un chute de adrenalina.

Recuerdo tener conciencia de que estábamos a 14 metros de profundidad, ¿subo a la superficie? Se debe subir a menos de 9 metros por minuto, por aquello de evitar burbujas en el cerebro, así que si subía debía hacerlo en más de 100 segundos, no más rápido. Un minuto y 40 segundos que pueden ser una eternidad

Después todo fue bien. Ella me dio su segundo regulador, avisó a la otra pareja con la que buceábamos que estaba sin aire (él francés de la ota pareja llegó a nosotros en dos segundos con su segundo regulador listo para que lo tomará), avisó al Dive Master. Todos se acercaron a darme aire, y todos subimos sin más. Yo había cambiado del regulador de Arancha al del Dive Master. Pregunté el por qué de esa situación. Son situaciones comunes, me explicaron. Algo de la sal tapando la salida del aire, la falta de presión… no sé, había bajado 7 veces al paraíso, el Parque Natural de Komodo, a la grandiosidad del océano, y solo pude dejar de preocuparme, revisar el regulador y prepararme para la siguiente inversión. Podríamos ver mantas, dijeron.~