80P1VM/37: Aquí hay dragones

#post_80P1VM/37 de 80 en 1 vuelta al mundo, de Humberto Bedolla

 

BUSQUÉ EN SUS  ojos las respuestas. Él no dijo nada, sólo afirmó con la cabeza, sin dejar de mirarme. Por fin había un capitán que sabía contestar ‘Hic sunt dracones’, y llevarme dónde ellos. Yo intuía que la leyenda en los mapas antiguos no era para indicar que no se sabía que había en esas latitudes sino que era una marca, una cruz en el mapa para encontrar a los únicos dragones, a los de verdad.

Para encontrar a los dragones de Komodo hay que salir del puerto de LubuhanBajo. Y hace mérito a su fama: es un puerto de pescadores, marinos, capitanes, corsarios, piratas y ladrones. De esos que triplican el precio de todo respecto a cualquier otra isla de Indonesia, incluida Bali, la más turística. Es un nido de maleantes donde se han pactado precios y se ha reducido la calidad de todo: hoteles, comida, excursiones… Pero es el puerto para los dragones.

Después de pelear durante cuatro días llegamos a nuestro barco: tripulación, capitán y algunos aventureros que, como nosotros, querían cazar dragones. Y partimos con ganas y siempre con recelo, no podíamos dejar de pensar que el viaje tenía peligro: dragones y piratas, piratas y dragones.

Buscamos enterarnos del ambiente de Komodo en unas islas previas, y por fin llegamos. El capitán no bajó. Yo aquí espero, si es que regresan, me dijo de nuevo con la mirada. Y recuerda: ‘Hic sunt dracones’; y piratas.

Yo asentí. Luego recorrí la isla con la vista. Una isla seca, con matorrales y algunos árboles y palmeras.

–Vamos Arancha –grité eufórico–, a la caza de los dragones.
–Cuidado, piratas.

Nos interceptó uno.

–Money, money, money, Nacional park fee –dijo para darnos acceso al Parque Nacional.
–¿Más dinero, después de lo que hemos soltado para llegar aquí? Cabrón, mal nacido, pirata.

Saqué mi espada para batirme en duelo.
–¿Qué haces con el esnórquel en la mano? ¿No pensarás que entiende los insultos, o sí?
–¿No nos entiende?

Tenía los ojos inyectados de sangre y las venas hinchadas.

–Seguro los entiende. Pirata, ladrón, cabrón, hijo de la chingada… mumutsul.

Descargué toda mi frustración de los últimos cuatro días. De todas las horas dedicadas a negociar y renegociar, de las dedicadas a recorrer casetas de viajes con precios abusivos, de las noches en cuchitriles…

–¿Lo has insultado en náhuatl?

–Es lo poco que aprendí. Seguro entiende. Ahora saca tu espada y pelea –dije mientras blandía la mía.
–No le voy a pegar con el esnórquel al Ranger del Parque Nacional.

Nos asaltaron. Pero los cazamos, a los dragones. Nos avisaron que era mala época, están en cría, pero vimos 7. Los vimos descansar alelados por el sol. Y los vimos andar, dejándose guiar por esa lengua viperina y esos dientes llenos de bacterias mortales. Los vimos asustar a los venados, su comida. Y los vimos ignorarnos, casi sonriendo al disparo.

Regresamos al barco y saludé al capitán con un ‘Hic sunt dracones’. Él puso cara de no entender, pero sé que sabe.~