80P1VM/02: Un catarrazo y un tequila
#post_80P1VM/2 de 80 posts en 1 vuelta al mundo, de Humberto Bedolla
DOS SEMANAS DESPUÉS de llegar a la Ciudad de México seguía malo. (Hay que recordar que fui a casa para anunciar el viaje.) Desde el primer día tuve una tos y unas flemas que aún ahora no se van y que sé que a nadie (importan ni) gustan. Ese es el gran tema de los viajes, la salud. ¿Qué hacer cuando no estamos en el lugar de siempre en caso de enfermedad?
Recuerdo lo mala que se puso una amiga viajando por una carretera de curvas interminables entre Oaxaca y Puerto Escondido. O la gastroenteritis de Arancha después de comer un kebab delicioso pero realmente imposible de determinar de qué animal era, en El Cairo. Si nos ponemos malos mientras viajando estamos jodidos. Habrá que sacar un seguro médico anual y global, decidimos casi de forma instantánea mientras organizamos el viaje. Pero a nadie se le escapa que esos seguros son con franquicias que salen igual de caros que ir directamente a un médico. ¿Se imaginan romperse una pierna en Estados Unidos? Mierda, mierda, mierda. No sé qué es peor.
Aprovechando que tuve un catarrazo de dos semanas y unos días de fiebre que me tumbaron en la cama, le encargue a mi madre, uno de los dos médicos de la familia (el otro es mi padre) que me hiciera un botiquín completo que me pudiera llevar al viaje. En él hay antibióticos, antivirales, antidiarreicos, antiamibas, anti cualquier cosa que se les ocurra… Y, a pesar de ser de similares y no medicamentos de marca, el gasto fue alto.
—Cualquier precio es nada por la salud —dijo mi madre mientras me pasaba el recibo del botiquín recién diseñado.
Yo miré el botiquín y recordé los huesos rotos. ¡Ay, cómo duelen!
Volvimos caminando a casa desde la farmacia de similares, y mientras me limpiaba la nariz por tercera vez en menos de un minuto rogué a los dioses correspondientes que no pasará nada de nada en el viaje. Apreté las cajas de medicinas contra mi pecho y respiré hondo, muy hondo. Luego me dieron ganas de tirarlos. Me producían estrés tenerlos cerca.
—Oye, y este catarro, ya llevo 4 días y nada que se me va.
—Pues te dio duro —contestó mi madre mientras mantenía el paso constante a casa. Yo ya iba jadeando—. Deberás seguir con el tratamiento y tener reposo, no hay más.
¿No hay más? No hay más me dice. Y se queda tan tranquila, tan… así…
—Pues es mejor un tequila —contesté con rabia.
Llegamos a casa, dejé la bolsa de cajas de medicinas en la mesa y le pregunté a mi padre por las botellas de tequila.
—Olvídate de ellas. Con la medicina que estás tomando, no hay forma.
Y una mierda. Me fui al baño a intentar vomitar la última pastilla que nunca salió, ya estaba más que digerida… Comencé a contar las horas para confirmar que ya se me había ido el efecto de la medicina y no solté la botella de tequila que finalmente encontré entre una crema de café y un licor de arroz chino de muy mala pinta. No, no solté la botella hasta haber podido darle el primer trago. Largo, larguísimo. No mejoré. De hecho me sentí peor, pero, sinceramente, no importa. Mientras podamos estar sin medicina en un viaje, no importa. Así, el viaje será mejor, y con tequila los males serán menos.~
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