80P1VM/81: Agra, el Taj Mahal
#post_80P1VM/81 de 80 en 1 vuelta al mundo, de Humberto Bedolla
ENTRAR POR UNA de las tres puertas al recinto del Taj Mahal para llegar a un patio y ver una puerta interna, que da acceso a la larga fuente y al edificio blanco blanquísimo, es un ejercicio de respiración extenuante. El camino, que no es corto, hasta que uno observa la figura ya conocida de la tumba se hace largo, pesado y denso. Uno no puede respirar, aunque quiera. Suelta el aire, intentar inspirar y nada, el aire no entra a los pulmones, obligado a contener la respiración. Y cuando el edificio está a la vista todo el mundo logra por fin respirar y exclamar “Ooohhh”. Es infalible.
Todo el mundo, guías de viaje, guías turísticos, locales, extranjeros,…todo el mundo se empeña en contar la historia de un rey que, jodido por la perdida de su amada esposa, mandó a construir una tumba. Ese es el motivo, sí; pero uno debe ver el Taj Mahal -cualquiera que se diga viajero- simple y sencillamente porque es espectacular. El blanco de mármol y el exquisito trabajo de tallarlo para los adornos florales que cubren las paredes merece el sufrimiento de llegar hasta Agra y pelear con los que se dedican al turismo… La simetría, el reflejo del agua, el contraste con el cielo, las águilas, pericos y garzas planeando a su alrededor. Un día soleado y no tan contaminado. No mucha gente, al menos a la hora que fuimos.
Poner en valor que el edificio es la más grande muestra de amor de un hombre por su esposa, muerta al dar luz a no sé que hijo pasada ya la decena, no importa. El Taj Majal, es un edificio impresionante, precioso por sí solo. No hace falta la historia de amor, ni contar que su creador no lo vio terminando porque su hijo lo derrocó y encerró en una jaula de oro desde la que todos los días veía el avance del proyecto. Nada más entrar el largo estanque de agua -que no siempre está lleno- se refleja la perfección del edificio. Asentado en una gran base cuadrada, está flaqueado por dos edificios rojos llenos de pequeños adornos perfectos y que por sí solos son preciosos. El conjunto quita el aliento.
Nos acercamos lentamente, esquivando a los locales y a todos los que se sacan fotos sin importarles que tú lo estés admirando. Esquivando a los guías que quieren cobrarte una pasta por la explicación. A los indios que no te dejan en paz si no te sacas un selfie con ellos. Esquivando la presión en el pecho que no sabes por qué es pero que no te deja respirar… Llegas a la base, levantas lo cara, los ojos, y sabes que el largo viaje ha valido la pena.
Arancha dice que lo mejor es hacer toda la India y terminar en el Taj Majal, para irte con lo mejor del país. Y sí, tienen razón. Pero si no se puede, hay que verlo, a un a costa de morir ahogado, sin poder respirar.~
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