Vicente Monroy: «La Alt Lit ya no es la alternativa a nada»

EL NUESTRO ES un tiempo de etiquetas o hashtags, y el triunfo de un determinado producto tiene mucho que ver con su correcto etiquetado. La aparición de nuevos términos para conectar ideas que en realidad no tienen nada que ver las unas con las otras es un síntoma del lenguaje de hoy. A base de etiquetas se forma esa realidad paralela de las revistas digitales de tendencias, que buscan lo extraordinario pero, al mismo tiempo, están obsesionadas por las definiciones.

El imaginario de Internet se reconstruye alrededor de la apariencia de los términos, aunque no es del orden de los términos sino de su dispersión. Lo extraordinario no puede existir en una cultura de lo extraordinario, porque se ha vuelto normativo del mismo modo que lo políticamente incorrecto no puede existir en un imaginario que no se basa en la política, sino en el desprecio a la política. No queda nada extraordinario en Internet. No queda nada políticamente incorrecto. Como en el retrato oval de Poe, lo real aparece y, apareciendo, destruye lo real.

Así sucede con el término «Alt Lit», que no significa nada y sin embargo parece haber sido pieza clave para construir la realidad paralela de una nueva literatura en Internet. Una realidad esquiva, compleja, virtual, pero al fin y al cabo una realidad. La etiqueta Alt Lit es tan poderosa, que ha superado incluso la definición que contiene su nombre (Alternative Literature): en una cultura de lo alternativo, lo alternativo no puede existir. Sólo así se puede entender ese contradictorio proceso de globalización de lo alternativo que estamos viviendo.

En vista de los hechos, parece claro que la Alt Lit ya no es la alternativa a nada. Nos sorprende que todos los comentaristas utilicen un término que no puede definir nada concreto. Parece que la única utilidad del término a estas alturas es repetir incansablemente la pregunta de la que nace este texto: «¿Qué es la Alt Lit?». Pero el triunfo del término es precisamente no significar nada determinado, así que la pregunta está equivocada. Es un término de carácter inclusivo, pero no definitorio. Cualquier literatura que se etiquete como Alt Lit queda en cierto modo validada.

Que algo no pueda definirse no quiere decir que no pueda etiquetarse. Al etiquetar lo indefinible se genera un misterio. La Alt Lit no existe, pero su misterio sí. Y en términos de marketing, etiquetar un misterio es mucho más efectivo que etiquetar una verdad.

A finales de los años 50 apareció en Francia un grupo de directores más o menos jóvenes, más o menos libres y que proponían (más o menos) una ruptura con el cine francés de su momento. Lo que nacía en realidad era una etiqueta: «Nouvelle vague». Un término que no significaba nada, y que sin embargo puede que sea el más conocido e influyente de la historia del cine (también bastante rentable).

Los autores de la Nouvelle vague, como los de la Alt Lit, no compartían nada preciso. No podían considerarse parte de un estilo, ni de una corriente, ni de un canon. La Nouvelle vague fue en realidad una asombrosa campaña de marketing basada en el uso recurrente de otras nuevas etiquetas («cine de autor»,  «política de los autores», «cinema verité»…) que no hacían referencia a una verdad, sino a un misterio. Es decir: no nombraban nada nuevo, sólo lo prometían. Era el misterio de un nuevo cine que nunca se concretó. A través de ese misterio, los directores de la Nouvelle vague hicieron suya la famosa relectura de Godard de la frase original de Lampedusa: «Ne change rien pour que tout  soit différent» («No cambies nada para que todo sea diferente»).

Apenas un misterio. Y sin embargo ese misterio parece haber ejercido una atracción mucho mayor que cualquier verdad en los últimos 60 años: el espectador relaciona el término Nouvelle vague con una realidad, a pesar de que esa realidad es absolutamente virtual. Asocia la etiqueta a un tipo de película, basándose quizás en un par de referencias más o menos paradigmáticas. Y sin embargo no existe nada parecido a un modelo en el término. Los directores que abarca son radicalmente distintos. Muchas veces sus búsquedas opuestas. Algunos se separaron violentamente a lo largo de su vida. Lo único que los unió siempre fue ese pacto misterioso que imponía la etiqueta Nouvelle vague, y que terminó convirtiéndose en una maldición para la mayoría de ellos. Incapaces de deshacerse ella, se vieron condenados a pertenecer para siempre a algo que ya no les representaba.

Empieza a ser recurrente que escritores que originalmente se adscribieron a la etiqueta Alt Lit , la rechacen ahora. Incluso dentro de la cúpula del grupo: Tao Lin no se cansa de decir últimamente lo mucho que le molesta esa falsa idea de grupo, mientras su literatura se aleja más y más de sus supuestas características para abrazar una suerte de psicodelia. Heiko Julien se ríe de ella con su brillantez habitual. La cuenta de Twitter @altlitgossip dice en su tablón: «ALT LIT died in 2014. Go on now, get». El rechazo es comprensible: el mismo término que hace cinco años permitió a estos autores marcar una diferencia, aparece ahora como una carga. Su utilidad no existe en el momento en que todo es susceptible de ser Alt Lit. Lo que en origen fue un término que diferenciaba a unos pocos autores del resto (un término excluyente), se ha terminado convirtiendo en una herramienta para dar visibilidad a nuevos autores en el mundillo literario (un término inclusivo).

Lo que ha ocurrido es un fenómeno más o menos común en la lengua, por el que lo que en origen era un nombre de marca comercial (Kleenex, Tirita, Albal, Maizena, Rimmel…) termina por convertirse en un denominador común. Alt Lit ha pasado de denominar a un determinado grupo de escritores, a convertirse en un término general al que se adscribe cualquier cosa que hable de Internet. En Estados Unidos (un país medianamente avanzado en la literatura) esto ha dejado ya de ser útil. En países más adelantados literariamente como Argentina nunca ha tenido mucha importancia. En España (un país donde la literatura lleva 40 años de retraso y donde el simbolismo de Antonio Gamoneda o Chantal Maillard siguen siendo una influencia clave para poetas de 20 años) la Alt Lit se presenta como una verdadera revolución.~