Traslaciones del desierto

Un texto de Christina Soto van der Plas Hwy 247 Old Woman Springs Road /fotografía Sandi Hemmerlein

 

ME DECÍAN QUE acá el desierto era distinto. Es distinto porque tiene colores que brotan, como parches, a contra-natura. Parcelas verdes, árboles que dan sombra y, al lado, caminos arenosos, ramas que reclaman su espacio, con sus espinas, para taimar la sed, montañas amarillas llenas de detrito, listas para incendiarse. Acá puedes adaptar tu terreno para que parezca el set de una película: pasto verde que alfombra la tierra para que camines cómodo; cielo azul intenso para que nada nuble tu panorama; flores de colores, jardines que domeñan el salvaje despliegue de la flora; una valla blanca, por supuesto, para delimitar tu propiedad, el cuadro en el que guardas tus posesiones más preciadas; la alberca, no puede faltar, mosaicos azul claro, siempre iluminada por el sol que, impasible, siempre ilumina el set. Tu casa en tecnicolor. Acá, también, ese set se ha deteriorado. Tierra sedienta, implacable viento, cuencas de ríos que son sólo fondo, montañas rocosas rojas y ásperas. Una parcela que se incendiará en cualquier momento, en cuanto sople el viento y el calor se concentre. Un territorio que saca del set a los que no han encontrado el oro que venían buscando. Un desierto distinto que te margina: ¿Puedes escribir un guion cinematográfico acerca de cómo riegas tu pasto, tus árboles, tus flores? ¿O vives en el valle aquel donde tu idioma no tiene el vocabulario para nombrar los distintos tonos de los fantásticos colores verdes que sólo puedes ver en una pantalla? Un desierto que se ha poblado gracias a la fantasía de poder pintar de colores al monótono zócalo arenoso, siempre café.

Hace seis meses que vivo aquí, al lado del río siempre seco, en el imperio del interior. Inland Empire: así le llaman a la zona en donde está Riverside, la ciudad en la que he venido a parar.

En el sur de California, el «Imperio», término poroso por definición, no es un territorio definido. Consiste en un cúmulo informe de ciudades que se anexan a la región de Los Ángeles a medida que la metrópoli desplaza a las comunidades y la pobreza hacia la periferia.

El lugar es ideal, me dijeron, porque está: a una hora de Los Ángeles, a una hora de la montaña del Gran Oso, a una hora de la playa hacia el Condado Naranja.

La luz cegadora del desierto hace que me refugie en un pequeño local de comida griega al lado de un supermercado, rodeado de tiendas que se reproducen sin fin, siempre en cuadros alrededor de enormes estacionamientos. Pido un plato de ensalada y falafel. Será griega la comida, pero todos los que están detrás de la parrilla hablan mi idioma y son de países bárbaros que no han entrado ni entrarán en el catálogo helénico de la civilización.

La luz me lleva a la edad oscura. Mientras, como. Mi deseo de evadirme y desaparecer este paisaje me lleva, siempre, a hundirme en el espejismo que son para mí las páginas de libros que, espero, nada tengan que ver con el tránsito de carritos del súper que veo frente a mí. Leo sobre dos conceptos historiográficos medievales: translatio studii y translatio imperii. Translatio studii se refiere a la transmisión lineal de conocimiento y saber de una geografía y tiempo a otros. Translatio imperii describe el movimiento de dominio imperial y el traspaso del poder de un soberano a otro. Los conceptos están hermanados por el movimiento de la translatio: traslación y transferencia. Desplazamiento de físico de objetos. Transferencia del poder y transferencia de saber. Caballería y clerecía.

Aquí, la traslación del imperio ha sido triple: de los Nativos Americanos a los colonizadores y misioneros españoles y, finalmente, la anexión del territorio a los Estados Unidos.

California es una isla imaginaria. Localizada a la derecha de la India, cerca del Paraíso. La gobierna Calafia, reina de las Amazonas.

Así el Amadís de Gaula: «A la diestra mano de las Indias, hubo una isla llamada California, muy llegada a la parte del Paraíso Terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún hombre entre ellas hubiese, que casi como las Amazonas era su manera de vivir… la ínsula en sí la más fuerte de rocas y bravas peñas que en el mundo se hallaba; las sus armas eran todas de oro, y también las guarniciones de las bestias fieras, en que, después de las haber amansado, cabalgaban; que en toda la isla no había otro metal alguno».

Traslación toponímica. Traslación de saberes imaginarios y ficciones.

¿No fue el oro, también, lo que le dio lugar al «sueño de californiano»?

(Translatio studii) 1848, Coloma, California: ¡Eureka! ¡Pepitas de oro! James Marshall encuentra oro en el molino que estaba construyendo para el pionero suizo John Sutter. En cuestión de meses, todo el país se entera del descubrimiento y comienzan a llegar buscadores de oro de todas las latitudes.

El abandonado pueblo de Coloma está en el Condado de El Dorado, California.

¡Eureka! es el lema del Estado de California.

La anécdota en la que surge el término está, también, relacionada con el oro y el descubrimiento. ¿La corona está hecha de oro sólido o es un engaño? «Un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido en reposo, experimenta un empuje de abajo hacia arriba igual al peso del volumen que desaloja» Arquímedes exclamó «¡Eureka!» cuando, bañándose en la tina, finalmente descubrió la manera de saber si la corona era de oro sólido: tendría menor densidad que la falsa. Arquímedes sale corriendo, desnudo, por todo Siracusa.

Pendersleigh & Sons Cartography’s map of the Inland Empire – San Bernardino and Riverside Counties

(Translatio imperii) 1848 fue también el año en que se firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo que dio fin a la guerra mexicano-estadounidense. México le «cede» la mitad de su territorio a los Estados Unidos, la frontera se establece en el río Bravo, quince millones de dólares por la pérdida de los territorios cedidos.

El artículo xvi del Tratado de Guadalupe Hidalgo dice lo siguiente: «Cada República podrá fortificar su frontera.» Hoy el artículo cobra vigencia, vigencia escrita no ya en letra sino en muros y fortificaciones que van más allá de un territorio.

La imposibilidad de traducir.

Estos días se han podido ver las dos grandes cadenas de montañas que rodean al valle donde está Riverside. Manejo por cualquiera de las anchísimas highways y deseo bajarme en algún lado para fotografiar la majestuosidad que me rodea pero que no puedo asir desde el carril de alta velocidad.

Desde la carretera, el paisaje es uniforme.

Siempre atraída por manejar en grandes autopistas, quiero que el volante se deslice bajo mis manos, acelerar impunemente. Pero aquí el monótono calor de la conducción se me encarama. Carreteras de seis o siete carriles, masivos puentes sobrevolados. Curvas hechas para no frenar. Entradas a la carretera en donde no es necesario bajar la velocidad. Un carril en el que sólo pueden entrar coches con dos o más pasajeros. Salidas numeradas en letreros verdes que brillan por la noche. Gasolineras. Infinitos restaurantes de comida rápida con auto-servicio. Las mismas tiendas una y otra vez, repetidas cada cierto número de millas. Ese es el paisaje carretero. En estos bloques de concreto, no importa el suburbio o ciudad que se transite. Imposible perderse en lo que es todo igual. Todos los caminos llevan al Target. Rocas y bravas peñas de centros comerciales. En toda la isla no hay otro metal.

Vivido desde la carretera, el paso del tiempo es una repetición incesante de luces.

En la carretera, cada automóvil es una burbuja. No hay contacto con otros. A diferente velocidad, pasa cada coche comiéndose el asfalto bajo las llantas. Se va a una velocidad siempre mayor que la del límite de velocidad. La sensación de comerse el tiempo. De la productividad extrema del tiempo, sin reposo. De la alta velocidad en los espacios muertos de conexión con otros espacios. De los accidentes que siempre acaban por suceder en esas carreteras, acaso un recordatorio del concreto en el que se viaja, de que el trayecto es también sólido y de que rebasar, superar a otros, llegar antes, ser más productivo, trabajar más, escribir más, no vale ni tu vida ni tu coche. No vaya a ser que no llegues a Target antes de que acaba la oferta en marcos para decorar la sala de tu casa con tu propia imagen, repetida. Para llegar a casa y reconocerse en ese otro Inland Empire, imperio del interior.~