Chating and Cheating. Sudán, un país en eterna crisis

«Cuando aterrizo en un nuevo país, los principales objetivos esta identificar pronto los actores, la cultura, las costumbres y los engranajes que lo mueven.»


 

AfricaCOMO VIAJERO VOCACIONAL, cuando aterrizo en un nuevo país, entre los principales objetivos esta identificar pronto los actores, la cultura, las costumbres y los engranajes que lo mueven, esa es la manera que tengo de absorber lo antes posible todo lo que el lugar tiene para ofrecerme. Estudiar la historia reciente posibilita adentrarse en las claves del presente y hacer conjeturas sobre el futuro. Así es siempre, por el puro interés en disfrutar, entender e integrarme en el sitio que visito. En esta ocasión, me he llevado un fuerte encontronazo con la realidad y mis habituales habilidades no han conseguido dar fruto, un país en eterna crisis, desde que existe como tal, un país que mira a occidente con una mezcla de admiración y recelo y ni en sus mejores sueños podría aspirar a la calidad de vida del país en la situación mas critica de la Europa en Crisis, un país como Sudán exige mucho tiempo y dedicación para comenzar a entenderlo.

País absurdo hecho con tiralíneas de las fuerzas colonizadoras que obligaron a convivir bajo las mismas señas de identidad a pueblos que siempre fueron encarnizados enemigos, creando un monstruo condenado al conflicto interior. Siendo uno de los países africanos con mayor diversidad étnica, con cerca de 20 tribus importantes y más de 170 lenguas autóctonas, las complicadas y muchas veces violentas relaciones entre esa gran variedad de familias, clanes, etnias, pueblos y estados, el cruento enfrentamiento religioso entre el norte musulmán y el sur cristiano y el dolor generado por la esclavitud, que aquí escribió capítulos para olvidar, marca la historia de sus gentes. En esta lista de dramas hay que sumar la extrema pobreza, las masivas y cíclicas hambrunas, el despiadado clima y el aislamiento internacional al estar incluido desde 2001 en la lista de los siete países del mundo que albergan y patrocinan el terrorismo internacional.

Tras 240 días con sus respectivas noches en Sudán no dejo de asombrarme por la cainita historia que le precede y que continúa viviéndose día a día en cada calle y cada aldea y por el enorme drama humanitario que está viviendo este país. Nada hace prever una mejora de la situación en las próximas semanas, meses ni años, no hay luz al final del túnel, ni siquiera hay túnel y la inminente declaración de independencia de Sudán del Sur, prevista [y realizada] para el 9 de julio lejos de pacificar los ánimos parece que solo generará nuevos conflictos.

Hermanos a la fuerza, hermanos que nunca se quisieron, se separarán próximamente dos de los tres (claramente definidos) territorios que hasta ahora conformaban Sudan, se alejarán hasta extremos diametralmente opuestos pero compartiendo una frontera, un pasado común e intereses económicos y geopolíticos. Hasta el 9 de julio de 2011 Sudán será el país más grande de África, cinco veces el territorio español, después ya no lo será, perderá lo único de lo que puede presumir.

Tan cerca y tan lejos, en Sudan, España no es noticia, no ocupa un minuto en los informativos de las principales cadenas televisivas con la excepción hecha de las relacionadas con la evolución de las estrellas mediáticas de sus equipos de fútbol. Los problemas económicos que atraviesa España, la evolución del precio de la vivienda para alguien que vive en una caseta improvisada con bolsas de plástico de Unamid o la corrupción política para quien no conoce otra forma de hacerla, son tan relevantes en Sudan como lo podrían ser los Huracanes en Plutón. Son problemas menores de ricos que no inmutan a quienes han vivido en la crisis desde el día que nacieron.

Fuera de sus fronteras, Sudán tampoco es noticia, apenas lo fue durante la larga y sangrienta guerra que arrastró desde su independencia en 1956 hasta 2005. Guerra financiada en buena medida por las Naciones Unidas que compraban grano en Khartoum, aparte de los excedentes que colaban los cultivadores americanos, para lanzarlo en el sur y aplacar el hambre de las víctimas de los ataques de los “hermanos” del norte. El dinero que gastaba la ONU en el norte era usado para comprar armas para la guerra contra el Sur. Del mismo aeropuerto, despegaban los aviones que traían esperanza en forma de alimento y los bombarderos que traían la muerte. Así, la ONU contribuyo durante décadas al mantenimiento de la guerra financiando el bombardeo del sur de Sudan y alimentando a las victimas al mismo tiempo.

En los Acuerdos de Paz de 2005 se preveía la celebración de un referéndum en el que la población del sur decidiría si continuaba unida al norte o se separaba de él. El 98% de los sureños se manifestaron a favor de la independencia y, fruto de ello, el próximo 9 de julio nacerá el país número 54 del continente africano, un país condenado a la extrema pobreza, a ser también el número 54 en bienestar, el vagón de cola no solo de África sino del mundo entero. Aun así, tras 50 años de guerra civil, de tragedias humanitarias y de luchas por los recursos naturales, la independencia del sur les parece a los sureños una noticia que festejar.

A falta de una semana para tan magno evento Sudán y el nuevo estado sureño no han definido con claridad las fronteras que les separarán. Justo a la altura de las nuevas fronteras, al sur del estado de Kordofán del Sur se extiende una región rica en pastos, ganadería y bosques, y aparentemente en petróleo, zona de desacuerdos que vienen de antaño por los que las tribus Dinka, negros cristianos del sur y los Misseriyas, árabes del norte, se repartían los pastos y el agua al mismo tiempo que reclamaban las tierras como suyas. El equilibro fue siempre tan frágil que los acuerdos de paz plantearon para esta zona un referéndum no vinculante especifico. La falta de acuerdo sobre el censo electoral provocó un duro enfrentamiento entre dichas tribus en 2008, causando centenares de muertos y 50.000 desplazados. El siguiente capítulo de esta historia se escribió hace unas semanas cuando fuerzas militares del norte ocuparon y arrasaron la mayor parte de la ciudad de Abyei y desplazaron a 96.000 pobres de solemnidad, según Naciones Unidas, que ha descrito la situación como limpieza étnica aunque algunos observadores ven en esta ofensiva un intento premeditado del norte por hacerse con el control militar de las zonas de producción petroleras en el sur del país ahogando de este modo la economía de Sudán del Sur antes de que este nazca como tal.

Por su parte, Darfur, la catástrofe humanitaria por excelencia, la que a través de los medios de comunicación lleno de horribles imágenes nuestras retinas en los 90´s, no deja de enviar pésimas noticias a los oídos de quien quiere escuchar. Sus orígenes se encuentran, de nuevo, en el enfrentamiento tribal entre negros africanos y árabes blancos por el territorio. Tras años de conflicto entre el Frente de Liberación de Darfur y el ejército regular y un complicado desarrollo bélico, político y diplomático, se firmó en Nigeria un Acuerdo de Paz en mayo 2006. En agosto de ese mismo año, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó enviar 17.300 cascos azules para pacificar la enorme región de Darfur -del tamaño de España-, lo cual fue enérgicamente rechazado por Sudán, que lanzó una gran ofensiva el mes siguiente haciendo añicos el Acuerdo de Paz mientras los cascos azules contemplaban el panorama sin mover una pestaña, 17.300 soldados armados con las últimas tecnologías y pagados a precios que causarían rubor “dejaban hacer” mientras dormían calentitos, comían manjares y bebían Bourbon y Budweiser dentro de sus campamentos fuertemente protegidos. En 2007 la ONU presentó un nuevo plan para Darfur y decidió el envío de 26.000 soldados en una decisión calificada por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, como “histórica” aunque de histórica solo tenga su coste (1.000 millones de dólares al año de los cuales el 75% se gasta en salarios de funcionarios) y su ineficacia.

Recientemente visitaba una aldea en el noroeste de Darfur (la Tierra de los Fur), donde nadie se describe como sudanés sino Fur, donde nadie habla árabe sino darfurian, donde la autoridad esta representada por los rebeldes del SPLA (Sudan People’s Liberation Army), y en donde la guerra no ha acabado aun, por mucho que los organismos internacionales la maquillen de “conflicto de baja intensidad”. Allí el Gobierno de Sudán no representa a nadie, la última vez que tuvieron noticias de ellos fue en abril de 2011, en forma de bombardeos en los alrededores de la aldea, una aldea miserable, en una tierra dura que difícilmente produce alimento para subsistir. Si les preguntas a los Fur sobre la labor de los cascos azules te dirán que su misión pacificadora se resume en “Chating and Cheating”, hablar y estafar (engañar), en castizo “del dicho al hecho hay un buen trecho”, eso es lo que esperan de ellos, palabras vacías, discursos grandilocuentes, no mas.

Las instituciones internacionales más respetables reconocen un balance de alrededor de 350.000 muertos y unos 2.000.000 de desplazados en Darfur que viven en campamentos maltrechos, superpoblados y desasistidos. Los EE.UU. calificaron este resultado de genocidio. En marzo de 2009, el Tribunal Penal Internacional ordenó la detención y envío a La Haya del presidente de Sudán, Ahmad al-Bashir, de su ministro del Interior y del líder de la milicia janjaweed aliada del Gobierno de Khartoum por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad. En un segundo paso se les acusó también de genocidio. La orden sigue vigente mientras los lobbies petroleros norteamericanos, rusos y chinos negocian con ellos la explotación del petróleo en los próximos años.

Con toda esta cotidianeidad de dura realidad lo único cierto y palpable en este país es la desdicha humanitaria que hoy conoce, la verdadera crisis, la necesidad absoluta, la pobreza con mayúsculas, la desgracia masiva, la mezquindad en los “esfuerzos de la comunidad internacional por mitigar este dolor” y la ilusión no oculta de los sureños de romper los lazos con el norte que siempre los despreció para ser mínimamente viables tras el nacimiento de su país y poder decirle, orgullosos, a sus hijos “algún día, toda esta miseria será tuya“.~