Programa de apadrinamiento mundial

LA COMPLEJIDAD DE los problemas mundiales requiere soluciones novedosas y al mismo tiempo que embarquen recursos de los que ningún país o zona económica puede disponer en solitario. La idea de un programa de apadrinamiento entre países ha surgido varias veces en el seno de la ONU y otros foros, pero su complejidad y los intereses enfrentados de las naciones han hecho que esas ideas no pasen del concepto teórico. Pero, ¿cómo debería funcionar este proceso para terminar con el hambre y el subdesarrollo en el mundo?

El programa requiere que todos los países desarrollados, o una gran mayoría de ellos, se comprometan con él. Es compromiso debe ir más allá de sus gobiernos, y debe implicar a sus ciudadanos y empresas.

La idea es que cada país del Primer Mundo apadrine un país del segundo o tercer mundo y dedique parte de sus recursos a desarrollarlo. Una vez conseguido ese desarrollo, se pasaría a una segunda fase, donde ambos países apadrinarían uno o dos países vecinos de la misma horma. Pongamos un ejemplo. España y Marruecos podría ser una unión lógica por la cercanía, con Colombia, Ecuador o Venezuela. Pero también Francia y Argelia, Italia y Libia, Portugal y Túnez.

Los beneficios serían muchos. La cooperación terminaría con la inmigración ilegal, y con gran parte de las tensiones internas que causa este fenómeno. Pero se iría mucho más allá. Las empresas europeas, de la mano de España modernizarían las infraestructuras de Marruecos en conjunción siempre con empresas aliadas marroquíes. De esta forma, se conseguiría desarrollar las infraestructuras de países que la necesitan desesperadamente, conseguir una interdependencia económica que fortalecería el comercio bilateral y al tiempo que beneficiaba a las empresas apadrinadoras, también crearía empresas en los países apadrinados.

En el ejemplo que estamos usando España y Marruecos podrían desarrollar un túnel bajo el Estrecho de Gibraltar. Un arquitecto diseñó una vez un túnel que iría bajo el agua, pero que a medio camino ascendería hasta una isla artificial que estaría repleta de comercios hoteles, casinos, puertos deportivos, etc. Lo mejor de esta idea es que parte del consumo energético que tuviese se abastecería con turbinas mare motrices situadas bajo el agua y que aprovecharían el impulso del agua para generar energía.

Esta idea se debería llevar mucho más allá, y construir una serie de turbinas a lo largo de todo el estrecho (deberían estar camufladas con el entorno para evitar en lo posible su impacto ambiental y el daño a mamíferos y animales marinos). La energía producida por las aguas que año tras año pasan del Océano Atlántico al Mediterráneo bastaría para abastecer una docena de ciudades en ambos países. El comercio se vería beneficiado, y el turismo en las dos zonas.

Las empresas hoteleras españolas tienen mucho que hacer en Marruecos. Desarrollar el turismo de este país parece ir en contra de los intereses de España, pero a largo plazo desarrollar una oferta de ocio conjunta con cruceros visitando ambas costas, así como la isla del Estrecho puede suponer un revulsivo para atraer un turismo de mayor calidad.

Por otro lado, gran parte de los beneficios turísticos perdidos por el trasvase de turistas a la costa marroquí debería compensarse con los obtenidos por los constructores españoles que diseñen y proyecten los hoteles, y por la gestión de éstos, trayendo grandes cantidades de divisas a España y compensando nuestra balanza comercial y de flujos de fondos.

La mediación española en el Sahara también debería retomar protagonismo. De la mano de la ONU, España podría ayudar a ambas partes a conseguir un acuerdo sobre el territorio saharaui, estableciendo una partición del mismo. Una, bajo control del Frente Polisario, y otra marroquí. El control de los recursos pesqueros y petroleros que pudieran existir se controlarían con empresas conjuntas, con el compromiso de Marruecos de desarrollar el Sahara de la misma forma que él ha sido ayudado.

La cooperación conjunta podría desarrollarse en muchas áreas, telecomunicaciones, turismo, energía solar, energía eólica, desaladoras de agua, etc. Es en este último campo donde las nuevas desaladoras podrían proporcionar a ambos países a Portugal un suministro de agua barato e inagotable que terminaría para siempre con problemas como la sequía, las restricciones de agua, los incendios, etc.

Como se puede comprobar, el proceso es muy complejo, y requiere no sólo la buena voluntad de las partes, sino una implicación total de empresas, organismos y ciudadanos, pues el desarrollo es muy complejo y no está exento de problemas e intereses cruzados y opuestos.

En cada nación, el desarrollo tecnológico, económico y social debería estudiarse de forma individual, para poder adaptarlo a las necesidades del país apadrinado. Es más, a medio plazo, los beneficios derivados de la cooperación conjunta terminarían por beneficiar al apadrinador creando riqueza para ambos.

Los problemas que se plantean son muchos. El menor de ellos no es conseguir que el desarrollos de estos países no se haga dependiendo de un único país, lo cual nos llevaría a una etapa de “nuevo colonialismo”, benéfico para ambos, y benigno en sus intenciones, pero que conseguirá mejor sus resultados si las actuaciones de las empresas se mezclan unas con otras para ayudarse a desarrollar las áreas. En el caso que hemos estudiado, el turismo, imaginemos que las empresas españolas entran en Marruecos no sólo de la mano de empresas marroquíes, sino también norteamericanas, saudís, etc. A cambio, recibirían permisos para desarrollarse también en Túnez, Libia, Egipto, etc. De esta forma, la trama de intereses económicos se haría tan compleja que eliminaría cualquier intento de cualquier país de perjudicar el proceso, por sus intereses implicados.

Otro problema es vencer el impacto medioambiental y en los recursos que tendría un desarrollo tal en la economía. ¿Soluciones? Las tecnologías de depuración de agua, desarrollar filtros para reducir la contaminación, hacer eficiente el consumo de recursos, establecer grandes plantas de energías alternativas y renovables, gestionar la plantación de bosques que reduzcan el impacto medioambiental.

La ONU debería desarrollar un modelo definitivo y real del cambio climático, pues en este momento, parece que estamos dando palos de ciego, y esa inseguridad es precisamente la que hace que algunas naciones nieguen el efecto que su contaminación tiene en la atmósfera. Así mismo, también se deberían cambiar los modelos de contabilidad empresarial y nacional para tener en cuenta el impacto medioambiental y social de las empresas, (tal y como se dijo en un artículo anterior – Inteligencias Artificiales) y reevaluar la medición del PIB a acorde con esas nuevas cifras.

Por último, y como solución a estos problemas de escasez de recursos, deberían desarrollarse las tecnologías de las que ya hemos hablado en números anteriores: fusión fría (el ITER es un ejemplo perfecto y arriesgado), la ingeniería genética, la nanotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, la exploración espacial. Sólo un desarrollo en todas estas áreas puede apoyar el crecimiento económico para lograr que el crecimiento económico mundial sea superior al 10% anual, porcentaje que, estimo, sería necesario para que la riqueza creada llegue incluso a los más desfavorecidos.

El último gran problema que vamos a analizar no es otro que los conflictos armados. Ellos son el gran “pero” a todo este proyecto, y resolverlos debe ser la prioridad de todos. Simplificando, los conflictos actualmente toman dos formas. El terrorismo, y conflictos abiertamente armados. Y ambos casos son complejos.

Es cierto que si en gran parte del mundo problemas como la sequía, la pobreza, el hambre van siendo reducidos por la ayuda de los países ricos, el terrorismo perdería una de sus principales justificaciones a la hora de golpear, así como vería reducida sus bases de reclutamiento drásticamente. Es de esperar, por lo tanto, que los intentos de mejorar estos países económicamente sean atacados continuamente por terroristas.

¿Qué se debe hacer entonces si no se puede garantizar la seguridad de aquellos que están intentando ayudar a la población? Lo primero, estudiar si esa seguridad puede garantizarse de forma razonable, y cómo.

La segunda opción es comenzar el desarrollo por zonas menos expuestas al terrorismo, como puede ser por ciertos países sudafricanos, de América del Sur o asiáticos. Una vez vistos los beneficios de esta política, el rechazo a ellos sería mucho menor en los países de riesgo, y los beneficios serían claros para todos.

En cuanto a los conflictos abiertos, sólo existe una solución. Embarcados en este proceso de solucionar problemas del mundo, exigirles desde la ONU y con absoluto respaldo internacional el cese de las hostilidades. La ONU debería contar con un ejército verdaderamente eficaz, rápido y decisivo para intervenir en los conflictos que no cesen y en aquellas zonas donde se viole el alto el fuego.

Pero este esfuerzo pacificador no debería basarse en la intimidación, sino en la persuasión. La ONU debería destacar un embajador especial a cada país del mundo. Su objetivo sería mediar entre dos países en guerra, junto con el embajador especial del otro país.

Por ejemplo, en Sudán deberían destacarse dos, uno para el gobierno del país, y otro para los rebeldes de Darfur. Ambos conocerían cada parte perfectamente, sus deseos, sus necesidades, sus miedos, y con la ayuda de sus líderes podrían encontrar caminos para la paz que les beneficiasen a ambos. Así mismo, un embajador en los países vecinos garantizaría la seguridad en la zona, respondiendo ante un “jefe de zona” que los coordinaría y potenciaría los esfuerzos comunes.

El esfuerzo debería ir más allá, convenciendo poco a poco a los gobiernos, incluso a los occidentales, de que mantener ejércitos tan grandes es innecesario en un mundo cada vez más en paz y más interconectado. De esta forma, se podrían liberar recursos para otras necesidades más acuciantes, hospitales, bomberos, policías, carreteras, plantas de energía solar, etc.

El pero de esta idea no surge de otro sitio sino de los países desarrollados. Son ellos quienes venden las armas con las que se matan en el Tercer Mundo. ¿Cómo vencer su presión para que las armas sigan saliendo, y los dólares entrando en sus cuentas de resultados?

La solución no es fácil, pero existe. Dos en concreto. La primera, relacionada con todo este proceso. Alguien debe suministrar armamento a la policía, tractores, aviones comerciales, satélites camiones de bomberos, automóviles, y equipo pesado a la creciente industria. El esfuerzo de adaptación costaría tiempo y dinero, pero se podría hacer. La segunda solución sería transformar la industria armamentística en industria aeroespacial.

Si nos fijamos bien, ambas tienen muchas cosas en común. Primero, requieren grandes cantidades de dinero público y privado y suponen inmensas inversiones. Sus resultados son, en muchas ocasiones, considerados como tirar dinero, en armas o en viajes espaciales, por la población de a pie. Sus beneficios tecnológicos derivan a la industria civil a medio plazo.

¿Qué costaría que los Gobiernos, en lugar de subvencionar comprar armas, adquirieses satélites, cohetes para viajar al espacio y realizar experimentos, etc.? Absolutamente nada. La industria pesada armamentística puede transformase con ayuda en industria aeroespacial. Las empresas y gobiernos podrían desarrollar un programa conjunto para llegar a la Luna, a Marte, y para explotar las ventajas tecnológicas y energéticas que ofrece la exploración espacial.

Los beneficios para la población serían muchos. Primero, un mundo con menos armas, más seguro. Segundo, una mejora significativa de la tecnología de telecomunicaciones de transporte aéreo a corto plazo. Tercero, medio plazo, los experimentos realizados fuera de la atmósfera podrían revolucionar áreas científicas como la medicina, los nuevos materiales, etc. Y cuarto, a largo plazo, y con un número creciente de países cada vez más ricos, ofrecer una salida turística o colonial a una población creciente y rica.

Con este proyecto se conseguirían innumerables beneficios.

1. Eliminar el hambre, las grandes epidemias y la sequía en grandes zonas del mundo.
2. Conseguir incorporar a la economía productiva grandes bolsas de población mundial.
3. Convertir a los países del Tercer Mundo apadrinados en países económica y democráticamente desarrollados (observando siempre las diferencias culturales y religiosas de cada región).
4. Proteger el medioambiente del daño que este crecimiento produciría.
5. Crear una interdependencia turística, económica y cultural mundial (en ambas direcciones).
6. Erradicar los conflictos armados, reduciendo ejércitos y aumentando los servicios útiles para los ciudadanos.
7. Potenciar la industria espacial, y por lo tanto, el desarrollo tecnológico, las telecomunicaciones y la medicina.
8. Crear una Espíritu Humano, un objetivo común que una más a la gente que cualquier lazo político o económico, respetando siempre las diferencias y celebrando la diversidad.~