TOCADISCOS: ¿Por qué nos gusta la música?

Mientras comienzo a escribir estas líneas, suena en el plato del tocadiscos la increíble canción “More than a Feeling”, de Boston, y me doy cuenta de que el título de la canción tiene mucha razón, pues sintetiza en una frase todas las emociones que en mi interior causa la música. Y podría agregar más, si me lo permite el Sr. Scholz, es “más que un sentimiento”. La música para mi es toda una experiencia vital (recuerdos, emociones, fantasías, etc.) que se pueden comprimir en los minutos que dure una canción.

La música continúa en mi equipo de sonido, cambio de LP y mientras escucho “The Return Of The Giant Hogweed”, de Genesis, con esa intro que me hace volar la cabeza, me entra una duda, ¿por qué al escuchar una canción inmediatamente nos inundan muchas sensaciones que nos impulsan a reaccionar de manera espontánea? Seguramente a más de uno le pasa que apenas nuestros oídos entran en contacto con una canción, nuestro cuerpo muchas veces empieza a actuar de forma casi autónoma, realizando movimientos espontáneos y a veces incontrolables. Dependiendo de lo que se está oyendo, del estado de ánimo, del lugar, del momento en que se escucha la melodía, nuestro cuerpo reacciona de manera distinta. ¿A quién no le ha pasado que una vez que reconocemos una canción empezamos con un incesante movimiento de pies con el que se pretende seguir el ritmo de la música, mientras que otros prefieren agitar discretamente las manos y brazos? Y dependiendo de las ganas que uno ponga, se puede simular el rasgueo de una guitarra. Otros simplemente empiezan a tararear o directamente a cantar su propia versión de la canción. Otros llegan a más, cierran los ojos y se imaginan arriba del escenario dándolo todo ante un público que aclama a su estrella. Las reacciones de escuchar música son muchas: sacudir la cabeza sin importar que al día siguiente nos espere un terrible dolor de cuello es un acto de pura valentía, hacer movimientos de baile sin temor al ridículo, alzar brazos, dar pequeños botes, en fin… cada uno tiene su propio estilo y maneras de disfrutar.

Pero también existimos aquellos que preferimos la intimidad, en donde entramos en comunión solo con el equipo de sonido. Para un aficionado y coleccionista como yo, es el inicio de un ritual, seleccionar el disco a escuchar, sacar el CD o LP de su funda y ponerlo en el plato es un proceso lento y cuidadoso que culmina con la impaciente pulsación al botón de start. De inmediato la música inunda la habitación, en ese momento el disfrute es máximo, la imaginación vuela y fluye, el tiempo nos parece que se detiene y nuestra mente se llena con el sonido de la música, en ese punto solamente debemos dejarnos llevar, como el río que traslada una hoja de un lado a otro y que en determinados momentos la agita hasta entrar nuevamente en calma.

Explicar por qué nos gusta la música es tarea muy complicada, no sé si existe alguna explicación científica y tampoco pretendo encontrar una fórmula a esta ecuación, solo sé que la música se siente, se vive, que es una experiencia tan íntima que hace casi imposible generalizar, por lo tanto intentaré simplemente limitarla a mi experiencia y a mi modo de vivir la música.

Desde muy pequeño surgió mi interés en la música y en eso tuvo que ver mi padre, que solía comprarme discos junto a mis hermanos y hacernos escuchar la radio. Pero tal vez la influencia más grande fue la de mi hermano mayor que un día se apareció con una cinta de The Doors, desde ese momento mi vida cambió. Nunca en mi corta vida había escuchado algo como eso, fue el inicio de una serie de interrogantes, ¿por qué esa música no la pasan por las radios? ¿Por qué tenía que escuchar siempre las mismas melodías? Descubrí que había música más allá de las radios, que había otro mundo fuera de las emisoras. Y así empezaron a caer en mis manos discos de grupos como Deep Purple, Led Zeppelin, Black Sabbath, Eagles, Nazareth, Cream,  The Kinks, Uriah Heep, Whitesnake, Rainbow, AC/DC, Pink Floyd, The Beatles, The Doors, Queen, etc. Mi mundo era otro, me sentía diferente y privilegiado y, con el permiso de Gollum, encontré “mi tesoro”. Así, con el transcurrir de los años, empecé a devorar más y más discos, discografías completas de grupos conocidos y no tanto, buscando el solo de guitarra perfecto, el riff mas demoledor, los golpes de batería más complejos y precisos, el sonido del bajo más machacón, los teclados más alucinantes, todos ellos aderezados por una voz prodigiosa y potente que en su conjunto hagan remover todos mis sentidos y emociones que nunca pensé tener.

La música se volvió mi afición, mi pasión, era tan poderosa que en un instante podría hacerme sufrir al escuchar aquella voz dolorosamente bella en “Exit Music” de Radio Head, hacerme soltar una lágrima con el “Babe I’m Gonna Leave You”, de Led Zeppelin, o hacerme perder la cabeza con el “Highway Star”, de Deep Purple. A través de la música podía soñar, podía hacer realidad lo imposible, hablar con hechiceros, magos y brujos, podía estar en el cielo y también en el infierno.

Pero la música también era capaz de llevarme a determinada época, a un evento en particular, a alguna etapa de mi vida, de traer a mi mente algún recuerdo bueno o malo. ¡Cómo no olvidar mis años de escuela acompañado de los solos de guitarra de Kirk Hammett, Randy Rhoads, Jimmy Page, Tony Iommi, de las voces perfectas de David Coverdale, Ian Guillan, Paul Rodgers, Freddy Mercury, los teclados mágicos de Ken Hensley, Jon Lord, Ray Manzarek, el bajo de virtuoso de Geddy Lee y Cliff Burton o la simpleza de Cliff Williams! En definitiva, la música es la más perfecta máquina del tiempo.

Al mismo tiempo, es capaz de llevarme a mundos imaginarios que sólo existen en mi mente. La música es un refugio en donde me puedo esconder y nadie más entrar, donde sólo yo tengo la llave, a través de la música puedo crear mi propio paraíso. ¿Quién no se imagina un mundo alternativo lleno de colores al escuchar el “Sgt. Peper’s Lonely Hearts Club Band” o un mundo de hadas y magos cuando se escucha el “Demons and Wizards” de Uriah Heep, o un mundo oscuro y malévolo con el “Paranoid” de Black Sabbath?

La música es el mejor regalo que uno se puede hacer al alma y muchas veces es la mejor compañía. En definitiva creo que la música es un medio capaz de canalizar todas nuestras emociones, en donde nos podemos esconder y ser como nos dé la gana de ser.

A estas alturas ya muchas bandas han pasado por el stereo, Spiritual Beggars y su increíble “Ad Astra”, Porcupine Tree y su “Fear of a Black Planet” + Nil Recurring (claro se tiene que escuchar el pack completo), el poderoso “If You Want Blood You’ve Got It”, de AC/DC, los virtuosos Kansas y su “Masque”, el delicioso “Crime of a Century”, de Supertramp. Al final, no sé si dejo claro por qué nos gusta la música. Como mencioné al inicio, es difícil explicarla porque toca teclas y notas diferentes en cada persona. No sé si estas mismas teclas se pueden extrapolar a todo el mundo pero lo que sí es cierto es que todos disfrutamos con el placer que nos ocasiona la música, ¿quién se imagina un mundo sin melodías, sin sonidos, ni compases? Todo sería muy triste y aburrido, la música lo llena todo, inclusive el silencio que tiene su propia canción.

Recomendaciones

Para que nuestro comienzo no sea ni triste ni aburrido y reforcemos la importancia de la música, les recomiendo para empezar dos álbumes. El primero, es el “Just a Game” de los canadienses Triumph. Qué decir de este disco, para mí es un disco básico para todo amante del hard rock, lleno de ese feeling setentero que se extraña actualmente y que ojalá algún día regrese. El disco inicia con Movin’on una muy buena canción que ya desde el inicio nos hacen saber lo que nos espera, puro hard rock. A continuación se escucha la muy conocida “Lay it on the Line” que es un temazo, el solo particularmente es uno de mis favoritos.  Le sigue “Young enought to cry”, una canción en clave de blues, tremenda, puro feeling, de aquellas canciones que esperas que nunca acaben. “American Girls” una canción alegre, para escuchar a todo volumen y hacer el tonto un rato nos muestran a unos Triumph más duros. Con “Just a game” volvemos al feeling, a la magia que tan solo tres músicos nos pueden dar, esta canción es de las mejores del disco. A continuación la instrumental “Fantasy serenade”, donde el Sr. Emmett nos da una pequeña muestra lo que sabe hacer con la guitarra, esta canción da paso a “Hold On” que es otra de las mejores del disco, es una canción alegre donde el juego de voces en los coros es muy trabajado y para terminar “Suitcase blues”, esta canción es completamente diferente a todo lo escuchado en el disco, también en clave de blues, sin duda esta canción es mágica, solo disfrútenla.

El otro disco recomendado incluye a dos ilustres personajes John Sykes (ex Thin Lizzy, Whitesnake, etc.) y Carmine Appice (ex Vanila Fudge, Cactus, Beck, Bogerd & Appice, King Kobra, etc.), nos referimos a Blue Murder y su primer álbum el cual lleva el mismo nombre. Este disco es fresco, melódico, elegante. La voz de John Sykes está en plena forma y se puede notar mucho su paso por Whitesnake en el sonido de las canciones. En general, el disco es muy bueno, pero las canciones “Valley of the Kings”, “Jelly Roll”, “Billy” y “Black Hearted Woman” sin duda no dejarán indiferente a nadie, John Sykes nos regala infinidad de riffs y solos de guitarra por todos lados y de alta calidad, la contundencia de la batería es notoria, quien lo duda si estamos ante uno de los más históricos bateros del rock. Como todo disco de los 80, no se podía dejar de lado la respectiva balada, “Out of Love” es una canción intensa y la voz de Sykes llega a emocionar profundamente, no entiendo como esta canción no se recuerda como un “Is This Love” por ejemplo. No quiero obviar las líneas del bajo a cargo de  Tony Franklyn, que tiene la singularidad de tocar un bajo sin trastes, Tony hace un trabajo impecable y el peculiar sonido de su bajo encaja de maravilla.

Espero que estos dos discos sean de su agrado y podamos compartir experiencias, datos y sobre todo música que es lo que nos convoca en este espacio.~