NAGARA: Un sistema de cables de los que colgaba un misterioso par de zapatillas

«Con alivio, con humillación, con terror” comprendí que una parte de mis textos eran derivaciones del peruano.» NAGARA: Un sistema de cables de los que colgaba un misterioso par de zapatillas, columna de Jorge Posada.

 

Primera parte 

Eduardo Chirinos.
El equilibrista de Bayard Street.
Liliputienses, España, 2013.

1.MAN ON WIRE

La planificación y el desarrollo de una aventura. Un grupo de europeos viaja a New York para montar un alambre entre las dos azoteas de las Torres Gemelas. 526. 3 metros de altura. ¿Cuál es la velocidad del viento en ese punto? Pasaportes falsos. Identidades imaginarias. Entrar a los edificios y engañar a los guardias de seguridad para lanzar un pasillo de 30 cm de ancho y que un hombre lo cruce. Lo imposible que se realiza. Philippe Pettit, un equilibrista. Uno que había andado en lo vertiginoso de los aires de tres continentes. Uno que cruzaría esa distancia. Uno que al enterarse de la construcción de las Torres pensó: «Claro, las construyen para que yo pueda caminar de una a la otra.» Las fotografías desde el piso: una mancha oscura flotando. Los helicópteros cautelosos lo rodean. 526. 3 metros y el equilibrista saluda. 526.3 metros y lo único que se le ocurre es mover sus manos y sonreír. ¿Cuál será el destino de ese hombre en el alambre? Horas en la comisaría y varios estudios psicológicos.

2.Las ruinas circulares

Trabajaba como cajero en la tienda de autoservicio de la Universidad Metropolitana. En seis horas atendía a un máximo de 10 personas. El comedor era excelente: el menú costaba 1.50 y los cocineros me preparaban platillos sin carne. Durante el tiempo muerto leía los libros y la revista de la Universidad. Lo más entretenido eran unos cuadernillos, los «Margen de Poesía». Descubrí a Arturo Carrera, a Eduardo Milán, a Eduardo Espina, a Olga Orozco, a Jorge Fernández Granados. No entendía nada. Enajenado. En la caja 5: autista con cuadernillo. Existió uno especial, uno que no dejaba: Raritan blues. Perdí varios en sucesivas mudanzas. Busqué otros libros del autor sin resultado. Lo olvidé un poco. A los 34 años, ya con tres libros publicados y siendo compañero de catálogo de Chirinos en Liliputienses, reencontré en la Hemeroteca Nacional un ejemplar. «Con alivio, con humillación, con terror» comprendí que una parte de mis textos eran derivaciones del peruano.

Esta mañana me he mirado en el espejo
y he visto mi cara todavía joven, las canas prematuras,
la espinosa barba de una noche que se niega a ser afeitada.
Pronto dejaré los 33 años.
Compruebo con alivio que todo ha sido un mal sueño,
que ninguna Ligia ni Zoraida tenderá ante mí sus manos de hueso,
que ningún viejo amor vendrá a buscarme
en ningún sueño de guantes negros.
Mañana cumpliré 34
y el próximo año 35, qué halago
para un admirador de Dante.
Pensar que siempre quise tener los 35
para escribir un poema que empezara:
“En medio del camino de mi vida”:
Pero no es ésa la voz que me persigue
sino otra que se planta tenaz en el espejo
y me dice que es sólo un año más,
que nunca conoceré el paraíso,
que las selvas oscuras no han sido hechas para mí.

La confrontación con el cuerpo y la identidad. La serena complacencia ante la ruina que sucedió y llegará. La aparente «maldita sencillez» del lenguaje y la estructura. El cuidado de la maquinaria de los remates. La admiración por el florentino. La imposibilidad de realizar La Comedia, de pisar el paraíso y de entrever los sitios donde se pierde la esperanza. Vivir en un limbo metafísico en la pequeña superficie de mi escritorio.

3.Existe un equilibrista en New Jersey.

Los vecinos lo ignoran, beben latas de cerveza, conversan hasta altas de la noche,
¿quién repararía en tan inútil prodigio?
Sólo los niños señalan con el dedo al equilibrista de Bayard Street;
ellos lo admiran, contienen la respiración y aplauden hasta espantar a los gatos.

¿Hasta dónde esa admiración? ¿Qué sucedería si supieran que el equilibrista no sale de su cuarto durante meses aprendiendo a sostenerse en las sillas, que es un maniático, que no logra mantener sobre ningún alambre sus relaciones personales? Eso no importa cuando lo ven balancearse, cuando el equilibrista aparece a 526. 3 metros del piso.

A nada le teme el equilibrista de Bayard Street,
pero hace varias noches que no duerme;
dicen que soñó que sus zapatillas colgaban de la cuerda
mientras los niños esperaban que se despanzurrara de una vez.

4. Animales extintos aparecen en la sala.

Salgo de la última función de cine. En uno de los descampados camino a casa veo varios bultos moverse. No logro definirlos hasta que están muy cerca de mí. Son enormes pero entran en uno de los tubos del desagüe. ¿Mapaches? ¿Pero realmente la especie existe? ¿No será una rata que creció y ahora parece más peligrosa?

Pronto los veré de nuevo en el zoológico,
rebuscando comida en la basura,
reventados por los automóviles en la carretera.

5. Jeopardy de influencias.

¿Quién es el escritor del Renacimiento español que nació en 1527 y murió en 1591?

¿En qué Oda escribió este verso, que para mí es un talismán: «Huye, que sólo aquel que huye escapa?»

¿En qué prólogo aseguró que existen algunos que «cantamos con voces alegres nuestra confusión»?

6.«Tú plagiaste mi vida»

  • “Escuchamos la quebrazón del hielo”
  • Mis padres “Tal vez también lloraron / y discutieron y volvieron a amarse entre olores a fritura y cuentas por pagar”
  • Cementerio en Puerto Rico donde quizá aguarda Pedro Salinas: “Qué de besos perdidos frente al mar, / qué de labios bebiendo sus gotas azules”.
  • “Vengo de una ciudad donde jamás llueve”.
  • “No elegí el camino de la purificación / ni el recuento de magníficos desastres.”

Pienso colocar cámaras en casa. Deseo encontrar a Chirinos espiándome.

7. Bosón de Higgs

Luego del arresto y las pruebas mentales al equilibrista Philippe Pettit le prohíben entrar a E.U. durante cinco años. La forma en que los policías lo miran me recuerda a algunos científicos cuando describen que se podría reproducir el instante justo en que se creó el universo.~