Nagara: Curso práctico de invisibilidad: José María Cumbreño

«Recibo un paquete diminuto de España. Es una antología de poemas pero como lo anuncia su título, también es un curso para saber lo invisible. Conforme recorro las páginas encuentro versos en el lavabo, en las macetas, en los bolsillos de las chamarras. Llevo el libro con mis amigos. Copio algunas líneas y se las regalo a Carolina.»

«Nagara» (sin embargo), sol a media noche

«Nagara» (sin embargo), sol a media noche

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RECIBO UN PAQUETE diminuto de España. Es una antología de poemas pero como lo anuncia su título, también es un curso para saber lo invisible. Conforme recorro las páginas encuentro versos en el lavabo, en las macetas, en los bolsillos de las chamarras. Llevo el libro con mis amigos. Copio algunas líneas y se las regalo a Carolina.

 

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«La invisibilidad no constituye un estado objetivo. Depende más de quien observa que de lo observado. Puede ser que el objeto en cuestión no absorba la luz, que tampoco la refleje, que esté detrás de otro objeto (distinto al primero), que sea del mismo color que el decorado, que se encuentre justo en el centro de la oscuridad, que ocupe un punto ciego o que altere, como los camaleones, su apariencia.» Alzo la cara de la página. Miro las cosas que me rodean. ¿Cuánto sé de ellas? ¿Cuánto me he detenido en su forma? ¿La silla? ¿Qué importancia tiene? Nada sé de cómo está formada. ¿De qué madera es? Desconozco el nombre de quien la hizo y de quien me la vendió. Ignoro la historia de la silla donde paso sentado varias horas al día. ¿Qué sé del vaso, del papel para liar tabaco, de la jarra? Estos objetos cotidianos son invisibles. Pierden esa condición al serme útiles durante unos momentos. Esta invisibilidad no cambia respecto a las personas que me rodean y a mi individualidad. ¿El nombre de mis vecinos, sus inquietudes, sus empleos? ¿Los compañeros del transporte, de la oficina? ¿Qué conozco de mí: la demasiada largueza de sílabas que me nombran, el número del id, algunos recuerdos? Afuera de la ventana está la Historia con sus miles de pueblos y habitantes invisibles. Aquí en México esas personas tuvieron que tomar las armas para hacerse ver y no pienso aquí en Chiapas de 1994, sino en el presente de 2014: luchas de civiles contra grupos armados y contra el ejército. Regresemos al texto y a su autor. En las líneas de Cumbreño hay una morosidad en la forma de mirar, de pensar las palabras, también una obsesión por ser el otro, el »que esté detrás de otro objeto».

 

José María Cumbreño (Cáceres, 1972) es licenciado en filología hispánica y profesor de secundaria. Ha publicado los poemarios Las ciudades de la llanura (ERE, 2000), Árbol sin sombra (Algaida, 2003, Premio de poesía Ciudad de Badajoz), Estrategias y métodos para la composición de rompecabezas (El Bardo, 2008), Diccionario de dudas (Calambur, 2009), Breve biografía apócrifa de Walt Disney (Algaida, 2009, Premio de poesía Alegría/José Hierro), Genealogías (2011, Luces de Gálibo) y, en Portugal, la antología bilingüe Teorias da ordem (Edições Sempre-em-pé, 2009). Es también autor del libro de relatos De los espacios cerrados (Fundación José Manuel Lara, 2006, Premio de narrativa breve Generación del 27), del ensayo literario Retórica para zurdos (ERE, 2010) y del diario Límites y progresiones (Baile del Sol, 2010). La editorial La isla de Siltolá acaba de publicar una antología de toda su obra con el título La parte por el todo. Es el padre de Irene.

 

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El epígrafe del libro («Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite.» Dr. Jeckyll.) funciona como una poética. Cuando el autor más duda sobre su identidad, el sitio que ocupa y la capacidad del lenguaje, pide al lector lo acompañe.

 

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Retrato de José María Cumbreño. Un hombre rodeado de instrumentos ópticos: lupas, catalejos, binoculares, telescopios, microscopios, rayos x, espectómetros. Un hombre paciente que observa la velocidad de los demás o de sí mismo:

ESCALERAS

Subía los peldaños de dos en dos. Es decir, llegaría arriba habiendo conocido sólo la mitad de la escalera.

 

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Fotograma del mismo sujeto. Camina por una calle de Cáceres. Se detiene. Observa cómo los otros peatones meten las manos en los abrigos. Piensa. En su mente surge una música. Esas notas toman la forma de palabras. Llega a su casa. Escribe en un cuaderno:

«Los bolsillos de los abrigos
se comunican
con los inviernos anteriores.»

 

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Identidad. ¿Quiénes somos? ¿Con qué fragmentos de nuestros padres, de los amigos, de la literatura construimos nuestro cuerpo? ¿De qué hurtos está hecha nuestra voz?

«Durante años, la ropa que me he puesto la he heredado de mi hermano mayor.
Mi nombre me lo pusieron por mi abuelo.
El primer coche que conduje era de segunda mano.
La primera mujer que me besó ya había besado a otros.
La casa en la que vivo es de alquiler.
Todo lo que escriba ya lo habrá escrito alguien mucho antes y mucho mejor.
El hermano de mi hija no es hijo mío.
Su padre hace como si no lo fuera y quien no es su padre se esfuerza por aprender a serlo.»

En poesía lo escrito por los otros hace un efecto de resonancia. Una de las virtudes de Cumbreño es asimilar las enseñanzas de otros poetas. De absorber textos esenciales de cierta tradición y darles una atmósfera nueva.

La casa en la que vivo es de alquiler me recuerda aquel texto de Fabio Morábito llamado Mudanzas que trata sobre el sentimiento de no tener un lugar propio:  «A fuerza de mudarme/  he aprendido a no pegar los muebles a los muros,/ a no clavar muy hondo,/ a atornillar sólo lo justo.// He aprendido a respetar las huellas/ de los viejos inquilinos.»

Otro texto de Cumbreño:

LA PARTE POR EL TODO
Todas las casas se construyen con presencias y ausencias.
El ladrillo que se pone será un muro.
El ladrillo que no se pone será una puerta.

Acá aparece Vallejo, pero como una huella deslavada. Los tonos son muy distintos. Aunque existe cierto parentesco: «Cuando alguien se va, alguien queda. El punto por donde pasó un hombre, ya  no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado. Las casas nuevas están más muertas que las viejas, porque sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. Una casa vive únicamente de hombres como una tumba».

Cumbreño agrega, modifica, dialoga:

AIRE
Las palabras están hechas de aire.
El verdadero poeta
habla sin respirar.

Detrás de él, Gonzalo Rojas escribe:

LA PALABRA
Un aire, un aire, un aire,
un aire,
un aire nuevo:
no para respirarlo
sino para vivirlo.

En el siguiente muestra, Cumbreño.

LA CERCA DE PIEDRA
Mi abuelo puso una piedra
sobre la piedra
que había puesto su padre.

Mi padre puso una piedra
sobre la piedra
que había puesto mi abuelo.

Límite. Linde.

Yo tengo una piedra en la mano.

Luego Paz:

CANCIÓN MEXICANA

Mi abuelo, al tomar el café,
Me hablaba de Juárez y de Porfirio,
Los zuavos y los plateados.
Y el mantel olía a pólvora.

Mi padre, al tomar la copa,
Me hablaba de Zapata y de Villa,
Soto y Gama y los Flores Magón.
Y el mantel olía a pólvora.

Yo me quedo callado:
¿De quién podría hablar?

Esta resonancia, este ejercicio de fotografiarse junto a los otros podría resumirse en este texto:

BESTIARIO
Álbum de familia.

 

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Existen algunos críticos que aseguran que la práctica literaria y sobretodo la poesía está retrasada formal y temáticamente respecto a otras artes. Se coloca a la música y al cine como la vanguardia en cuanto a sus búsquedas estéticas. Este conflicto podría tener su origen en el uso de cierto vocabulario. Los poetas también realizan apropiaciones de distintos materiales (las antiguas tradiciones, la cultura pop, los movimientos artísticos actuales, las redes sociales, los medios de comunicación) sus obras no son un acto cerrado (en ellas hay una voluntad de mostrar el proceso creativo y con ello entablar un diálogo con el lector), la dimensión política del lenguaje, las densidades presentes en el discurso:

«Ahora se llevan los superhéroes un tanto torpes. Por aquello de la verosimilitud narrativa.
Se trata de buscar por todos los medios la épica de lo prosaico.
De que merezca la pena pagar por usar la banda sonora como tono para el móvil.
Las mejores cabezas de mi generación se dedican a la publicidad.
Los mensajes corporativos.
Un estilo personal, afectadamente descuidado.
Sé que existen varias versiones de mí mismo.
Te esfuerzas por demostrarme que esto resulta normal, que no es para tanto, que cada vez hay más familias como la nuestra.
Copiar y pegar.
Cortar y pegar.
Dos hermanos que no llevan los mismos apellidos.
El horario de visitas.
Oye, que mañana no me puedo quedar con el niño.
La manutención.
Tú no eres mi padre.
Tú no eres mi padre.
Tú no eres mi padre.
Cortar y pegar.
La raza, el parentesco y la forma de coger la botella de Coca-Cola son meras construcciones culturales.»

 

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El libro diminuto que recibí de España crece, sus líneas aparecen en los lugares que visito. No sólo es un libro de poesía, sino un mecanismo, cada vez que termino de leer, los versos adquieren en mi cabeza, movimiento propio.~