mamá
No tenía con quién hablar del apocalipsis, de mis pesadillas, de mis preparativos para cuando el cataclismo llegara (no es que estuviera preparada en el momento en que llegó). En otro tiempo tal vez podría habérselo contado a mamá, ella siempre quería escucharme, siempre quería consolarme: cuidar que yo no me rompiera la hacía sentir menos rota o al menos le permitiría encontrar sus propias piezas perdidas. En otro tiempo mamá me hubiera salvado, hubiera salvado al mundo entero, pero para entonces mamá estaba ocupada en no morirse, varias veces a la semana iba a que le llenaran las venas con veneno que le tiraba el pelo y las cejas y le mutaba la piel en papel y la hacía vomitar las entrañas y no podía moverse de tanto dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor dolor
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