¿De qué están hechos los sueños?

«¿De qué están hechos los sueños? De una idea del hombre diferente. Dicho de otra manera: sabernos de otro modo en el mundo es la sustancia de la que están hechos los sueños.»

soñarLIVIANOS, LIGEROS, SUTILES ; alarmantes, angustiantes, atemorizantes; eróticos, húmedos, agotadores; repetidos en momentos diferentes, compartidos por personas diferentes, encrucijadas de las relaciones; olvidados casi al abrir los ojos, recordados en un déjà vu, rememorados años después; calientes, fríos, templados; en caída libre, en una carrera interminable, en un constante abrir puertas; en una obra de teatro, en una película dentro de una película, en una historia de la Historia; en mariposas que quizá aletean, dinosaurios que despiertan, profetas de épicas andadas; en una conversación que se mantiene en cualquier cafetería, en un tratado psicoanalítico, lo primero que cuentas a la persona que está a tu lado; todo eso y más pude ser un sueño. Pero, ¿de qué están hechos los sueños?, ¿tienen en sí una especie de optimismo?, ¿están relacionados con la esperanza?, ¿qué tiempo nos reflejan los sueños: el pasado, el presente o el futuro?, ¿o no reflejan ningún tiempo?, ¿son capaces de generar el cambio, el movimiento, la acción en general o son tan livianos como la palabra misma, como el sueño que olvidamos casi al abrir los ojos?, ¿acaso desde ellos la realidad se percibe otra?

Hablar sobre los sueños es complicado. Quien habla de ellos se puede perder por cada una de sus raíces al punto de no salir ya del sueño. Por eso es que muchas preguntas más puede abarcar un sueño, muchas más se puede hacer alguien en la vigilia. Aunque claro, hay un problema grave porque es posible que exista un genio maligno que nos engaña y no nos permite diferenciar entre el estar dormidos y el estar despiertos… Y aún en ese problema hay una leve esperanza de escapar, gracias a Dios, diría Descartes. La cosa se complica si no se cree en Dios, entonces adiós salida al eterno vivir en el sueño. Mejor freno mi tren antes de entrar en el terrible círculo vicioso de la argumentación y doy tres pasos para atrás y me sitúo en otros sueños. Los sueños de los que me gusta hablar están relacionados con el optimismo, con la esperanza, con la posibilidad de cambiar las cosas, de generar movimiento, de hacer que la realidad se perciba de otro modo. Me refiero a esos sueños de Sor Juana Inés de la Cruz en donde los hombres buscan «escalar pretendiendo las estrellas». Y recalco, no se trata de escalar nada más por escalar, el objetivo es claro. Lo que se pretende con los sueños de los que hablaré sitúan al hombre en un nivel superior.

¿De qué están hechos los sueños? De una idea del hombre diferente. Dicho de otra manera: sabernos de otro modo en el mundo es la sustancia de la que están hechos los sueños. ¿No es acaso Segismundo el que en La vida es sueño se sueña un hombre libre, justo y sabio, pese a estar encerrado en una torre? ¿No es ese el mayor de los sueños de Martin Luther King en su discurso titulado I Have a Dream? Ciertamente lo que se busca en las estrellas es la dignidad humana. Pico della Mirandola sabe de lo que hablo. Lo celeste nos recuerda que los hombres podemos llegar a ser más de lo que somos actualmente porque, pese a los monstruos que la razón genera, poseemos razón, sentimientos, irracionalidad, deseos y un etcétera extenso de atributos de lo que es el hombre. Cosa distinta del ángel, o de cualquier figura que en apariencia es superior al hombre.

Al saber de qué están hechos los sueños, también se puede responder si intrínsecamente a ellos hay un optimismo. La respuesta, una verdadera perogrullada, es que sí. Dice Pedro Calderón de la Barca: «[…] y en el mundo, en conclusión,/ todos sueñan lo que son, / aunque ninguno lo entiende. / Yo sueño que estoy aquí/ destas prisiones cargado,/ y soñé que en otro estado/ más lisonjero me vi.» Se puede notar de este modo que el optimismo del sueño radica en la posibilidad de despertar, de quitarse el sabor amargo de lo que es una ilusión, de lo establecido en el mundo, no necesariamente de los sueños, sino también de la vigilia. Ya antes lo dejó claro el mismo Calderón: «y la experiencia me enseña/ que el hombre que vive sueña/ lo que es hasta despertar.» Claro que para ello no hay que olvidar el detalle de la ilusión, ese nihilismo que también puede acompañar lo que es soñar, o como dirá Calderón al final de ese hermoso monólogo, no hay que olvidar «que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son.»

El optimismo que da el sueño puede ir de la mano de la esperanza. Hay que tener cuidado en este punto porque el desencanto de los sueños radica en el sentido mesiánico de la palabra esperanza, pues esperamos a que un salvador (caballero, o como se quiera llamar) solucione por arte de magia la vida misma. Esto ha matado a muchos. La esperanza que espera no motiva el cambio, mantiene todo igual. Para hacer posible un sueño hay que buscar cambiar lo que molesta, hay que actuar, hay que luchar por el cambio mismo. Si de las pesadillas buscamos despertar a una realidad igual de cruda o más que las pesadillas mismas, por qué no buscar hacer que los sueños se hagan realidad.

Vuelvo a insistir que sigo hablando de los sueños que propician que los hombres quieran ser algo mejor. Y estos sueños carecen de tiempo, o quizá sean tan eternos como el hombre. Como dije arriba, los sueños de los que hablo son sobre la libertad, la justicia, el respeto a la vida, la realización de los deseos, el trato tolerante del otro, la aceptación del otro desde la diferencia. Sin duda estos sueños parecen complicados de alcanzar, pero durante toda la humanidad los hombres han luchado por conseguirlos. Pero para conseguirlos es importante cambiar algo primero: debemos de cambiar nuestra idea del hombre. ¿Qué idea es esta? Me refiero al hombre desechable, al hombre mecanizado, al hombre consumista, al hombre sin sueños, al hombre lleno de la avidez de novedades, al hombre que todo el tiempo está conectado sin que esté en el mundo. Al cambiar esta idea del hombre podremos alcanzar nuestros sueños, y seguro más.

Quiero terminar mi escrito como tenía pensado empezar a escribirlo.

Yo también tuve un sueño. Mi sueño era más una pesadilla. Soñé que la gente moría de hambre, no por la falta de alimentos, sino porque muchos de los alimentos que se producen son desechados por los países con economías estables. Soñé que los niños morían en guerras creadas por el narcotráfico, o por guerrillas de políticos. Soñé que la indiferencia estaba presente en las calles justo después de que una ciudad se entera del abuso sexual que llevaron a cabo cuerpos policíacos hacia unas mujeres que luchaban por sus derechos. Soñé que no había agua que beber. Soñé que la ciudad estaba tan contaminada que era imposible caminar sin tanques de oxígeno. Soñé que unos a otros nos comíamos sin piedad alguna por la tableta de moda. Soñé que niños, niñas y mujeres eran secuestrados para satisfacer los deseos sexuales de algunos hombres. Yo también tuve un sueño, que terminó cuando abrí los ojos.

Nota al pie:
No sé ustedes pero antes tenía una serie constante de pesadillas. Hace unos años dejé de tener esos sueños indeseables. Curioso es que desde hace poco tiempo me cuesta más trabajo recordar mis sueños. ¿A ustedes les pasa igual? Tengo la teoría de que esto sucede porque cada vez la realidad supera las peores pesadillas que alguien puede tener. Ojalá me equivoque.~