Los sueños en las personas y en la vida

Con esta selección de textos hacemos un recorrido por aquello que llamamos sueños y que, parece, la mayoría de las personas buscan pero muy pocos consiguen. Los textos pertenecen al libro Sobre las personas y la vida, de Jesús Alcoba, recientemente editado por vozed Editorial (2014)

 

Del capítulo 1.Realidad y ficción

Vivimos en una película

SE SOSPECHA QUE  la amplia mayoría de la actividad neuronal se invierte en elaboraciones internas. Considerando la actividad global del cerebro puede que sea poco, comparativamente hablando, el esfuerzo que dedicamos a registrar lo que ocurre fuera. Es más, cuando vemos una acción, la imaginamos o la ejecutamos, los circuitos cerebrales implicados parecen ser los mismos, y es posible que esto sea cierto también para las emociones. Por eso podemos sentir miedo frente a una pantalla o emoción al leer un libro. Hacer, ver, imaginar, sentir, todo está conectado de una forma íntima para el cerebro, que parece no distinguir demasiado entre realidad e imaginación. Tanto es así que hay quien ha conseguido entrenarse únicamente pensando en el entrenamiento. También sabemos que solo el hecho de imaginarnos comiendo un alimento ya produce una cierta saciedad, por sorprendente que pueda parecer. Quizá por eso al final muchos de nuestros sueños tienen una alta probabilidad de convertirse en realidad si nos concentramos en ellos durante el tiempo suficiente. Y por eso, entre otras cosas, no importa demasiado lo que ocurre fuera, porque lo que de verdad importa es cómo vemos nosotros las cosas, cómo imaginamos el mundo y cómo enfocamos la realidad. Y de ahí que sea imposible que una botella contenga exactamente la mitad de su capacidad. Siempre habrá quien, a pesar de que la medida sea precisa, la verá medio llena, y quien la verá medio vacía. Y quien la ve medio llena será feliz porque aún le queda mucho contenido, mientras que quien la ve medio vacía estará amargado porque le queda poco. Ver, actuar, imaginar, sentir, forman parte de un mismo todo, de la película en la que cada uno vive.

Algunos viven en películas épicas, otros en tragicomedias, no pocos viven en series de televisión y algunos otros viven en modestos cortometrajes. Pero a menudo no somos conscientes de que esa película es la de nuestra vida, y de que la medida en que está hecha depende casi exclusivamente de nosotros. De que decidamos ser una cosa u otra: actor principal, secundario… o parte del atrezzo.

Y usted, ¿en qué película vive?

Del capítulo 2.El sentido de la vida

Más allá del sermón de la montaña

Conforme nuestra vida profesional va pasando vamos aprendiendo cosas, y los nuevos conocimientos se van apilando unos sobre otros. Debido a la natural tendencia de la mente humana hacia la creación de sentido las nuevas ideas han ido en general validando las anteriores en lugar de cuestionarlas, y con el paso de los años se ha formado un núcleo de conocimiento que es el que utilizamos para conducirnos por la vida. Es un núcleo bastante duro porque es el resultado de muchos años de sedimentación.

Las nuevas ideas tienen escasa penetración en este conglomerado y por tanto resulta difícil su transformación o sustitución. Invariablemente los abogados se fijan en las implicaciones legales de los acontecimientos, mientras que los economistas tienden a traducir la realidad a números. Los ingenieros normalmente se sienten cómodos descomponiendo la realidad en fragmentos, y los médicos tienden a conectarlo todo con la salud.

Es muy posible que la función fundamental de la mente humana sea la predicción del futuro, así que en la medida en que nuestro conocimiento predice con fiabilidad, nuestra supervivencia es más probable. Como estamos vivos el cerebro presiente que acierta, y por eso nos cuesta cuestionarnos lo que sabemos. Además, las predicciones se hacen a partir del registro de lo ocurrido, por lo que en general cuando imaginamos el futuro lo anclamos al pasado. Para el cerebro el cambio es poco más que el sueño de un soldadito de plomo.

Este es uno de los grandes retos de la formación. A diferencia de los niños, los adultos aprenden por transformación de lo que saben, y por eso resulta alarmante cómo buena parte de la formación de profesionales aún reposa sobre la metáfora de la comunicación. Porque no es cierto que el conocimiento se pueda transmitir ni transferir, de la misma forma que un curso no se da. Es imposible que una persona, por mucha sabiduría y experiencia que tenga, traslade sin más lo que sabe de su mente a otra. Con altísima frecuencia las ideas que se lanzan de una mente a otra rebotan como lo hacen los meteoritos que llegan con una trazada excesivamente tangencial a la atmósfera. Otras veces corren peor fortuna y se estrellan contra ella desintegrándose como los que llegan con una trayectoria demasiado vertical. Ya decía Skinner que a pesar de que la evidencia dice claramente lo contrario, se sigue pensando que por el mero hecho de decirle algo a una persona, esta ya lo sabe.

Solo las experiencias intensas generan aprendizaje en los adultos. Bien porque son impactantes o bien porque se extienden en el tiempo, pero en todos los casos porque suponen implicación y esfuerzo. Por tanto para conmover el núcleo básico de conocimiento de una persona y provocar un cambio hace falta mucho más que un relato. Si el mero hecho de hablar a una persona pudiera transformarla, decía Elton, todos tendríamos un comportamiento moral. Al menos desde que existe el sermón de la montaña en sus diferentes versiones y derivaciones. Sin embargo después de escuchar este o cualquier otro discurso, quien más y quien menos ha seguido caminando por la vida como si nada hubiera pasado. Si incluso cuando somos nosotros mismos los que nos exigimos un aprendizaje a menudo vemos con frustración cómo tropezamos una y otra vez con la misma piedra, cuánto más no nos va a pasar esto si el mensaje viene de fuera. El verdadero aprendizaje supone un cambio, y está más allá de la tiza y la pizarra. Y desde luego mucho más allá del sermón de la montaña.

Del capítulo 4.Emociones

La fuente de la eterna juventud

Desde que, según cuenta la leyenda, Sequene se perdió en un viaje a Bimini para encontrar el manantial de donde, decían, brota la eterna juventud, hasta que se inventaron los suplementos energéticos que hoy día se pueden encontrar hasta en las gasolineras, y pasando por siglos de devoción al café, los seres humanos nos hemos pasado la vida buscando fuentes de vitalidad que nos permitan mantenernos activos de manera constante. Porque la energía es sinónimo de fortaleza, de estar conectados al mundo, de ganarle el pulso a la vida.

Por motivos que serían largos de explicar los seres humanos tenemos una curiosa tendencia a organizar los conceptos en polaridades. Algunas manifestaciones de esta forma de explicarnos a nosotros mismos cómo está hecho el mundo tienen que ver con la separación que normalmente hacemos entre la vida profesional y la personal, entre el ocio y el trabajo, o simplemente entre el día y la noche. Y así es que a menudo olvidamos que la noche forma parte del día, que el ocio contribuye a nuestra capacidad de trabajar, o que en la familia y en la empresa somos las mismas personas.

Estas reflexiones son importantes porque una de las preguntas críticas que nos podemos hacer en nuestra vida profesional es de dónde sale la energía, que como es sabido ni se crea ni se destruye, que alimenta nuestros proyectos. Todos sabemos que el trabajo, en particular en los momentos más duros, nos exige sobreesfuerzos a veces importantes en los cuales es necesario rendir muy por encima de lo habitual. Y esa separación que hacemos entre nuestras diferentes vidas a menudo nos focaliza en una de ellas desatendiendo las otras, y comprometiendo con ello a partes iguales nuestro rendimiento y nuestra salud. Es un hecho claro que si necesitamos más empuje para nuestros proyectos tendremos que obtenerlo de alguna parte, pues una entrega constante de energía sin recarga produce el agotamiento de cualquier sistema, como saben bien quienes se dedican al estudio del burnout.

Dice Murakami que una de las cosas que le ayuda en su profesión es su condición física, y que por eso necesita correr, para poder escribir. Si incluso para realizar una actividad esencialmente sedentaria es necesario estar en forma, es fácil de imaginar hasta qué punto es imprescindible el cuidado de nuestro cuerpo para un adecuado rendimiento profesional.

Desatender sistemáticamente los tres pilares del bienestar físico que son el sueño, la alimentación y el deporte solo conduce a agotar nuestros recursos y a incrementar el riesgo de estrés, mal humor y mil síntomas más que pueden hacer nuestra vida desgraciada.

Sin embargo, y pese a que el triángulo básico está formado por esas tres dimensiones, hay una cuarta que permite representar la energía vital como una pirámide de base triangular, y es la realización personal, al genuino estilo de Maslow. Algunas personas se realizan en contacto con sus familias, otras leyendo, algunas más a través de la espiritualidad y hay quien encuentra realización a través del arte. Lo que nos emociona, lo que nos hace vibrar, lo que hace que los ojos nos brillen: eso es lo que nos realiza y lo que por tanto nos recarga.

Así que, como casi siempre ocurre con las leyendas, el manantial que buscaba Sequene no se parece en nada al que inmortalizó Lucas Cranach el Viejo, y no está fuera sino dentro de nosotros. Además, beber de él no es exactamente gratuito, sino que implica atención diaria para lograr un adecuado balance entre deporte, alimentación, descanso y realización. Y, por supuesto, tampoco proporciona energía ilimitada. Aunque sí la más potente que se conoce.

Del capítulo 7. Rumbos vitales

Castillos de arena

Casi todas las vacaciones de verano y casi todas las fiestas de navidad nos pasa lo mismo: con la adecuada perspectiva sobre el año o el curso que ha pasado, o que está a punto de comenzar, volvemos a pensar sobre nuestra vida y encontramos que hay cosas que quisiéramos cambiar. Hay quien se promete que va a dejar de fumar, otros piensan que deberían comer menos o mejor, algunos más definitivamente van a comenzar a hacer deporte y otros han decidido que este es el año en que, por fin, van a aprender inglés.

En la empresa nos pasa lo mismo: volvemos de las vacaciones cargados de deseos sobre cosas como dar más importancia a la creatividad y la innovación, centrarnos en los clientes que de verdad generan valor, controlar más los costes en los proyectos o hacer una serie de cambios organizativos que se nos antojan ya imprescindibles.

Durante los meses estivales los niños hacen castillos de arena, pequeñas construcciones que luego la marea engulle. A veces los planes que los adultos hacemos durante estos meses se parecen a los castillos de arena porque desaparecen con el primer frío del otoño. Hay un estudio que revela que durante la primera semana tres cuartas partes de las personas tienen éxito en este tipo de resoluciones, pero resulta que sólo una de cada cinco lo mantiene a los dos años. El mismo estudio recoge que más de la mitad de las personas que fracasan en una de estas decisiones se vuelven a plantear lo mismo al año siguiente.

Así que estos castillos de arena se levantan una y otra vez entre creciente y vaciante, como Sísifo tenía también que empujar su pesada roca cuesta arriba para luego ver con impotencia como rodaba ladera abajo.

Y es que no hay reto más complejo que el de convertir nuestros sueños en realidad.~

 

®Portada de Pedro Alcoba del eBook Sobre las personas y la vida

Con esta selección de textos hacemos un recorrido por aquello que llamamos sueños y que, parece, la mayoría de las personas buscan pero muy pocos consiguen. Los textos pertenecen al libro Sobre las personas y la vida, de Jesús Alcoba, recientemente editado por vozed Editorial (2014).

Sobre las personas y la vida es, a su vez, una selección de textos que comparten elementos comunes que giran en torno a las reflexiones sobre las personas, las organizaciones y la vida en general. El libro se centra en cómo el ser humano se enfrenta a la tarea de vivir y, más aún, a la de intentar desarrollarse como persona. Ese interés por el deseo de crecimiento es una constante en el autor ─que ya desarrolló en su libro anterior, Conquista tu sueño (Edaf)─ y no pretende constituir una guía o una serie de pasos a seguir. Jesús Alcoba, a través de esta obra y de sus colaboraciones en distintos medios, acerca al lector a los resultados y conclusiones de las últimas investigaciones sobre el cambio personal, que pueden serle de gran utilidad en su vida personal y profesional.