Le hablé de Tao Lin a mi mamá y me llevó a un chifa: anotaciones sobre la alt-lit
«Es muy tonto andar clasificando en dos bandos lo que se está escribiendo: los alt-lit y los no-alt-lit». Un texto de Valeria Román
Y ESO DE verdad pasó. Nadie sabe qué es la alt-lit, y sin embargo, mucha gente habla sobre ella cada vez más y más, al punto en el que algunos queremos arrancarnos los ojos. Lo que me queda claro sobre todo este cruce de balas (o de comentarios, da lo mismo) es que la alt-lit se apropia y secuestra los códigos del internet, pero, sería muy mediocre de mi (nuestra) parte quedarme (quedarnos) con esta pobre definición. Alt-lit no va a ser nunca incluir «gmail» o «spam» o etcétera en un poema de amor. Si hablamos de adoptar un código, adoptamos un lenguaje, y por lo tanto, también una estética. El yo-yo-yo-y-nada-ni-nadie-más-que-yo, y el simplismo de ésta es una clara influencia del tiempo en el que vivimos, donde la hiper-conexión y la sobre-exposición es algo totalmente común. Sin embargo, lo que llamamos alt-lit no es nada nuevo, ni nada novedoso. HACE MUCHO TIEMPO que la poesía se va apropiando de los lenguajes de la época donde se escribe (es más, la literatura en sí lo hace). El menú ha cambiado pero nuestra hambre es la misma, y los que abogan por esta «Nueva Sinceridad», se están quedando muy detrás de lo que está pasando en estos mismos instantes mientras escribo estas líneas. La llamada alt-lit iba a aparecer –necesariamente- en algún momento de la historia porque es un proceso que se ha dado desde siempre en el proceso de crear y exponer. Queramos o no, los temas son los mismos. Nuestros sentimientos y emociones son exactamente iguales que hace cuarenta años, que se aborden de una perspectiva diferente es otra cosa (y totalmente válido, además). Que las redes sociales, la globalización, la alienación y la paranoia manejen el mango de la sartén no cambia muchas cosas al final de cuentas, porque nuestra naturaleza es la misma. Aún así, hay cosas que Internet (o las virtualidad, como quieran llamarlo) provee como soporte y no se están aprovechando hasta ahora. Existe una estética que va más allá de hacer un poema en forma de test de Buzzfeed o de borrador nunca enviado de gmail. Todavía no somos testigos de esas grandes rupturas que traen los nuevos tiempos en los límites que nos han impuesto desde siempre sobre todo lo que implica escribir. Pero estoy segura de que eso va a llegar muy pronto, porque es necesaria que llegue, y porque todos tenemos hambre.
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Pienso que el concepto (o la etiqueta) alt-lit -que todo el mundo usa, y todo el mundo se pelea sacando las garras por él- sólo se aplica a estos escritores estadounidenses que aparecieron a inicios de 2010. Luego de eso, no hay más. Me quiero explicar: no es que apareció la alt-lit y luego de eso el virus mutó y comenzó a infectar a toda la humanidad. No es el apocalipsis. No es que Pinky y Cerebro llegaron a conquistar el mundo y ya no hay nada qué hacer este viernes por la noche. La llamada lat-lit no es una mutación de la alt-lit, aunque su nombre (sin querer queriendo) lo insinúe. Es cierto, puede existir toda la influencia que queramos, pero la tradición que va detrás de la lat-lit es mucho más rica que la de Tao y sus chacales (anotación: ese podría ser un buen nombre para una grupo de cumbia).. No podría decir que lo que sucede en los Estados Unidos es lo mismo que lo que pasa en Argentina o en España: los cambios y procesos sociales e históricos son totalmente diferentes. Eso mismo se aplica en la poesía. Han sido diferentes, pero simultáneos: es así como se construyen las líneas que sigue la poesía sobre su vertiente en cada país. Es así como tenemos diferentes resultados, pero a la vez muy complementarios entre sí. Y quiero decir que si bien, no estoy en contra de la alt-lit, estoy totalmente convencida que lo que se está produciendo ahora es mucho mejor, y también le tengo mucha más fe. Existen poetas jóvenes a los que debemos seguirles el rastro: Kevin Castro, Roberto Valdivia, Caterina Scicchitano, Malén Denis, Daniel Prado, Xel-Ha López, Rocío Torres, Matías Fleischmann, Paola Llamas Dinero, etcétera (el etcétera es necesario, se me escapan demasiados nombres y lo sé perfectamente, y espero me perdonen por eso). Usar el término «alt-lit» me resulta anacrónico, porque esta misma fue sólo la puntita del iceberg, y creo que a estas alturas estamos buceando en aguas más profundas. Podríamos decir que el «futuro» va mucho más allá de eso, pero la discusión será de nunca acabar hasta que entendamos que es muy tonto andar clasificando en dos bandos lo que se está escribiendo: los alt-lit y los no-alt-lit. Están pasando cosas bastante extrañas últimamente con absolutamente todo lo que concierne a la realidad, y querer comprimirlo en una etiqueta es exactamente lo mismo que no verla a la cara y tener miedo de decir: «yo escribo, y aquí estamos».~
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