Gente muerta, ¡qué gusto!
Un texto de Elisa Aceves de Ramery
PROBABLEMENTE UNA DE las cosas que más disfruto hacer, y algo que no suelo contarle a la gente, es ver programas de muy mal gusto en un canal de mala muerte (el chiste es a propósito, no se vayan), llamado Investigation Discovery. Lo sorprendente, interesante o simplemente horrible de todo esto es que son programas que siempre tienen temas que pueden causar angustia social, y sólo tienen que ver con que una o más personas encuentren su muerte de formas pegajosas y a veces hasta hilarantes. Existe un segmento del programa llamado Stupid Suspects, donde los criminales realmente parecen carecer de neuronas.
Mi madre siempre me encuentra por las noches con las luces apagadas, solamente iluminada por el reflejo que lanza mi televisión, tejiendo algún suéter o bufanda, y mirando los programas. Me ha dicho en más de una ocasión que le preocupa que me interese tanto ésto, y siempre me pregunta por mi gusto por el canal. Pues, ahora la oportunidad es perfecta para intentar hacer pies o cabeza de mi extraño gusto por ver Investigation Discovery y a sus mil muertos. A mi hermano le parece divertido. Dice incluso que piensa que una de las razones por las que veo tantos «dead people programmes», como le gusta decirles, es para que pueda escribir sobre las razones que tienen las personas para cometer semejantes y estruendosos asesinatos. Los programas sobre índices de maldad, por ejemplo, me hacen pensar sobre el estado de la mente de la persona que mata. La verdad no está tan lejos del pensamiento de mi hermano, pero la idea de tener (hay que pagar por él) un canal televisivo que se centre exclusivamente en gente asesinada, que lo hayan hecho tan colorido como lo hicieron, y, sobre todo, que me guste tanto verlo me incomoda bastante. Me incomodan las Kardashians, y no las veo. Me incomodan los programas de noticias y los evito. ¿Por qué me gusta ver programas de muertos? ¿Qué hay en las historias de ésta gente que me resulta tan fascinante?
Es complicadísimo explicarlo. En muchísimas de las ocasiones la víctima es una mujer o un grupo de mujeres, o hasta cantidades enormes de chicas que mueren a manos de algún enfermo mental (un Ted Bundy, por ejemplo). Ellas sufren de violencia; sexual, física y familiar. En cambio, los varones que aparecen en el canal, especialmente los niños pequeños que cometen asesinatos lo hacen matando a su padre, que los golpeaba y abusaba. Les dicen que «llorar es de maricas», y que «deben ser más hombres.» Son niños de ocho años, por piedad. El concepto del macho en Estados Unidos sigue siendo el mismo que hace daño a tanto hombres como mujeres; existe el programa (que hasta a algunos ―este a mí no, soy feminista (por si no lo sabían), y― les resulta gracioso) de esposas asesinas y mujeres que matan a sangre fría, pero la mayor parte del tiempo son los hombres los que cometen los crímenes.
Hay programas que se centran exclusivamente en asesinos de reinas de belleza, por ejemplo. Preguntarse por la forma en que han sido criados los asesinos, las familias que han formado y en las que se han formado (incluso hay un segmento del canal que se enfoca en las familias que tienen uno o más asesinos en ellas, por si no fuera lo suficientemente horrible tener uno) permite abrir una vertiente en el pensamiento de la realidad en la que vivimos. He pensado en ello mucho, y hay algunos programas que me cuestan más trabajo que otros.
Y sí. Me enojo y siento tristeza por quienes pierden su vida, pero luego aparecen títulos con colores y nombres de programas que si algo causan es risa, y sigo ahí.
¿Qué diablos pasa en mi cabeza, entonces?
La cultura de la muerte, todo lo que la rodea, y lo importante que ha sido para la humanidad ha pasado a ser algo pop, y me refiero a lo pop en sentido Andy Warhol: gritón y colorido, conocido y hasta con una popularidad preocupante. Hay calacas por todas partes, y un léxico que implica que alguien siempre «se quiere morir». Las noticias están pobladas con cifras de decesos, y hay más y más cada día. Ahora, escuchar de una matanza en una escuela en Estados Unidos es común. El entorno en el que crecen los niños estadounidenses, donde la muerte es pop, únicamente puede tener éste tipo de resultado. Van una cantidad exorbitante de matanzas en las escuelas, porque nos permitimos digerir éste tipo de cultura, es normal.
Al ser tan popular, tan colorida y tan presente en el día a día de la gente, a la muerte, y, sobre todo, al asesinato, se le quitó el «morbo» y lo «sagrado», y ahora forma parte de la vida de las personas en lo cotidiano. De la mía, también.
Me estremezco al escuchar de las muertes en mi país, de los asaltos y de los asesinatos en otros, pero mi fascinación por Investigation Discovery contrapuntea todo lo que pienso acerca de la muerte. Yo misma tengo roces con la muerte todos los días, no soy bombero ni enfermera, pero hay lugares específicos que, si los visito en la noche, corro el riesgo de salir dañada o sin vida. La muerte, incluso, para los niños es algo común, con la llegada de aplicaciones como Snapchat y Periscope se han documentado casos fuertísimos de niños y niñas asesinos. Los casos de decesos en las escuelas primarias por toda la República Mexicana dejan fríos a más de uno (otro chiste, discúlpenme ustedes), pero ahí estamos todos, pegados a los canales como ID, que dejan poco lugar para pensar y sólo buscan entretener. Los crímenes que han promocionado en sus programas, de variaciones pasionales a intereses monetarios, son fáciles de digerir para el público en general. Y esto no habla muy bien de una sociedad, ni de mí como espectadora.
[pullquote]La cultura de la muerte, todo lo que la rodea, y lo importante que ha sido para la humanidad ha pasado a ser algo pop[/pullquote]
Con nombres como Fear Thy Neighbour, Evil-in-Law y Murder U, el canal ID presume una plétora de títulos burlones y con una «puesta en escena», porque no se puede describir de otra manera, que explica exactamente qué tan grande es la cultura de asesinatos que se vive en Estados Unidos. Es una obra de teatro que representa la realidad del país, donde en cada esquina, en lugares recónditos y desconocidos o en grandes ciudades, está un depredador. En el programa lo llaman –me parece– «live action», y contratan actores que se parecen a los personajes de las historias. Se puntúan con entrevistas de la gente que sobrevivió a crímenes atroces cometidos en su contra, o que son familiares o amigos de alguna de las víctimas que se tratan en el programa.
La forma en que se presentan los programas está pensada, diseñada, y me resultan divertidos. Los mismos presentadores son una especie de caricaturas de ellos mismos. Una de las presentadoras, que introduce los programas que tienen que ver con muertes pasionales «por amor», con títulos como Scorned – Love Kills o A Crime to Remember, hace comentarios de mal gusto sobre la gente que muere, y es el «objeto de deseo», o intenta venderse así, con los muchachos mucho más jóvenes que la acompañan presentando el programa. No pueden faltar shows que tengan por tema el asesinato cometido en nombre del dinero. El presentador es un hombre pequeño con un gran moño al cuello y una forma particularmente fuerte de hablar, y da pistas sobre la forma en que los personajes de la historia encontrarán su final, pero siempre con un tono sardónico y burlón. Ambos presentadores recuerdan a una mezcla infame de Los Locos Addams con Alfred Hitchcock, son lo kitsch a la décima potencia.
Nos tendríamos que preguntar por la naturaleza de nuestra propia humanidad, lo que nos permite aceptar que la cultura de la muerte se ha convertido en lo cotidiano, y en mi caso, sigo sin tener claro por qué me gustan los programas obscuros de asesinatos pegajosos, llenos de crueldad y mártires, realmente, y cómo mueren a martillazos.~
Octavio Paz en su libro El laberinto de la soledad, describe los -perspectivas – puntos de vista tanto de los mexicanos y los norteamericanos respecto a la vida y l muerte.