Del teatro a la ilusión del yo
«Definitivamente, preguntar ‘¿quién soy’» es una pregunta que raya en la locura de estar al filo de uno mismo». Del teatro a la ilusión del yo, un texto de Moisés Martínez Ayala
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«¿QUIÉN SOY?» PUEDE llegar a convertirse en una pregunta incómoda, molesta, dolorosa, porque realizar dicha pregunta implica otra más: «¿por qué soy el que soy de esta manera y no de otra?»; a su vez, la pregunta implica cuestionar la existencia; la existencia, lo real; lo real, la nada; la nada… finalmente la nada es el tope del cuestionar. Definitivamente, preguntar «¿quién soy?» es una pregunta que raya en la locura de estar al filo de uno mismo, si es que hay un uno mismo. Esquizofrenia del yo. Revelaciones de la otredad que no es el yo, ni el otro, ni nadie. Nada. Por eso es una pregunta incómoda, es como un verdadero demonio que hostiga a la mente haciendo que uno se pregunte una y otra vez el «¿quién soy?». Y más aún, es una pregunta que afecta a los que nos rodean debido a que su alcance es basto: amigos, familiares, enemigos y de más, todos son alcanzados por la fulminante interrogante: «¿quién soy y qué haces en mi vida? ».
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«Não sou nada. / Nunca serei nada. / Não posso querer ser nada. / À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo», escribe así el hombre que sabe de heterónimos, de usar máscaras y declarar que no hay mejor metafísica que comer chocolates: Pessoa. Pessoa es también la bella palabra portuguesa que significa ‘persona’ y que proviene de la voz latina persona, la cual tiene su origen en el griego clásico con la palabra prosopón y que significa ‘personaje’ y ‘máscara’. Interesante es que el hombre de las máscaras, el que afirmaba que «no soy nada» y al mismo tiempo que «no puedo querer ser nada», sea también la persona que sueña, que se resiste a la nada, que juega con la posibilidad que el mundo le brinda. La respuesta a la pregunta del «¿quién soy? », cuando llega a su cuestionar máximo, hace que tengamos por respuesta: nada. Entonces viene la reacción: «No puedo querer ser nada». De ahí la resistencia acompañada del deseo, de querer tener «todos los sueños del mundo». Tener los sueños del mundo y partir de que no se quiere ser nada es principiar a recorrer el camino partiendo del hecho de que el yo es algo vacío y al no ser nada tiene en sí la posibilidad de ser muchos yos.
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A todo esto, ¿qué es la máscara?, ¿qué significa ser un personaje? La máscara es la apariencia utilizada en las representaciones artísticas y en actos religiosos. Así el enmascarado, el actor, podía decir su texto de memoria, podía representar (como un escrito vivo desde lo que está muerto) a los personajes sin dejar de ser, o sin ser dominado por el autor. La máscara es la imitación de un rostro que será sobre puesta al rostro propio para que de esta manera se pueda ocultar el yo y así mantener una distancia entre lo que soy: la nada, y una posibilidad. Por ello, la máscara es también otro modo del engaño, ya que lo que se ve tampoco es.
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El teatro, visto desde Platón, es un arte más de la imitación. De ahí la condena que el filósofo le otorga. Al llevar a su máxima consecuencia la imitación de lo real que tanto detesta Platón, resalta que del arte dramático no hay que obviar la dependencia del escrito. Sí, además de la ley, el teatro en la Grecia clásica es uno de los primeros usos de la escritura, del paso de lo hablado a la inscripción.
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La escritura no es más que la imitación del habla. Imitar el habla significa imitar lo vivo.
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Remedio contra el olvido, para eso sirve la escritura. De ahí el peligro del que quiere escapar Platón. Lo que cura también puede matar.
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El teatro, que ya es imitación de la realidad, copia de las situaciones cotidianas de la vida del hombre o de las pasiones divinas, es al mismo tiempo dependiente de la escritura, otra imitación externa de lo vivo del habla. Así llegamos a la imitación que en sí contiene otra imitación de lo que en algún momento era lo verdadero, lo real, lo vivo.
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¿Se puede dejar de ser si no eres nada? No-ser es quizá el mayor temor de los hombres y dejar de ser es su certeza. Para un griego el no-ser tenía una significación relacionada con la pólis (ciudad-estado). Quizá el mayor castigo, la más grande deshonra era ser desterrado o perder la libertad y ser un esclavo. Jesper Svenbro en Phrasikleia desarrolla la idea de la escritura y su relación con la esclavitud. Dice que al leer el hombre libre se convierte en un esclavo porque el texto, que contiene el pensamiento de otra persona, domina y controla el cuerpo del lector. Razón suficiente para que una persona libre eduque a su esclavo en las artes de la interpretación del texto. El esclavo no deja de serlo pues ya no es dueño de su cuerpo, pensamiento o vida. En cambio, el hombre libre puede perderlo todo.
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Svenbro señala que el problema de la esclavitud dada por el escrito es diferente en el teatro. Ahí los actores, hombres libres, no pierden su libertad al representar el texto porque utilizan las máscaras. El texto que representan no domina su cuerpo, aunque sí utilizan su voz. Es la máscara que al ocultar el yo lo salva del dominio.
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La vida es puro teatro: ilusión, fantasía, sueño. Lo trágico de la vida radica en entender que el yo está vacío. Esto implica que el hombre está muy lejos de su seguridad tan anhelada, de poder contar con la certeza de que al despertar seguirá siendo la misma persona, de estar segura que lo que ha planeado para su vida será siempre igual. Incluso el yo y su relación con la máscara mienta el modo como somos ante distintas situaciones. No es la misma persona la que está en un trabajo que con los amigos, o en los momentos donde hay más intimidad. Todo el tiempo usamos máscaras, como envolturas de chocolates que nos ayudan a ser en mundo, a comprender la metafísica que nos rodea. Por lo tanto, vivimos como en un teatro representándonos lo que cada uno considera lo real.
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Como dijo Friedrich Nietzsche: el hombre es el ensayo del hombre.~
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