Crisis medioambiental


LOS DESAFÍOS MEDIOAMBIENTALES a los que se enfrenta el planeta ponen en jaque todo esfuerzo de las naciones para conseguir que sus ciudadanos puedan disfrutar de un desarrollo económico y social. Son esas mismas naciones, incluyendo a sus ciudadanos y a sus empresas, las responsables de que el estado de degradación de nuestro planeta haya llegado hasta los peligrosos límites en los que nos encontramos.

Tomar medidas pasa por conocer el problema, su existencia, sus causas y las soluciones, además de tener la voluntad de encauzar el crecimiento económico, sacrificando unas décimas si es necesario, para convertirlo en verdaderamente sostenible y sostenido.

Las amenazas. Son tantas las amenazas que se ciernen sobre nuestro horizonte, que enumerarlas llevaría mucho más espacio que el de este artículo. Por ello, los resumiremos en cuatro, todos ellos interrelacionados:

1. Contaminación y cambio climático (íntimamente ligados, siendo su relación de causa –efecto); 2. Deforestación; 3. Destrucción de la biodiversidad y 4. Crisis alimentaría y humanitaria.

Estos cuatro problemas se concretan en efectos como la sequía en la península Ibérica y en la cuenca Amazónica, el calentamiento global, la creciente fuerza de los huracanes, la escasez de petróleo y la ausencia de energías alternativas competitivas, la extinción masiva de especies. Las caras del problema son múltiples, complejas y de difícil solución si se abordan por separado y de forma individual.

Sin embargo, el reto no es imposible. Tenemos los medios necesarios para resolver todos los problemas medioambientales a los que nos enfrentamos, y en el plazo de una década. Lo único que nos falta es la voluntad de hacerlo, tanto a nivel nacional, como particular. A pesar de que se alzan voces interesadas que niegan que la destrucción del medio se esté produciendo, voces que se caen por su propio peso, no se puede negar que es necesario este esfuerzo conjunto, empezando por conocer nuestro planeta.

No sabemos cómo funciona, qué consecuencias tienen cambios grandes o pequeños, cómo evoluciona, cómo respira. No tenemos, después de miles de años aquí, ni idea de cómo funciona realmente nuestro entorno, el sistema más complejo que hasta ahora conocemos. El fracaso del Criosat de la ESA es un ejemplo de que nos queda mucho por hacer, y que es difícil y costoso hacerlo. Pero la alternativa es la extinción, así que tenemos que ser decididos y rápidos.

Si queremos sobrevivir, será necesario un esfuerzo conjunto de todas las naciones, empresas y ciudadanos, y una implicación plena a nivel mundial. Algo que, a día de hoy, es más una utopía irrealizable que una posibilidad, pero que, a medida que los miles de muertos se vayan poniendo sobre la mesa, catástrofe tras catástrofe, se hará realidad.

¿Cual debería ser la hoja de ruta a seguir para detener la degradación medioambiental? Primero. Estudiar seriamente el problema, sus causas y sus consecuencias. No de forma partidista, unilateral, sino a nivel mundial, intercambiando resultados, recursos, información. Creando una red científica que colabore en el estudio del medio en todas y cada una de sus áreas, tanto geográficas como funcionales. Otorgar a este estudio mundial los medios tecnológicos necesarios para asegurar los buenos resultados. No sólo los medios económicos, también la tecnología, en forma de satélites, grids de ordenadores, supercomputadoras, bases de datos comunes. Todo aquello que se necesite para garantizar el buen fin de un estudio que analice todas las variables ecológicas a nivel mundial, sus interrelaciones a nivel local y global.

Segundo. Iniciar medidas de protección serias, sin esperar a conocer los resultados del estudio del punto uno. No podemos esperar hasta que tengamos un conocimiento exhaustivo de ello. Podrían transcurrir décadas. Así que iniciemos medidas que tengan como función principal ganar tiempo evitando una degradación mayor y anticipando las medidas más probables para detener la destrucción del medio. Ejemplos de ello, podían ser una mayor protección de especies animales, reforestación con especies autóctonas, potenciar las energías alternativas, crear una red mundial de desaladoras. Dar pasos decisivos para garantizar la erradicación de la pobreza.

Tercero. Aplicar de forma conjunta las recomendaciones del estudio del punto uno. Todos los países deben hacer valer su compromiso, al igual que las empresas y los particulares.

Estos tres pasos pueden resumirse en una herramienta de control de gestión empresarial llamada Cuadro de Mando Integral. Este cuadro, muestra las palancas sobre las que se debe actuar, cómo esas palancas afectan a otras, y a su vez, estas generan otros efectos positivos. En cada una, se establecen objetivos y acciones para conseguir los beneficios esperados.

Esta herramienta es complicada de elaborar, y requerirá la conjunción de varios expertos en numerosos campos para estudiar las interrelaciones y las causas y efectos medioambientales.

¿Cómo financiar este proceso? ¿De donde se obtiene el dinero suficiente para mantener y llevar adelante un proceso como el descrito, altamente costoso y de gran envergadura? Lo más lógico, reducir las subvenciones agrícolas, y emplear éstas en subvencionar cultivos de plantas que sirvan para fabricar combustibles de biodiésel, utilizando el excedente para financiar los estudios. También se deberían recaudar aportaciones de empresas y gobiernos de cada región que mantengan los proyectos a nivel local.

Reducir el gasto armamentístico es otra posible vía de financiación, pero es algo inviable, por el daño al empleo y a la economía de los países desarrollados, por lo que política y económicamente es un coste inasumible.

Eso no quiere decir que debamos renunciar a eliminar el gasto militar, pero para hacerlo, debería redirigirse esta industria hacia otro campo, el aeroespacial, con las mismas características y requerimientos de gasto público, inversión y desarrollo tecnológico (pero ese, es tema para otro artículo).

Por último, se debería crear un fondo en los países desarrollados. Un fondo mantenido por los trabajadores de todos nuestros países.

La idea consiste en trabajar una hora efectiva más cada día. Esto es, trabajar realmente una hora más cada día y por cada persona. La empresa, acumularía todas esas horas al mes, de todos sus trabajadores, y las pagaría a un fondo especial de la Seguridad Social. Cada empresa podría aportar, además, un 10% del total de esas horas de forma voluntaria, y a cambio, obtendría un certificado medioambiental. Un sello que la acreditaría como empresa colaboradora del proyecto. Ese fondo de la seguridad social sería de una envergadura impresionante. Unas cuantas cifras nos dan una idea de su magnitud.

40 semanas de trabajo anual, serían 200 horas extra. Un sueldo medio de 1.200 euros en los países desarrollados supondría unos 1.300 euros anuales en horas extra (netos, por lo que si tomamos cifras brutas, más el 10% de las empresas voluntarias, a grandes rasgos tendríamos una aportación por persona de 1.500 euros cada año). Si sólo 50 millones de trabajadores se sumasen a la iniciativa supondría unos 75.000 millones de euros anuales. Más que suficiente para garantizar cualquier plan que se lleve a cabo.

Supondría un esfuerzo constante y un sacrificio para millones de personas, pero si el objetivo fuese terminar con la pobreza en el mundo y detener el deterioro medioambiental, seríamos muchos los que lo haríamos.

Si la Humanidad no lo hace así, seguiremos sufriendo cada vez mayores catástrofes, hasta que lleguemos a un punto de no retorno, en el cual, la Humanidad no podrá sobrevivir.~